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El Telégrafo
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Karpov piensa que el ajedrez no es tan popular como en los 70 y 80

Fotomontaje / El Telégrafo
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27 de septiembre de 2015 - 00:00 -

Anatoli Karpov es uno de los nombres más importantes de la historia del ajedrez: fue campeón mundial de 1975-1985 y de 1993-1999. Protagonizó una famosa rivalidad con Garry Kasparov que se extiende a otros flancos: además de ser némesis en el tablero, Karpov es diputado en La Duma (el parlamento ruso) por el partido Rusia Unida que lidera Vladimir Putin, mientras que Kasparov es un crítico del régimen.

Además, Karpov es presidente de Interdom, un instituto en la localidad de Ivanovo (Rusia) creado en 1933, tras la llegada de los nazis al poder en Alemania para educar a huérfanos e hijos de padres apresados por el nazismo.

Karpov estuvo en Quito, invitado por la Universidad Tecnológica Equinoccial (UTE), para la inauguración de una escuela de ajedrez que lleva su nombre.

Hace poco usted dijo que el actual campeón mundial de ajedrez, el noruego Magnus Carlsen, es mejor líder que sus predecesores. ¿Cree que la pérdida de popularidad del ajedrez tiene que ver con que los ajedrecistas estén más centrados en su juego que en lo que pasa alrededor? El ajedrez no parece tan popular como en los años 70 y 80.

Bueno, eso se debe a varias razones. En los años 70 y 80 había personalidades más fuertes que ahora, y la competencia era más exigente. Ni hablar de que la competencia Fischer vs. Karpov trascendía al ajedrez: era también política. La segunda razón es la más importante: la FIDE empezó en los años 90 a reestructurar el sistema del campeonato del mundo, y eso estropeó el nivel.

¿Se refiere al número de partidas?

También al tiempo de juego (2 horas por jugador), a la forma de competencia, a la selección…

Su primer enfrentamiento con Garry Kasparov, en 1984, duró 5 meses. Ahora el campeonato del mundo se juega en dos semanas. ¿Por qué eso afecta al juego?

De la cantidad de partidas depende también la creatividad. Si hay pocas, los ajedrecistas tienen miedo de perder, porque después no les queda tiempo de recuperarse, y prefieren no arriesgarse.

¿Como lo que pasó en el campeonato mundial de 2014? Ahí, Carlsen y Anand, en muchas partidas cambiaron las damas temprano, y terminaban en tablas rápidas. Recién cuando Anand presionó un poco más, se puso interesante.

Anand tenía chances de ganar y de volver a su título porque los dos jugaron a un menor nivel del que podían y cometieron errores que no correspondían a esta competencia mundial.

Dijo que la política era un factor importante. Cuando el estadounidense Bobby Fischer se enfrentó al soviético Boris Spassky, por ejemplo, aparecían en las portadas de los diarios como un performance de la Guerra Fría... Más adelante, en 1990, Kasparov aparecía en la prensa como si la Perestroika hubiera llegado al ajedrez —incluso se negó a usar la bandera roja—, y a usted lo presentaban como el representante de la Unión Soviética. ¿Cómo se siente con esa etiqueta?

Aquella fue la competencia en Nueva York, en 1990. El enfoque que se le dio era lógico para la prensa occidental, que veía a Kasparov como un representante de la Rusia contemporánea. Lo gracioso es que no solo se trataba de Kasparov, sino de todos mis contrincantes. Yo no cambiaba, cambiaban mis rivales, y con ellos las simpatías de la prensa. Cuando iba a jugar contra Fischer, la prensa occidental apoyaba a Fischer. Luego cambió el rival: Victor Korchnoi, un disidente ruso. Después de él, llegó Kasparov, y la prensa siguió con su costumbre... y aquellos que antes apoyaban a Fischer y a Korchnoi, luego se pasaron al bando de Kasparov.

En 2010, se lanzó a la presidencia de la FIDE. Su contrincante era Kirsan Iliumzhinov, que hoy lleva 15 años ocupando el cargo. Y Kasparov, su más grande rival en el tablero, lo apoyó a usted.

Tenemos una visión similar sobre el problema del ajedrez. Creemos que el cambio del sistema del campeonato del mundo le hizo daño al prestigio del campeón. Es un problema de pseudodemocracia: las autoridades dicen que la mayoría de ajedrecistas apoyan el sistema. Pero eso es porque antes el campeón solo podía ser uno de los diez primeros del ranking. Desde hace unos 15 años, las oportunidades se abrieron para jugadores que ocupaban hasta el puesto número 100.

En los 70, usted fue coronado como campeón mundial sin jugar contra el defensor, Bobby Fischer. Varias veces dijo que eso afectó a su desarrollo como ajedrecista. ¿Por qué no jugó contra Fischer?

Fischer quería que el vencedor fuera el primero que ganara diez partidas, sin contar los empates. El promedio de derrotas de Fischer era igual al mío: dos partidas cada año. El match podría durar un año o ser infinito. Sin embargo, aceptamos. Pero Fischer tenía una contradicción que no podía explicar: cuando él le quitó el título a Spassky en 1972, el sistema del torneo le daba la victoria al mejor de 24 partidas, pero si empataban en 12 puntos, el título se quedaba con Spassky, y eso a Fischer no le parecía justo: decía que el campeón y el retador debían jugar en igualdad de condiciones; sin embargo, cuando le tocaba jugar conmigo, otra de sus condiciones era que si llegábamos a estar parejos en 9 partidas ganadas, él retendría el título. Eso quería decir que si él llegaba a ganar 8 partidas, yo habría tenido que ganarle con 2 de diferencia.

Nunca un retador había tenido que sacar tanta ventaja para ganar. Usualmente bastaba con medio punto o un punto. Pero, por otro lado, desde el punto de vista físico: ¿qué tan pesado es jugar un match de ajedrez durante un año?

En pocas palabras: cada vez que jugué un match por el campeonato mundial, perdía en promedio el 10% de mi peso normal. De hecho, en uno de los enfrentamientos contra Korchnoi, empecé con 71 kilos y terminé con 47. (I)

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