Víctimas del conflicto en Colombia quieren estar en negociaciones de paz
Las diferencias marcadas, en Oslo, en la apertura de las negociaciones entre el Gobierno colombiano y la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), según analistas, dejaron en evidencia que al proceso, que apenas comienza, “le faltan ingredientes y le sobra vehemencia” y que la paz aún está lejana.
Para el ex diputado del departamento del Valle y ex rehén de las FARC, Sigifredo López, “las conversaciones entre el Gobierno y la guerrilla empezaron mal porque no se dice la verdad ni están representadas las víctimas en la mesa de negociación”.
López, que ahora es el abanderado de las víctimas de los secuestros en Colombia, tanto por parte de los guerrilleros como de las bandas paramilitares, sostuvo que “esa mesa debe tener cuatro patas, una la del Gobierno, otras de los victimarios, que son en este caso las FARC, otra la de los organismos sociales y militares, y la otra debe ser para las víctimas del conflicto. “A esas conversaciones les falta corazón, porque ni el Gobierno ni las FARC ni nadie puede tomar el lugar y perdonar. Los únicos que podemos perdonar somos los familiares y las propias víctimas del conflicto”, expresó López.
Los reclamos de López se dan porque entre los negociadores del Gobierno no hay ningún representante de las víctimas ni de los campesinos ni de los negros, pero sí están los militares y los empresarios. En la presentación formal ante la prensa internacional, el jefe del equipo negociador del Gobierno, Humberto de la Calle, invitó a las FARC a realizar un “esfuerzo mutuo” para terminar con el conflicto.
De la Calle elogió la manera “rigurosa” que la guerrilla y el Gobierno han mantenido sus compromisos en la primera parte del proceso, resaltó que hay que alcanzar acuerdos “eficaces” y llamó al “respeto” y la “discreción”.
Por su parte, el jefe del equipo negociador de las FARC, Luciano Marín, alias “Iván Márquez”, declaró que sin justicia social, la paz sería “sembrar de quimeras” el futuro de Colombia. “Una paz que no aborde la solución de los problemas políticos y sociales”, dijo, “equivaldría a sembrar de quimeras el suelo de Colombia”.
En un discurso prolongado, Márquez aprovechó la vitrina que se le abría a las FARC, para irse contra las multinacionales, los tratados de libre comercio, contra los grandes grupos económicos nacionales y extranjeros que apuestan cientos de millones de dólares a las explotaciones minero y energética y que, según su opinión, “han dejado a miles de campesinos desplazados y sin tierras”.
La dureza de este discurso hizo reaccionar al Gobierno que siempre ha dicho que estas conversaciones las hace con “optimismo moderado”. El presidente Juan Manuel Santos manifestó que los diálogos con las FARC “es un esfuerzo serio y discreto donde el Gobierno sabe exactamente lo que quiere y está esperando que se produzca el resultado positivo, que es la finalización del conflicto armado en Colombia”, aunque advirtió que si no se logra este objetivo no habrá consecuencias para el país.
Sin embargo, en la sociedad civil en general persiste el escepticismo sobre este proceso. El politólogo Orlando Vargas sostuvo que “tras cinco décadas de conflicto, lo que quedó claro durante la instalación de la mesa de negociación entre el gobierno Santos y las FARC, en Oslo, es que el pleito central aún gira alrededor de la tierra, pero ya no en el viejo pulso sobre la propiedad de terratenientes contra minifundistas”.
Vargas consideró que “el tema central de la negociación para los guerrilleros es la rentabilidad rural, entendida no solo del punto de vista de la vocación de la propiedad, sino también desde la función social, política e institucional que esta cumple” en el territorio nacional.
El politólogo explicó que “el problema aquí para la guerrilla es que el Gobierno, dentro de su estrategia político-social unilateral, ya se adelanta a los propios postulados y banderas de antaño de la subversión. La Ley de Reparación a Víctimas de la Violencia y el Programa de Restitución de Tierras a desplazados y despojados son descalificadas por la subversión, no porque sean ineficaces, sino porque a través de ellas el Ejecutivo le quitó a las FARC una de sus principales plataformas discursivas y de reivindicación de su “causa”, sostiene Vargas.
El representante a la Cámara del Polo Democrático, Iván Cepeda, calificó los diálogos como “un hecho alentador”, aunque admitió que “no será un camino fácil, pero estas conversaciones son la llave para lograr que salga adelante el proceso y se llegue a un acuerdo que ponga fin al conflicto”.
A su vez, el presidente del Congreso, Roy Barreras, del Partido Social de Unidad Nacional (La U), dijo que “no debe sorprender a ningún colombiano que las FARC tengan visiones completamente opuestas en el modelo económico y político del país, porque las tienen y no se han tramitado en democracia, sino en la perversidad de la guerra”.
Por su parte, los empresarios rechazaron las acusaciones de Márquez. En un comunicado manifestaron que “el sector privado colombiano rechaza vehementemente cualquier señalamiento en contra de los empresarios, que no han sido más que víctimas de este conflicto y que en un acto de generosidad han puesto a un lado un pasado terrible, para apoyar al Gobierno en el proceso de paz”.
Por su parte, la canciller María Ángela Holguín se mostró optimista frente a lo que se pueda alcanzar en los diálogos y al papel que realizan los países facilitadores. “Hemos contado con Noruega y Cuba, de facilitadores con Venezuela y Chile, y la comunidad internacional está representada en estos cuatro países”, sostuvo Holguín.
Mientras tanto, el vicepresidente Angelino Garzón consideró que “es apenas la primera reunión”, por lo que “no podemos perder la esperanza de los diálogos”.