Memorias del paro nacional: La pregunta que cambió todo
“¿Quieres ir?”, esa fue la pregunta que cambió mi mundo en la sala de redacción del Udla Channel. Hace un año era nuestra obligación producir un noticiero diario con las informaciones más destacadas del país. Recuerdo muy bien cuando me enviaron a cubrir la rueda de prensa de Jaime Vargas, presidente de la Conaie, quien anunció que los indígenas se levantarían contra las medidas económicas propuestas por Lenín Moreno. Allí me ideé cómo obtener las mejores tomas y jamás pensé que sería el inicio de 11 días de histeria total.
En poco tiempo, junto con mi equipo, estuvimos en la Conaie y en la Fiscalía General. Nos repartimos por todo el sector del Parque El Ejido para grabar, entrevistar y retratar una realidad que pocos entendían. Aquel viernes vimos cómo nuestro trabajo era censurado y un compañero fue llevado a la cárcel por grabar los incidentes. Nunca había sentido esa sensación y todos gritábamos para que nos dejaran trabajar. Desde ese momento, sentí el verdadero valor de nuestra profesión que jamás debe vulnerarse por llevar información a los demás.
Cuando la situación se complicó en la ciudad, era voluntario ir al canal para salir a las calles a reportear. Le rogué a mi madre que me llevara a la universidad y ella lo hizo con la condición de que me quedara en los estudios. Le hice una promesa, pero la rompí. Ese día solo estábamos seis personas, y se necesitaba un equipo más para enviar reportes desde la Casa de la Cultura. En ese momento mi profesora me preguntó: ¿Quieres ir? Y no lo dudé.
Nuestros equipos eran: celulares, micrófonos, mascarilla (para cubrirnos del gas lacrimógeno) y chalecos de prensa (armadura de batalla). Ir al Parque El Ejido se sentía como ir a la guerra. Llegabas y veías cómo tu ciudad había sido tomada por los grupos indígenas. Te adentrabas al corazón del Centro Histórico y todos tenían la actitud de protegerse. Solo podía pensar en grabar todo para que tengan material en el canal. Nos afectó el gas lacrimógeno en múltiples ocasiones, pero no nos paró. Lloramos, nos tomamos de las manos, sentimos miedo y nos mantuvimos juntos para contar una historia.
No les voy a mentir, solo pensaba en las palabras de mi madre, ella no quería que estuviera allí. La vida de todos mis compañeros estaba en peligro y decidimos arriesgarnos por la curiosidad del periodista por contar lo que veíamos. Ese era mi motor. ¿Nos podía pasar algo grave? Sí y cuando hago memoria recuerdo que desde ese momento fuimos más fuertes y no paramos. Como jóvenes comprendimos nuestro valor como periodistas, superamos retos y brindamos información que los medios tradicionales no tenían. Mostramos a todo el país la fuerza de un nuevo periodismo digital y el poder de los jóvenes para hacer un trabajo de calidad. Nos arriesgamos con el propósito de no ser protagonistas, si no de contar una realidad que ahora es parte de la historia. ¿Quieren ser parte? Les recomendaría que responda que sí.