Viernes Santo, día de crucifixiones en Filipinas
Es una tradición arraigada en ciertas localidades en la muy católica Filipinas con motivo del Viernes Santo: fieles clavados en cruces para emular las últimas horas de Cristo, un ritual sangriento que no gusta a la Iglesia de Roma.
A lo largo de todo el día, decenas de crucifixiones tuvieron lugar en ciertas regiones del archipiélago ante miles de curiosos llegados para ver asimismo el espectáculo de los penitentes flagelándose hasta sangrar.
Al amanecer, varios hombres disfrazados de soldados romanos sacaron en procesión a Willy Salvador, un pescador de 59 años, por las calles de San Juan, localidad al norte de Manila, mientras el protagonista hacía gestos de dolor en silencio.
"Sé que no me creerá, pero Dios me ayudó a recuperarme de una depresión", declaraba a la AFP Salvador, que cada año desde 2006 representa a Jesucristo en San Juan. "Es mi forma de agradecerle que me haya curado".
Estas procesiones, que representan uno de los momentos más señalados de la Pasión de Jesucristo, son la forma más extrema de piedad practicada en ciertos pueblos de Filipinas, país en el que el 80% de su población es católica.
Pantallas gigantes
Los penitentes pasan varios minutos suspendidos en la cruz, con los clavos atravesando las manos y los pies, aunque el peso reposa en los brazos, que también están atados a la madera.
Después de Salvador, llegó el turno a Alex Daranang, un vendedor ambulante decidido a pasar en la cruz la víspera de su 60 cumpleaños. "Las heridas cicatrizan rápido", explicaba este abuelo desdentado que cumple con el ritual por vigésima vez.
Miles de personas -entre ellas varias decenas de turistas occidentales- llegaron, como cada año, para presenciar estos rituales, convertidos en un gran atractivo turístico.
"Hay algo de simbólico. Mi fe se ha visto reforzada", explicaba Benjie Pazcoguin. "Volveré el año que viene".
Mientras, en el vecino pueblo de San Pedro, los vendedores ambulantes trataban de colocar a los visitantes souvenirs, sombreros, comida o bebidas frías. Y para quienes llegaban tarde, varias pantallas gigantes mostraban en directo el sangriento espectáculo.
Sangre y vómito
Bajo un sol de justicia, cientos de hombres caminaron descalzos, con la cara cubierta por un paño, flagelándose la espalda con trozos de bambú anudados en cuerdas. Al unísono, todos se detuvieron y se tiraron al suelo. La sangre brotaba. Un penitente vomitó.
"La Iglesia desaconseja este tipo de acciones porque Jesucristo ya vivió estos momentos por nosotros y no hay motivo para repetirlos", declaraba a la AFP el padre Douglas Badong, rector de la parroquia de Quiapo, en la capital filipina.
Pero para muchos, como Claro Tolentino, responsable de la ciudad de San Juan, las crucifixiones son una parte integrante de la cultura y tradiciones de Filipinas, convertida al catolicismo durante la conquista española en el siglo XVI. "Todo el mundo debe respetar la cultura y creencias de nuestra población", aseveró Tolentino. (I)