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Por crisis, más personas están sin techo en Grecia

Por crisis, más personas  están sin techo en Grecia
03 de enero de 2012 - 00:00

Georgios Markuris, un informático que trabaja en la Universidad de Atenas, nunca pensó que iba a llegar a ser uno de 20.000 griegos a los que la crisis de la deuda,  cuyo monto supera los 300.000 millones de euros (390.000 millones de dólares), ha privado de un hogar. 

Markukis, que también actuó como músico e incluso viajó a Latinoamérica para aprender música local, junto con el conocido grupo boliviano Los Kjarkas, relata como llegó a esta situación de pobreza.

“Perdí mi trabajo y entré en una profunda depresión. Me convertí en otra persona. Perdí a mis amigos y mi familia. Hace tres meses me encontré en la calle, sin hogar”, explica.

Desde que estalló la crisis de la deuda a mediados de 2010 y Grecia fue objeto de un plan de rescate de la Unión Europea (UE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), a cambio de duras medidas de austeridad, decenas de miles de negocios han cerrado y el número de habitantes que vive por debajo del umbral de la pobreza aumentó drásticamente.  Además, el país cerró el tercer trimestre de  2011  con 878,266 desocupados, según  el Servicio de Estadísticas Griego, pero  uno de los rostros más duros de la crisis es el de las personas sin hogar, un fenómeno antaño casi desconocido en Grecia, pero que ahora es muy común.

En el último año, el número de personas “sin techo” ha aumentado un 25% y la mayoría tiene  un perfil totalmente distinto  al de antes, explica Olga Theodorikaku, coordinadora de la asociación humanitaria “Klimaka”. “Proceden de la clase media. Hasta hace poco tenían un trabajo y una casa. El único factor que los ha convertido en “sin techo” ha sido el desempleo”, agrega.

Markuris reconoce que él es un afortunado, ya que ha encontrado alojamiento en el centro de “Klimaka”, pero en   el país solo hay 300 plazas, es decir, una para cada 67 personas sin vivienda.

Spyros Psijas, ex  representante griego en la Federación Europea de Asociaciones de Ayuda a los “sin techo”, resalta que el problema tiene que ver  con que Grecia no reconoce a las personas sin hogar como un grupo en riesgo de exclusión social, lo que impide que haya políticas adecuadas para luchar contra el problema.

“Grecia carece de un verdadero Estado del Bienestar. Los parados reciben una ayuda de desempleo durante un año, pero después se quedan sin nada. Los trabajadores autónomos ni siquiera tienen derecho al paro”, manifiesta Panos Tsakloglu, profesor de la Universidad de Economía y Negocios de Atenas. “Hasta ahora era la familia la que evitaba que esta gente cayese en la pobreza. Pero ahora también esto está fallando”, añade.

La ONG Médicos del Mundo (MdM) dispone de cuatro centros en Grecia, y hasta el año pasado, parecía impensable que los paquetes que distribuye fuesen recibidos por la población local de un país que, desde 1981, forma parte de la Unión Europea. Pero ya no es así: si hace un año solo el 7% de los atendidos por MdM era de griegos, ahora son más del 30%. “Cuando una persona pierde su empleo en Grecia debe comenzar a pagar por los servicios médicos.

Quizás se piense que el precio no es alto (5 euros por visita médica) pero si las familias dependen incluso de la caridad para comer, es mucho dinero”, cuenta Nikitas Kanakis, presidente de MdM Grecia.

Solo en Atenas, las organizaciones de caridad reparten unas 20.000 comidas diarias. Uno de esos lugares es el centro Kyada.

Alrededor de 2.000 personas se agolpan en la fila, en la que es fácil reconocer a los nuevos pobres. Sus ropas denotan su hasta hace poco pertenencia a la clase media y es patente que no se sienten cómodos en esas filas. La comida -un plato de guisantes junto con una rebanada de pan- se termina rápido y los que se han quedado sin comer avanzan con gesto resignado y se conforman con una bebida.

Psijas se queja de que el Estado tiene que ser reemplazado por las ONG: “Creo que los políticos no se dan cuenta de lo que se nos viene encima”, enfatiza.

Theodorikaku considera que los nuevos sin techo son “fácilmente reintegrables” en la sociedad, puesto que son personas cualificadas y en edad productiva, pero sólo si se actúa y se les ayuda.

“Si pasan más de un año en la calle, se acostumbran a ello y piensan que no hay ninguna salida. Entonces las posibilidades de que puedan volver a una situación normal son   escasas”, alerta.

El marinero Yorgos es uno de ellos. Hasta hace dos décadas trabajaba en la poderosa flota comercial griega. “Viajábamos por el Mediterráneo. España me gustaba mucho: Tarragona, Algeciras, Pasajes”, recuerda. Pero desde hace años vive en la calle, a merced de la intemperie, las drogas, la miseria. Da una calada a su pipa de heroína y se sumerge en el pesado y placentero sueño de sus recuerdos, tratando de olvidar lo que le rodea.

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