En medio de una abstención histórica que demuestra el poco interés de los colombianos por el futuro de su país, los partidos políticos de derecha fueron los triunfadores en la primera vuelta electoral y ahora aglutinan fuerzas para tomarse el poder y de paso acabar con el proceso de paz que actualmente adelanta el Gobierno de Juan Manuel Santos.

Sin duda el gran perdedor del proceso electoral fue la paz, ya que el candidato del partido de derecha Centro Democrático, Oscar Iván Zuluaga, alfil del expresidente Álvaro Uribe, insistió en que si llegara a la presidencia su primer acto de gobierno sería suspender el proceso de negociaciones con las guerrillas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

Zuluaga, que ganó la primera vuelta con el 29% de las votaciones contra el 25%  alcanzado por Santos (450 mil votos de diferencia), ya está en plena campaña para convencer a los sectores más conservadores de la población de que la guerrilla debe someterse y aceptar lo que le proponga el Gobierno.

“Esas condiciones no se las va a aceptar la guerrilla, que a pesar de haber sido golpeada por el expresidente Álvaro Uribe, nunca ha sido vencida ni sometida. Esa guerrilla quiere una salida política y por eso aceptó iniciar un proceso de paz con el presidente Juan Manuel Santos”, quien gobierno el país desde 2010, sostiene el politólogo Bernardo Ramírez.

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También destaca que fueron muchos, millones de colombianos, los que prefirieron quedarse en sus casas y no votar en esta primera vuelta, haciendo que la abstención llegara al 60%. Para estas votaciones estaban habilitados casi 33 millones de ciudadanos para votar, y solo lo hicieron alrededor de 14 millones.

Para el analista Rodrigo Serna, el hecho de que el abstencionismo sea uno de los protagonistas de las elecciones, demuestra que algo está mal, que los mensajes no calan entre la gente. “Yo estoy sorprendido por la indiferencia de la gente con el proceso electoral. Parece que estuvieran hastiados de tantos escándalos de los partidos políticos y de las alianzas de última hora que no cuajan ideológicamente, como lo demuestran los resultados en Bogotá, donde se esperaba que el respaldo del alcalde Gustavo Petro a Santos sumara votos a favor del gobernante. Pero en la capital ganó Zuluaga y segunda quedó Clara López”, sostiene Serna.

Efectivamente, el respaldo que Petro le dio a Santos no se vio en las urnas. Para Serna, “ese respaldo llegó tarde y no convenció a los petristas que son de izquierda. Esos votaron por Clara López por identidad política”.

Amalia Ronderos, ama de casa y que prefirió no salir a votar, expresa que en las elecciones presidenciales del 2010 votó por Santos, pero que ahora ninguno de los candidatos la convenció.

“Nunca me he dejado llevar por las ideas de la derecha. Ni Zuluaga ni Santos lograron proponer cambios. Santos me desilusionó ya que su mensaje sobre la paz no cuajó, ya sabemos que están en negociaciones con la guerrilla, pero no sabemos lo que se está negociando y esa es la falla. Es una negociación de espaldas al pueblo y eso es lo que le estamos reclamando”, menciona Ronderos.

“Ahora la macroeconomía va bien, pero la micro no. Tengo una hermana desempleada desde hace un año y está perdiendo su juventud en lograr un puesto, nadie se lo da a pesar de que el gobierno muestra resultados de una caída en el desempleo. Ya no les creemos”, añadió.

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A la conquista de los votos

Ahora se avizora una campaña de vértigo para la segunda vuelta que deberá realizarse el próximo 15 de junio. En los círculos políticos los dos candidatos ya empiezan a reacomodar sus fichas y a lanzar propuestas para que los otros partidos les den su respaldo.

Por ejemplo, muchos analistas dan por descontado que la mayoría de los casi dos millones de votos de Clara López, del Polo Democrático y que ocupó el cuarto lugar de la votación, migrarían hacia Santos, con quien definitivamente tienen más coincidencias -básicamente el respaldo al proceso de paz- que con Zuluaga.

Al mismo tiempo, los dos millones de votos de Marta Lucía Ramírez, del Partido Conservador, por el contrario estarían más cerca de Zuluaga, aunque Santos le apostará a conquistarlos. Por las filas del Partido Verde, de Enrique Peñaloza, la situación no se ve tan clara, pues su campaña fue crítica tanto con Santos como con Zuluaga. De todas maneras, se trata de un voto independiente, mayoritariamente urbano y muy crítico de fenómenos como la corrupción y el paramilitarismo, a los que en política ha sido más asociado el uribismo.

El principal reto que tienen ahora los candidatos es arrastrar esa gran masa de inconformes y de abstencionistas. Colombia tiene un potencial electoral de casi 33 millones de personas y, de esas, solo 3,7 millones están con Zuluaga y 3,3 millones más con Santos. Es decir, 26 millones de personas no están con ellos. Peor aún, más de 19 millones de potenciales electores se abstuvieron de ir a las urnas. No les sedujo la propuesta de nadie. No apoyaron a ningún candidato.

De allí que semejante caudal hace ver pequeño el medio millón de votos que Zuluaga le sacó a Santos en la primera vuelta presidencial.