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Plañideros solidarios dan el último adiós a difuntos anónimos en Lisboa

Plañideros solidarios dan el último adiós a difuntos anónimos en Lisboa
24 de diciembre de 2014 - 08:26 - Agencia AFP

El coche fúnebre cruza lentamente el cementerio lisboeta de Benfica, seguido de cuatro personas que caminan en silencio bajo una llovizna glacial. No son familiares del difunto, sino voluntarios que apenas conocen su nombre.

Desde 2004, los miembros de la cofradía católica de la Misericordia y San Roque acompañaron los funerales de 1.250 personas fallecidas en la capital portuguesa "sin familia, sin techo y sin amor".

Son ancianos abandonados en los hospitales, sin hogar o indocumentados, inmigrantes cuyas familias no han podido repatriar el cadáver y a veces mortinatos dejados en la maternidad o recién nacidos hallados en los vertederos de basura. Hay más hombres que mujeres.

"No podemos sostener su mano cuando llega la muerte, pero podemos acompañarlos con dignidad en su último recorrido en esta tierra", cuenta Mario Pinto Coelho, uno de los responsables de la cofradía.

La promotora de la iniciativa, Ana Campos Reis, comenzó yendo a funerales de los enfermos de sida rechazados por sus familias. Desde entonces, esta enfermera de formación afirma haber acompañado "más de 2.000 entierros".

Campos Reis, de 62 años, tiene previsto escribir un libro contando las cinco historias que más la impactaron. "Cuando se trata de niños, es inevitable preguntarse ¿por qué?, ¿dónde están los padres?", dice.

"Saber su nombre"

Una tarde de diciembre, los miembros de la cofradía sólo saben que entierran a Laura, fallecida a los 99 años.

"A veces nos enteramos de que murieron en casa, en el hospital o en la calle, en algunos casos los servicios forenses y la policía ni siquiera logran saber el nombre", explica Pinto Coelho.

De los aproximadamente 150 miembros de la cofradía, unos quince se relevan para cumplir con la última de las siete obras de misericordia espirituales enunciadas por la doctrina católica: "rezar a Dios por los vivos y por los muertos".

La séptima obra de misericordia corporal, que consiste en "enterrar a los muertos", o sea pagar por los entierros, corre a cargo de la Santa Casa de la Misericordia de Lisboa, una institución fundada por la iglesia hace más de 500 años y financiada actualmente con ingresos de la lotería.

Al final del cementerio de Benfica, el padre Cecilio oficia una breve ceremonia. "Muchas gracias, en nombre de Laura, por este gesto de caridad", dice a los miembros de la cofradía de San Roque a modo de conclusión.

"Ángeles guardianes"

Su voluntariado les acaba minando la moral, por lo que la cofradía prevé para ellos un programa de "apoyo espiritual y psicológico".

"Me han preguntado una vez si no se me aparece la gente a la que he acompañado. He sufrido, pero son más bien mis ángeles guardianes que fantasmas", dice con voz melosa Campos Reis.

Ana Cristina, otra voluntaria, lo considera "un acto de amor y compasión". "Es muy triste pensar que hay gente que muere y nadie va a su entierro", añade esta mujer, con un ramo de lirios en las manos.

"La idea de un coche fúnebre que pasa sin que nadie lo siga me choca. No puedo dejar a este ser humano partir solo", comenta Antonio Balcao Reis, un oficial de la marina de guerra jubilado.

"Personalmente, no siento la necesidad de conocer su historia. Es alguien que pasó por aquí, que terminó su vida en una situación de abandono y del que me siento su hermano", añade este hombre de 76 años.

Después de una última oración, las paladas de tierra húmeda que cae sobre el ataúd de Laura rompen el silencio. Es el último de una hilera de montículos cubiertos de flores. Pero el suyo sólo tiene una corona.

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