Los sondeos le dan un 20% de las intenciones de voto
Sergio Massa, el disidente kirchnerista que busca captar votos con críticas al gobierno
Sergio Massa, el tercero en discordia en las elecciones presidenciales del 25 de octubre en Argentina, es un producto político genuino moldeado en la década neoliberal del 90. Hoy, como candidato de la alianza Unidos por una Nueva Argentina (UNA), quiere ser presidente con un discurso crítico hacia el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, del cual llegó a ser su jefe de gabinete. Pone énfasis en la corrupción y lo que considera un mal manejo económico, pero rescata las políticas positivas que impulsó el “kirchnerismo” en los últimos 12 años.
La estrategia es clara: colocarse en el medio de la “continuidad” expresada por el postulante del oficialista Frente para la Victoria (FpV), Daniel Scioli, y el “cambio” que pregona el candidato de la derechista alianza Cambiemos, el alcalde de la ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri.
Sergio Massa nació el 28 de abril de 1972 en la localidad bonaerense de San Martín, en la periferia oeste de la ciudad de Buenos Aires, en un hogar de clase media acomodada, hijo de un empresario de la construcción. De niño tuvo una formación católica en el colegio Agustiniano, uno de los más tradicionales de la zona.
En la adolescencia comenzó a militar en la Unión del Centro Democrático (Ucede), un partido fundado por el histórico líder de la derecha conservadora argentina, Álvaro Alsogaray, un férreo impulsor del neoliberalismo en el país austral. Ya por entonces Massa tenía carisma y ambición. Pronto alcanzó la vicepresidencia y enseguida la presidencia del partido, a nivel provincial, entre 1994 y 1996.
Cuentan quienes lo conocen de chico que Massa era hincha de San Lorenzo, pero con el correr de los años empezó a identificarse con Chacarita, el histórico club de la localidad de San Martín, a instancias de quien se convertiría en su “padrino político”, el sindicalista gastronómico que luego sería presidente de esa institución deportiva, el hoy diputado nacional y aliado gremial Luis Barrionuevo.
Eran tiempos en que el peronismo había abrazado el neoliberalismo de la mano del entonces presidente Carlos Menem (1989-99). Alsogaray y los suyos se habían sumado al gobierno de manera entusiasta aportando dirigentes y cuadros en la estructura ejecutiva. Massa también se sumó al “menemismo” pero dio un paso más: decidió saltar hacia el peronismo cobijado por Barrionuevo, quien en la época pasó a la historia por decir ante una cámara de TV una frase de la que nadie se ha olvidado en el país austral: “Tenemos que dejar de robar por los menos por dos años”.
Barrionuevo fue entonces su “jefe” político. Su primer cargo fue como asesor del concejal peronista de la municipalidad de San Martín, Alejandro Keck. Pero pronto, bajo iniciativa del dirigente gremial, pasó a ocupar una subsecretaría en el Ministerio del Interior. Luego fue asesor del entonces secretario de Desarrollo Social, el cantante Ramón ‘Palito’ Ortega y finalmente fue electo diputado provincial en las listas del peronismo.
En 2001 Massa conoció a su actual esposa, Malena Galmarini (con quien tiene dos hijos), primogénita del exfuncionario “menemista” Fernando Galmarini, un dirigente que sentó sus bases en la localidad bonaerense de Tigre. Massa entonces se mudó allí y volvió a cambiar de “camiseta”: se hizo hincha de Tigre, por entonces en la tercera categoría del fútbol argentino, donde jugaba su cuñado, Martín Galmarini. Massa incluso se convirtió en vocal del club.
Tras la caída del presidente Fernando de la Rúa (1999-2001), en medio de la peor crisis social y económica de la historia del país austral, Massa fue designado titular de la estratégica Administración Nacional de la Seguridad Social (Anses) por el entonces mandatario provisional, el peronista Eduardo Duhalde, a instancias de su suegro, que se había reciclado en el “duhaldismo”. Massa pasó a ser entonces una persona influyente ya que manejaba fondos millonarios.
