Los resultados de las elecciones al Parlamento europeo se conformaron a lo previsto. Los partidos tradicionales perdieron terreno frente a nuevas formaciones. Mientras que los socialistas (PSE) y los liberales (ALDE) han perdido cada uno 10 escaños, el grupo de los conservadores del Partido Popular Europeo (PPE) tuvo que dejar más de 60. Los ‘euroescépticos’, los soberanistas y la izquierda radical ganaron un cierto espacio. Se confirma también la tendencia de abstención en estas votaciones, pues llegó a casi al 57% en toda la Unión Europea (UE).

En Francia hubo un escenario parecido a la noche del 21 abril 2002, cuando el Frente Nacional (FN) había llegado en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. En esta ocasión el Frente Nacional (FN), partido de extrema derecha, alcanzó un resultado de 25% (contra 6% en 2009), imponiéndose como la primera fuerza del país y derrotando así a los conservadores de Unión por un Movimiento Popular. También se impuso sobre la mayoría presidencial socialista, que tuvo su peor resultado a este sufragio (14%). El primer ministro Manuel Valls consideró el evento como un momento grave, negando -por lo tanto- cualquier reorientación de la política del Gobierno.

En Reino Unido, los ‘anti-UE’ se encuentran también más potentes que nunca. El United Kingdom Independence Party (UKIP) obtuvo el 28% de los votos, superando por primera vez en unas elecciones de altura nacional a los conservadores y al Partido Laborista. “Ha llegado la hora de que Reino Unido se divorcie de la Unión Europea”, declaró el líder soberanista Nigel Farage.

Estos avances de la extrema derecha en la UE representan un reflejo de las tendencias nacionales con ‘votos sanciones’, más que un peso a nivel europeo. De hecho, los diferentes partidos ‘euroescépticos’ fueron incapaces de unirse debido a divergencias ideológicas.

En España fracasó el ‘bipartidismo’. Los conservadores y los socialistas perdieron una parte importante de sus votos, que fueron ganados por la izquierda radical o nuevas formaciones. Un ejemplo fue el partido Podemos, que después de solo unos meses de existencia obtuvo más de 1,3 millones de votos. El discurso de ruptura confirmó su éxito en Grecia, donde Alexis Tsipras y su partido Syriza ganaron de lejos el sufragio.