“Mi papá dice que es mi fan número 1. Siempre ha estado a mi lado apoyándome, igual que mi mamá. Tanto así que cuando tenía 7 años y practicaba la gimnasia artística, él me dijo: ‘Solo iré a unos Juegos Olímpicos cuando tú hayas clasificado’.  Ahora que gané un cupo a Río de Janeiro 2016 en la disciplina de tiro deportivo, espero cumplir ese deseo de mi padre, que labora en el Departamento Técnico Metodológico (DTM) del Comité Olímpico (COE) y que no asistió a las Olimpiadas de Sydney 2000, Atenas 2004, Beijing 2008 y Londres 2012, porque me esperaba para ir juntos.

El recuerdo de las palabras de mi papá aquella ocasión fue lo primero que me vino a la mente, después de ganar la medalla de oro en el Campeonato de las Américas en Guadalajara (México). Estaba consciente de que era el momento para ir a las olimpiadas. Por él (Julio Pérez) salté al polígono mentalizada en cumplir su promesa. En la final me enfrenté con la venezolana Maribel Pineda, con quien perdí (cogí plata) en los Juegos Suramericanos de Santiago (Chile).

A pesar de que los nervios me comían, sentí que arranqué bien en la final con 40 disparos en 50 minutos. Conocía las reglas, el tiempo y todo en la categoría de 25 metros, pero cada vez que podía miraba a los jueces y, en modo de señas, les preguntaba si podía cargar (balas) o descansar.

Quería estar tan concentrada que a veces no sabía qué hacer. Era una mezcla de nervios, seguridad y ansiedad. Recuerdo que tuve un momento difícil cuando el comentarista del torneo dijo: ‘Puntuación perfecta para Pérez, la ecuatoriana está ‘encendida’ en la final’. Después de oírlo, porque yo uso orejeras, pero sin tapones, me quise ‘matar’ de la risa. Casi perdía la puntería y no controlaba la respiración, todo por soltar una carcajada. Sin embargo, mantuve la calma y no me dejé llevar por la emoción.  

Después de haber visto los resultados, el equipo nacional de tiro me abrazó y felicitó, yo estaba inmóvil. No asimilaba aún lo que había conseguido. Al siguiente día no podía creerlo. Cuando llegué al Ecuador me di cuenta de la hazaña conseguida: soy la primera deportista en la historia del tiro en el país que clasifica a JJ.OO., antes fueron invitados (wild card) por la ISSF.    

Se me hace difícil entender cómo pude lograr el sueño de todo atleta en solo 3 años de practicar este deporte. Recuerdo que ingresé a los 21 por segunda vez. Me había probado a los 16, luego de haberme retirado de la gimnasia, pero el entrenador cubano Armando Rigual me probó y dijo que disparaba bien con la izquierda. Sorprendida le dije que era diestra, pero, según lo que me explicó, la puntería con la zurda era porque mi ojo izquierdo medía mejor la profundidad.

Esa apreciación no me hizo desistir y luego de haber probado en tenis, voleibol, atletismo, halterofilia y hasta con las cheerleaders, tomé el desafío de volver a intentar en tiro, y creo que no me he equivocado. Con este título, la clasificación a los Panamericanos y la Olimpiada, me demuestro a mí misma que esto apenas es el inicio de un largo camino en el que ansío seguir caminando hasta lograr mi mayor objetivo: una medalla olímpica. Aunque, para ser sincera, me hubiese encantado clasificar a JJ.OO. en gimnasia.

Nunca me rendí sobre la colchoneta (gimnasia), y eso a pesar de que mis entrenadores llegaron a decirme que no tenía futuro. Nunca me di por vencida, quería llegar a ser una deportista de alto rendimiento. Ahora ya lo soy en tiro, un deporte que curó mi depresión por no haber llegado a ser la mejor gimnasta del país”.