Entonces entendió que el fútbol podría ser una buena plataforma política: a pesar de ser solo un “vocal” de Tigre se convirtió en la “cara visible” del club, gestionando importantes contratos de auspicio que llevaron al equipo a saltar de la tercera categoría a la primera división en pocos años. Aún hoy, son muchos los argentinos que piensan que Massa fue presidente del club Tigre.
Massa, desde esa doble exposición pública que le daba el fútbol y la Anses, pasó a ser un personaje popular. Enseguida se acomodó en el nuevo gobierno de Néstor Kirchner (2003-2007), que lo mantuvo al frente de esa dependencia estatal. Y en 2005 fue electo diputado nacional, pero renunció para seguir al frente de la Anses por pedido de Kirchner. Massa, por entonces, era un fiel cuadro “kirchnerista”.
Pero dos años después dio el gran paso: se lanzó como candidato a la alcaldía de Tigre, en la periferia norte del Gran Buenos Aires, un territorio de clase media bendecido por la naturaleza con canales e islas donde pasan los fines de semana miles de argentinos. Ganó los comicios por amplio margen.
Sin embargo, un año después, en 2008, tuvo que pedir licencia por un hecho inesperado: la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, quien había sucedido a su esposo en la Casa Rosada, lo designó su jefe de gabinete. Se convirtió entonces en un férreo defensor de las políticas oficiales y en un virtual vocero de gobierno. Un año después fue electo diputado nacional por el oficialismo, pero tampoco asumió esa vez: prefirió volver a la alcaldía de Tigre. Allí, en 2009, comenzó el proceso de ruptura con el “kirchnerismo”. En las elecciones de ese año, una lista vecinal de Massa, liderada por su esposa, obtuvo 14 puntos más que la del oficialismo. El “kirchnerismo” nunca se lo perdonó.
Su paso por la intendencia de Tigre -donde fue reelecto en 2011- fue exitoso. Massa entendió la importancia del “marketing” y la publicidad de las tareas de gobierno y esa estrategia le dio sus frutos. Publicitó hasta el hartazgo su programa de cámaras de seguridad en las calles del municipio para combatir la delincuencia, un sistema copiado por alcaldías vecinas y que la prensa opositora instaló como un “modelo” a seguir. En esos años, Massa en teoría seguía siendo un intendente “kirchnerista” pero en la práctica esperaba las elecciones legislativas de 2013 para dar el salto hacia la oposición.
Ese año dio el gran golpe. Anunció su salida del oficialismo y armó el Frente Renovador peronista conformado por “exkirchneristas” que vaticinaban un “fin de ciclo” tras una década de gobierno progresista y veían en él al nuevo peronismo. Incluso intentó sin éxito que lo acompañara Daniel Scioli. La negativa del hoy candidato oficialista a pasarse a la oposición le valió un recordado insulto de la esposa de Massa, Malena Galmarini, en los pasillos de un canal de televisión: “con vos todo mal, forro” (un insulto fuerte que alude a un preservativo). El frente Renovador fue el gran triunfador de esos comicios y Massa, electo diputado, pasó a ser el principal rostro “presidenciable” del país.
Pero en estos dos últimos años su figura ha decaído, en especial porque ya no podía mostrar ninguna gestión ejecutiva desde el Congreso, como sí lo hicieron sus rivales Daniel Scioli, como gobernador de la provincia de Buenos Aires, y Mauricio Macri, jefe de gobierno de la capital.
Massa fue cayendo en los sondeos en forma constante, en la misma medida que el gobierno nacional recuperaba popularidad y otros dirigentes volvían al redil tras su paso por el Frente Renovador.
Hoy Massa -a quien los sondeos le dan un 20% de las intenciones de voto- tiene escasas posibilidades de ser el próximo presidente. Los opositores “puros” desconfían de un hombre que estuvo casi 10 años en las filas “kirchneristas” y los oficialistas lo consideran simplemente un “traidor”.
Y en un país futbolero como Argentina, donde se puede cambiar de mujer, pero nunca de “camiseta”, son muchos los que miran de reojo a un hombre que primero fue hincha de San Lorenzo, luego de Chacarita y finalmente de Tigre. (I)