Las bases del fujimorismo se han ampliado al interior del perú
PPK está optimista por el tono de reunión con Keiko
“Me da mucho optimismo el tono de esta reunión, que estoy seguro tendrá frutos en el futuro no muy distante”, afirmó ayer el presidente de Perú, Pedro Pablo Kuczynski (PPK), luego de reunirse con la líder del partido opositor, Keiko Fujimori.
De acuerdo al mandatario, durante más de dos horas ambos abordaron la lucha anticorrupción y la mejora del sistema judicial, de la contraloría y de los órganos de supervisión. Asimismo, trataron la reactivación de la economía relacionada a grandes inversiones y vinculada a zonas rurales, así como la referida a proyectos de riego.
No está escrito en ningún lado. Pero en Perú, desde que Alberto Fujimori dejó el poder, en medio de una sociedad dividida y convulsionada, en el año 2000, la costumbre de sostener un diálogo nacional se impuso como marca referencial en todos los gobiernos que le han seguido. Un espacio para que el oficialismo escuche a la oposición y, de ser posible, incorpore orientaciones que considere adecuadas.
No está escrito en ningún lado. Pero en el Perú, desde que Alberto Fujimori dejó el poder, en medio de una sociedad dividida y convulsionada, en el año 2000, la costumbre de sostener un diálogo nacional se ha impuesto como marca referencial en todos los gobiernos que le han seguido. Un espacio para que el oficialismo escuche a la oposición y, de ser posible, incorpore orientaciones que considere adecuadas en el manejo del poder, es el objetivo de este diálogo.
Pedro Pabo Kuczynski, actual mandatario del Perú, se asoma así a su segundo dialogo nacional. Lo llamativo en esta cita es que, al igual que el diálogo sostenido en diciembre pasado, su interlocutor es único y el mismo: Keiko Fujimori.
Ungida como heredera del capital político que su padre, encarcelado desde 2007 por delitos de lesa humanidad, amasó durante los diez años en los que controló el Ejecutivo, Legislativo y Judicial, con una clara presencia y manipulación de los medios de comunicación, Keiko concentra el peso político de oposición que, a lo largo de estos doce meses de gobierno “pepekausa”, ha sido la piedra de choque constante.
Tras su posesión, el 28 de julio del 2016, Kuczynski, conocido como un lobista al servicio de casi una decena de gobiernos peruanos, apostó por un equipo de corte tecnocrático, falto de maniobra política pero, de acuerdo a su criterio, “de lujo” en materia de administración y planificación. Marco Sifuentes, un destacado periodista del medio, hace unas semanas en su columna de opinión semanal, decía que esa apuesta era, a la vez, el error de PPK: “no se puede gobernar con sus amigos de playa”, sentenciaba Sifuentes.
Y es que asomarse a una país como el Perú contemporáneo implica, a la vez, asomarse a una serie de disputas políticas dominadas por el fujimorismo: los últimos diez años, en los que Keiko Fujimori ha sido dos veces finalista en las elecciones presidenciales, han servido para que las bases de ese partido se expandan de forma amplia al interior del país. Los poderes intermedios, alcaldes, presidentes de región y congresistas, son ahora, en gran parte, bastión del fujimorismo, una tendencia política que pasó, también en esta década, de luchar por la libertad de Alberto Fujimori a ser garante del firme proceso neoliberal que vive este país.
Por eso es que la cita de este martes 11 de julio tiene, como en diciembre pasado, a Keiko Fujimori como actora única y principal del dialogo nacional. No están los sectores campesinos, los estudiantes, los maestros, los desempleados, las minorías sexuales o étnicas. La nación está representada por PPK y Keiko sentados en una sala de palacio de Gobierno.
Se anticipó que el diálogo estaría centrado en cinco temas: seguridad, empleo, reactivación económica, lucha contra la corrupción y reconstrucción del país. Una formalidad. La sazón de este encuentro está establecida en el nudo de tensiones que el Ejecutivo y el Congreso han ido cosechando a lo largo de este primer año de mandato.
Dos son las claves en ese panorama.
Primero: la gobernabilidad que exigía PPK, al saberse dominado por la mayoría fujimorista en el parlamento, no ha alcanzado los objetivos deseados. Tras recibir poderes especiales para gobernar, el Ejecutivo ha equivocado varias veces el camino del diálogo político poniendo por delante una serie de reformas administrativas que buscan aumentar la inversión en mega proyectos y descuidan los problemas de fondo: desigualdad, desempleo, violencia y corrupción son, de acuerdo a la percepción general de los peruanos, temas que no se han tocado, que no han sufrido modificación alguna.
La reacción del fujimorismo frente a esos errores ha sido evidente: una constante restricción del oxígeno a las iniciativas del gobierno se ha traducido en inestabilidad política: cuatro ministros interpelados por el pleno, tres de los cuales fueron cesados de forma directa o indirecta por la presión parlamentaria. Y sobre esa riel una constante deformación del diálogo que ha llevado, por momentos, a pensar que en el fondo, quien gobierna el país, es el fujimorismo.
Segundo: la agenda propia de la mayor fuerza política del país parece imponerse sin pausa. A la cabeza de esas prioridades la cabeza de Alberto Fujimori. Con el paso de los meses, la idea de un indulto al ex presidente ha ido ganando espacio en la agenda gubernamental. Que si se trata de un indulto o un “perdón médico” como ha mencionado Kuczynski, es lo de menos. Lo de más, al parecer, es la coincidencia entre fujimoristas y oficialistas de que el momento para liberar a Fujimori nunca antes fue tan propicio como este.
Ya no hay reserva frente al tema. Kenji Fujimori, quien ha ganado notoriedad frente al liderazgo de su hermana, escribió apenas unas horas antes del encuentro entre PPK y Keiko, que su prioridad número uno fue, es y será, la libertad de su padre. Lo demás es secundario. No sería tan grave de no ser porque Kenji, el congresista que más votos recibió en la última elección, representa la alternativa política del fujimorismo con proyección a gobernar en 2021. El tema del indulto, así puesto, supera a la sola libertad del “Chino”, como es conocido el encarcelado ex mandatario: implica la evidencia de que, en este gobierno, como en todos los que lo precedieron, la figura de un país dividido, viciado por la corrupción y la mentira, se fortalece por distintas vías. En la figura de Fujimori, de sus hijos que se empeñan en verlo libre, se materializa gran parte de los conflictos que vive el país.
El resultado de este diálogo probablemente abra vías para un tiempo de distensión y gobernabilidad. Pero queda la duda de si ese tiempo, como el de antes, volverá a ser desperdiciado por el Ejecutivo en el empeño constante por acaparar inversión, y volverá a ser aprovechado por el fujimorismo, en su empeño cada vez más efectivo de hacerle creer al peruano que todos gobiernan mal, que todos equivocan el camino, que la única alternativa es el regreso del “Chino”, el regreso de él aun cuando sea en la imagen y semejanza de sus hijos. (I)