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Sudáfrica honra los 100 años de Nelson Mandela

Sudáfrica honra los 100 años de Nelson Mandela
19 de julio de 2018 - 00:00 - Redacción y Agencia AFP

Nelson Mandela, una de las figuras más grandes de la historia contemporánea, nació el 18 de julio de 1918. Y ayer cumplió 100 años.

Abogado, activista, político y filántropo, luchó contra la desigualdad social y el racismo institucionalizado no solo en su mandato, sino durante su vida.

Por esta razón Sudáfrica le rindió un homenaje por su  lucha contra el apartheid con una marcha simbólica encabezada por su viuda, Graça Machel, y un foro organizado por el expresidente  Barack Obama.

Cada año, el “Mandela Day”, que marca su nacimiento, recuerda su legado en el mundo con actividades. 

El martes, en un discurso en un estadio de Johannesburgo ante 15.000 personas, Obama recordó “la ola de esperanza que se apoderó del mundo” tras la liberación de “Madiba” (como lo conocen por el nombre del clan al que pertenecía) el 2 de febrero de 1990, después de que estuviera 27 años en la cárcel.

Nobel de la Paz
Por afiliarse al Congreso Nacional Africano y ser contrario a las políticas racistas estuvo encarcelado más de 27 años. Durante ese tiempo su reputación aumentó sin cesar, pues se convirtió en un potente símbolo de la resistencia para el movimiento antiapartheid.

En 1990 lo liberaron, en 1993 recibió el Premio Nobel de la Paz y en 1994 fue investido presidente. Fue el primer presidente negro de Sudáfrica, cargo que desempeñó hasta 1999.

Sin embargo, Sudáfrica, primera potencia industrial del continente africano, es actualmente el país menos igualitario del mundo, según el Banco Mundial.

El presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa, protegido de Mandela, celebró el acontecimiento en el pueblo natal de “Madiba”, en Mvezo, en la provincia de Cabo Oriental, en el sureste, donde inauguró una clínica.

Pero casi 25 años después del final oficial del apartheid la pobreza persiste en Sudáfrica, la economía se desmorona y el racismo aún atiza las tensiones.

Muchos ponen en duda a los sucesores de “Madiba” y la corrupción que gangrena la cima del Estado, especialmente en la presidencia de Jacob Zuma (2009-2018).

Unos pocos incluso lo tratan de “vendido” a la minoría blanca, que controla los motores económicos del país. En este contexto, una de las nietas de Nelson Mandela, Ndileka Mandela, se indignó ayer ante estas críticas.

“Es realmente repugnante, teniendo en cuenta los sacrificios que hizo”, sentenció la familiar.

Los libros
Pero la huella en la historia de Nelson Mandela va más allá de la política, pues  también es autor de los best sellers internacionales “El largo camino hacia la libertad” y “Conversaciones conmigo mismo”, además de un libro infantil en el cual Mandela recogió los cuentos más bellos y antiguos de África, “Mis cuentos africanos” (Siruela).

El líder sudafricano en sus libros describió los interminables años de prisión como la “universidad de la vida”. No se convirtió en un ciudadano lleno de rencor ni en un populista.

Mandela indicó que en prisión aprendió disciplina, humildad, paciencia y tolerancia.

Sin embargo, para otros exageró un poco, según las críticas que recibió de algunos personajes, como Julius Malema, líder del partido de los Combatientes por la Libertad Económica (EFF, por sus siglas en inglés), popular entre los perdedores de la Sudáfrica de hoy.

La gente de Malema predica actualmente un peligroso contra-racismo, pero también tiene un fuerte argumento: después de dos décadas de democracia no todos los sudafricanos tienen las mismas oportunidades.

“En ninguna otra parte del mundo existe una diferencia tan grande entre ricos y pobres. Las élites locales y los delegados europeos viven en barrios y villas muy seguros”, explicó Malema.

Claus Stäcker en su columna del diario alemán Deutsche Welle’s (DW) indica que los ideales de Mandela se chocan con muros de concreto de egoísmo en el mundo.

“Desde Ankara, pasando por Budapest y de Moscú hasta Washington, los líderes marcan el rumbo. Al mismo tiempo, el modelo de economía social de mercado y democracia representativa, que ha tenido éxito durante años, parece que se desequilibró y desmoronó el cemento social”. (I)

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