Robert Mugabe dice adiós a una África cambiante
El anuncio de la muerte del histórico expresidente de Zimbabue, Robert Mugabe, quien se aferró con uñas y dientes al poder durante 37 años, eternos para su pueblo, constituye un exponente más de una África cambiante en la que cada día hay menos cabida para libertadores autoritarios.
Al ser uno de los impulsores de la independencia de Zimbabue, unos lo consideraron un héroe que puso fin al gobierno de la minoría blanca en la nación africana. Pero su imagen mutó con los años, para convertirse en un gobernante de mano dura, “un dictador” que destruyó un país con el fin de mantenerse en el cargo. En 2017 fue derrocado por un golpe militar.
Ahora, el fin de su vida casi centenaria -a los 95 años- es un reflejo de los nuevos tiempos que recorren África y de un hecho claro: nadie es intocable y quienes, al igual que él, lucharon por la libertad de sus pueblos pero se apropiaron de unas naciones que todavía aprendían a ser libres, pueden caer en cualquier momento.
Desde la minúscula Gambia hasta la gigante Angola, pasando por las arenosas Burkina Faso y Sudán, todos esos países han dicho adiós en los últimos años (o meses) a longevos jefes de Estado -en grado medio o superlativo- corruptos, déspotas y muy personalistas, en una suerte de “primaveras” políticas nacidas bajo anhelos de cambio.
“Serviré al pueblo de Gambia y si (para ello) tengo que gobernar este país durante mil millones de años, así lo haré, si Alá lo quiere”, aseguró a la cadena BBC a finales de 2011 el entonces presidente de Gambia, Yahya Jammeh, en el poder durante 22 años y quien finalmente accedió a dejar la presidencia en enero de 2017.
Sus compatriotas pudieron entonces tomar una bocanada de aire al despedirse de quien durante más de dos décadas convirtió este país en su patíbulo personal: con un escuadrón de la muerte responsable de miles de desapariciones forzosas y ejecuciones extrajudiciales.
Meses más tarde, a finales de septiembre de 2017, el gran patriarca de Angola, José Eduardo Dos Santos -apodado por los más jóvenes como el “monstruo saqueador”- entregaba el relevo de la presidencia, tras 38 años de mandato, al general afín Joao Lourenço.
Y a finales de 2018, la demanda en Sudán de un alimento tan básico como el pan regurgitaba en forma de masivas manifestaciones que en abril de 2019 provocaron la caída del dictador Omar al Bashir, en el poder durante 30 años y acusado de crímenes de guerra y lesa humanidad. (I)