Plastificadores de papeletas, un servicio que no desaparece
A las cinco y media de la mañana de este domingo 20 de agosto fueron de los primeros en llegar a las inmediaciones del recinto electoral. Las votaciones comenzaron a las siete, pero para ese entonces ya tenían todo preparado. Ellos también sufragaron, aunque no a esa hora, sino en la tarde, a pocos minutos de que cerraran los comicios. En pocas palabras, cruzaron toda la ciudad, de sur a norte, para realizar el trabajo que solo hacen una vez cada dos años (a excepción de ocasiones como esta): plastificar papeletas.
El carnet de votaciones es un papel frágil que puede arrugarse, dañarse o romperse por su material delicado. Por eso se lo plastifica para que resista. Sin embargo, en estas elecciones no hubo autorización para hacerlo dentro de los recintos o en las calles contiguas; con el afán de seguir los protocolos de seguridad de áreas despejadas.
En la avenida Gaspar de Villarroel, niños y adultos le ofrecían el servicio de plastificación a todo votante. Los interesados caminaban unos metros hacia sus puestos instalados sobre una vereda, donde encima de un taburete se encontraba la máquina plastificadora. Esta labor la hacen familias que se reparten funciones y ganancias.
Su meta es plastificar al menos 1.300 papeletas de votación. Una cuesta cincuenta centavos, por lo que los réditos económicos de alcanzar el objetivo es de casi 700 dólares. Sin embargo, en días como la mañana de este domingo, en el Central Técnico las ventas estaban bajas por la falta de sufragantes.
Este ingreso, que solo obtienen cuando hay votaciones, es un adicional para personas que se dedican a otros oficios. Por ejemplo, Bryan es fotógrafo y de lunes a viernes toma instantáneas para eventos de colegios, bautizos o cumpleaños. Pero este domingo estuvo 10 horas entregando el carnet plastificado, una tarea que solo le tardaba 30 segundos.
Pero como todo sector económico, las familias se diversifican y las plastificadoras fuera de los recintos se incrementan con cada elección. Ellos saben que siempre habrá clientes, o al menos, hasta que el carnet de votación no migre del papel débil y arrugable, hasta el digital.