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Un año colmado de altibajos para el kirchnerismo

Un año colmado de altibajos para el kirchnerismo
27 de diciembre de 2013 - 00:00

Algo ha cambiado en Argentina. Los dos últimos años en el poder del gobierno kirchnerista se avizoran con un estilo diferente de gobierno. La presidenta Cristina de Kirchner se ha visto obligada a un ejercicio de poder al que no estaba acostumbrada: delegar responsabilidades.

Ya no es la Cristina omnipresente, la que se ocupaba de todos los temas y fungía como vocera de su propio gobierno. Ya no es aquella que arengaba a sus seguidores en actos públicos casi a diario y la que se peleaba públicamente con el mediático Grupo Clarín cuando era la única cara visible del proyecto “nacional y popular”, que ella encarna tras la muerte de su esposo, el exmandatario Néstor Kirchner.

La presidenta se ha visto obligada a desmonopolizar su propia figura. La operación a la que fue sometida con éxito por un hematoma craneal, el 8 de octubre pasado, la obliga a mantener un ritmo más moderado para evitarle extensas y estresantes jornadas de trabajo. Esto la aleja en consecuencia del continuo desgaste del poder y deriva en un mejoramiento de su imagen, según los últimos sondeos. El nuevo estilo se asemeja más a los presidentes de las democracias parlamentarias europeas. Su “premier” , en este caso, es el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich.

Pero no solo la intervención quirúrgica de la presidenta ha posibilitado este cambio en el manejo del poder. También ha influido el resultado de las elecciones legislativas de medio término de octubre pasado. Si bien el kirchnerismo capturó uno de cada tres votos a nivel nacional, manteniéndose como la primera fuerza del país, no es un hecho menor que haya perdido en los cinco distritos más importantes, en especial en la provincia de Buenos Aires, donde vota casi el 40% del electorado y fue superado por 12 puntos por el exjefe de gabinete de Cristina, Sergio Massa, líder del Frente Renovador.

Negar que el resultado provocó un cimbronazo en las filas kirchneristas, es cerrarle el paso a la realidad. El resultado no solo terminó con el sueño de algunos funcionarios de reformar la Constitución y habilitar la re-reelección presidencial. También fue un fuerte llamado de atención para un gobierno que tiene ante sí dos años difíciles para intentar posicionar como “presidenciable” a un dirigente de peso capaz de suplantar la figura carismática de Cristina de Kirchner en las elecciones de 2015.

Un importante sector del electorado argentino pidió con su voto un cambio, que incluía en ese mismo paquete al habitual estilo confrontativo del gobierno y que exigía diálogo y medidas concretas contra la inflación, la inseguridad y la corrupción, temas fogoneados hasta el hartazgo por la prensa opositora de manera sesgada pero en sí, un reclamo válido y enérgico no solo para quienes se oponen al gobierno, sino también para aquellos que respaldaron a Cristina de Kirchner en las elecciones del 2011 y buscaron otras alternativas.

Le toca ahora al gobierno reinventarse. Desandar lo que se hizo mal y profundizar lo que se ha hecho bien. Así ocurrió después de una dura derrota en las legislativas en el 2009. El toque de atención de las urnas posibilitó un estilo más abierto de comunicación con ruedas de prensa diarias del jefe de Gabinete, Capitanich, hoy convertido en el dirigente con mayor proyección con vistas al 2015 en las filas kirchneristas.

El gobierno argentino ha tenido un año colmado de altibajos, en el que se mezclaron noticias positivas como la constitucionalidad de la Ley de Medios, decidida por la Corte Suprema de Justicia, o preocupantes como la enfermedad y posterior operación de la presidenta. Y ahora se apresta a ingresar al 2014 en medio de una difícil situación energética, en un sofocante verano austral que incluyó cortes de luz, saqueos ante huelgas policiales en varios distritos y una preocupante caída en las reservas internacionales.

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) vaticina un crecimiento del 2,6% para la economía argentina. Pero los economistas privados pronostican una inflación anual superior al 25%.

La oposición, por su lado, trazará líneas de acción que la lleven a futuras alianzas electorales para las presidenciales, todo en un clima político tan polarizado que el propio papa Francisco ha preferido posponer una eventual visita a su país natal para 2016. No sea cosa que su viaje pastoral al “fin del mundo” tenga un rebote político indeseado con un gobierno con el que, hasta antes de su asunción en el pontificado, había tenido fuertes encontronazos y hoy mantiene una cordial relación; y con una oposición deseosa de medrar con el enorme capital de popularidad amasado por el Papa argentino.

Datos

Desde que asumió el poder hace una década Néstor Kirchner (2003-2007), marido y antecesor de Cristina Fernández, Argentina ha estado gobernada por el kirchnerismo, una de las varias vertientes del peronismo, la principal fuerza política de Argentina.

Tras la muerte por problemas cardíacos de Kirchner el 27 de octubre de 2010 (exactamente tres años antes de los comicios de este domingo), el liderazgo del kirchnerismo recayó exclusivamente sobre los hombros de Cristina Fernández, quien se enfrenta en los próximos dos años al final de su gestión.

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