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¿Por qué el Foro Social Mundial se ha agotado?

¿Por qué el Foro Social Mundial se ha agotado?
18 de noviembre de 2013 - 00:00

El Foro Social Mundial (FSM) fue la primera gran reacción internacional a la ola neoliberal que pasó a devastar el mundo en las últimas décadas del siglo pasado. Era una ola tan devastadora, que el lema del FSM era minimalista: ‘Otro mundo es posible’. Se estaba buscando afirmar la disconformidad con las tesis del Fin de la Historia y el Consenso de Washington.

Esas tesis, nacidas en la derecha –con Reagan y Thatcher– se habían difundido hacia otras corrientes: socialdemocracia, nacionalismos, revelando su capacidad hegemónica. El FSM nació en la contramano de esa ola, teniendo un éxito inmediato, al demostrar el potencial que la resistencia a esa ola suscitaba.

Su auge fueron las movilizaciones en contra de la guerra de Irak, las más grandes manifestaciones conocidas hasta aquí, donde el FSM tuvo un rol importante en su convocatoria. A partir de ese momento se inició un declive del FSM.

El mismo hecho de no haber realizado un balance de las manifestaciones y discutir la forma de dar continuidad a la lucha por la solución pacífica y no violenta de los conflictos mundiales, ya revelaba una debilidad fundamental del FSM. La hegemonía de las ONG y de algunos teóricos vinculados a las concepciones de esas entidades fue responsable por la decadencia del FSM.

El FSM había nacido en el marco de una ambigua reacción ideológica y política al final de la Guerra Fría y la posición frente al Estado fue determinante para esa ambigüedad. Hay que recordar que el lema central de Reagan era que el Estado no era la solución, sino el problema. Se descargaban sobre el Estado las bacterias fundamentales de la nueva derecha, a lo que se sumaban las ONG y sus teóricos.

El lema ‘reaganiano’ hacía parte de la nueva hegemonía liberal en el mundo, con su vertiente del Estado mínimo –con la correspondiente centralidad del mercado– y la política de promoción de la ‘sociedad civil’, con contornos imprecisos y fuertemente permeables a interpretaciones ambiguas. ONG con las visiones teóricas vinculadas a ellas dentro del propio FSM centraban su fuego en contra del Estado. En ese campo ambiguo se confundían ONG, intelectuales eurocéntricos y el propio campo neoliberal.

No por acaso las ONG consideraban como una cuestión de principio la no participación de los partidos políticos en el FSM. Postura que llegó al absurdo de que presidentes latinoamercanos, como Hugo Chávez, Lula, Rafael Correa, Evo Morales, tuvieron que presentarse en un acto paralelo, externo a la programación oficial del FMS de Belem, en 2009. El FSM perdía el hilo de la lucha real en contra del neoliberalismo, que se hacía desde gobiernos, con Estados y partidos políticos como partes indispensables en esa lucha.

El FSM y los intelectuales vinculados a las visiones de las ONG, hegemónicos en la organización de los eventos, se separaban de la construcción del otro mundo posible, llevada a cabo por los gobiernos progresistas latinoamericanos. Gobiernos que rompían con la centralidad de los ajustes fiscales del neoliberalismo, imponiendo la prioridad de las políticas sociales. Gobiernos que priorizan los procesos de integración regional y los intercambios Sur-Sur, en lugar de los tratados de libre comercio con Estados Unidos.

Gobiernos que, además, rescatan el rol del Estado como inductor del crecimiento económico y como garante de los derechos sociales de todos. Las mismas propuestas del FSM, como la recuperación de los derechos sociales expropiados por el neoliberalismo y la regulación de la circulación del capital financiero, solo podrían ser realizadas a través del Estado. Rechazando el Estado en favor de la ‘sociedade civil’, las ONG e intelectuales vinculados a ellas –en general europeos o latinoamericanos con visiones eurocéntricas– han quedado reducidos a la impotencia política y al aislamiento de los movimientos populares.

Mientras América Latina, que había sido víctima privilegiada del neoliberalismo, elegía y consolidaba gobiernos antineoliberales, el FSM, al perder sintonía con la historia real, se fue vaciando. Las ONG caracterizan a los foros como lugar apenas de intercambio de experiencias entre distintos movimientos, sin plantearse alternativas a la construcción del posneoliberalismo. Ni siquiera reservan lugar para el debate necesario entre gobiernos progresistas y movimientos sociales.

Las ONG y los teóricos de la ‘sociedad civil’ han tenido su paradigma liberal, antiestado, superado por la realidad.

Los errores teóricos son pagados de forma grave por la realidad concreta, relegando el FSM a la intrascendencia y a visiones equivocadas, que perdieron el sendero de la construcción del otro mundo posible, encarnados por los gobiernos posneoliberales de América Latina.

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