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¡Sí se puede!

¡Sí se puede!
29 de mayo de 2015 - 00:00

Lo que aconteció el domingo pasado en España no tiene libreto preestablecido y todo depende de cómo se vayan construyendo las nuevas narrativas políticas. Y esto lo vuelve fascinante y vulnerable a la vez. No se trata simplemente de un resultado electoral o del fin del bipartidismo, sino de un cambio de época en la cultura política española y europea. Lo que está en juego es el propio relato histórico y la posibilidad de que este abra un nuevo horizonte de futuro. Por eso, la disputa electoral es una más dentro de una larga lista de batallas que dan las nuevas formaciones políticas españolas.  

Uno de los grandes logros de las nuevas agrupaciones ha sido la conquista de las dos grandes ciudades: Barcelona y Madrid. Pero si bien los resultados de Barcelona ubican a Ada Colau como alcaldesa, la situación en Madrid es más delicada. Manuela Carmena ha quedado un punto por debajo del PP y deberá pactar con el PSOE para obtener la alcaldía. La pregunta incómoda es cómo tendrá lugar este pacto. No olvidemos que una de las principales banderas de Podemos y de otras agrupaciones, como EQUO o Ganemos, ha sido la de poner fin a la cultura de la transición, los pactos y las puertas giratorias.

No obstante, cualquiera que tenga buen pulso político sabe que un pacto con PSOE para la alcaldía de Madrid es sumamente estratégico. Y la cuestión será pensar muy bien en qué términos discursivos puede llegar a tener lugar ese pacto, puesto que ahí se juega en gran parte la nueva narrativa política, el nuevo juego de las identificaciones y los afectos. Decir sin más que la dupla Ahora Madrid y PSOE puede ser muy sensata y saludable para el país es un juego extremadamente peligroso. Nos remite otra vez a la lógica de la transición. Como si el pacto tuviera que hacerse “desde arriba”, por el bien de una nación supuestamente reconciliada con su propio destino, jugando otra vez al juego de que en el fondo todo es un poco parecido y tiramos para el mismo lado. O introduciendo la cuestión en una especie de urgencia moral y personalista. Como si el virtuosismo de las figuras bastase para encaminar la cuestión, llevándonos otra vez a la cultura de los pactos de caballeros y olvidando la dimensión popular y de base que está propiciando este nuevo momento histórico. Anteponer una valoración moral para pensar este pacto corre el riesgo de neutralizar el debate político. Por eso es imprescindible que no se pierda de vista el registro político que sostiene a este momento. Hace falta seguir analizando con  mucha agudeza, honestidad y sensibilidad, en un momento donde se juegan muchas cosas a nivel español, europeo y mundial.

Hoy más que nunca hace falta recordar las palabras de Álvaro García Linera a Pablo Iglesias cuando le decía que se había abierto una brecha que debíamos aprovechar. Y añadía que así como el Sur de Europa había tomado nota de los proyectos latinoamericanos, América Latina debería tomar nota de las transformaciones europeas. Al escenario griego ahora se suma el cambio español y esto supone momentos de aprendizaje para todos aquellos que buscamos un proyecto hegemónico diferente. Como decía hoy Cristina Fernández de Kirchner a propósito del 25 de mayo en Argentina: lo que está en juego no son gobiernos sino proyectos políticos. Pero los proyectos políticos no pueden limitarse a un nivel estrictamente nacional, es necesario trascender esa dimensión e inscribirlos en un relato más amplio. Solamente así estaremos en condiciones de construir un bloque histórico como alternativa al  neoliberalismo contemporáneo. (O)

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