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Niños soldados sirios sueñan ser futbolistas mientras combaten

Niños soldados sirios sueñan ser futbolistas mientras combaten
24 de diciembre de 2012 - 00:00

El joven Samir Qutaini sigue soñando con ser futbolista pero hoy día, lejos de su sueño y de los estudios, empuña un fusil de asalto AK-47 para luchar con los rebeldes de Alepo, norte Siria, contra el régimen de Bashar al Asad.

“¿Sabes qué es lo único que echo de menos del colegio? Jugar fútbol con mis amigos en los recreos”, dice Qutaini, que dejó la escuela para trabajar en el negocio de telefonía móvil de su padre.

“Yo jugaba de delantero centro y la verdad es que era bastante bueno metiendo goles… Mi sueño era jugar junto a Messi e Iniesta”, comenta Samir, de 17 años, antes de guardar un triste silencio.

El muchacho coloca las manos delante de una estufa sobre la que borbotea una tetera y se mantiene en silencio hasta el momento de sentir una fuerte explosión cercana.

“He venido a luchar por mi pueblo; y estoy listo para convertirme en un shaheed (mártir, en árabe)”, comenta con una sonrisa. “No quiero ni recuperar el Al Ándalus (territorio) ni matar a todos los infieles. Solo quiero que Bashar se vaya y deje de matar a mi pueblo”, dice Samir, que no quiere que lo vinculen a Al Qaeda.

Desde hace cinco meses desde, Qutaini combate en filas del opositor Ejército Sirio Libre (ESL) en las ruinas de uno de los barrios más castigados de Alepo. Junto con él se encuentra Abdel Jader Zeidan, de 15 años, el soldado más joven de la Kativa (brigada), que dejó hace meses a su familia y extraña a sus cuatro hermanos menores.

“El día que dije en casa que me marchaba a luchar con el ESL, mis padres se pusieron a llorar. Hablo con ellos una vez a la semana para que sepan que estoy bien”, afirma el niño soldado, oriundo de la ciudad de Idlib.

Zeidan lleva la cabeza cubierta con un pañuelo rojo ajedrezado. “Cerraron mi escuela… Así que todos los días veía por televisión como el Ejército mataba a gente inocente y no quería quedarme en casa esperando a que nos matasen a nosotros también”, manifiesta.

“Que mi edad no te engañe. Llevo más de cinco meses combatiendo y he matado a varios soldados del régimen”, agrega.

El líder del grupo y el de mayor rango es Mahmut Basar, de 18 años. “El ESL me dio instrucción militar en Daret Esah (Idlib) durante un mes. Allí me enseñaron tácticas de combate y a utilizar el AK (fusil de asalto). Yo nunca había usado un arma”, comenta.

“Cuando se acabe la guerra quiero volver al colegio y después ir a la universidad. Me gustaría estudiar medicina… Algo con lo que pueda ser útil a la sociedad”, expresa.

Mohamad Orobi, de 16 años, es el más callado del grupo, se entretiene con un tanque de juguete.
“Mi padre es soldado del ESL en la provincia de Idlib y fue él el que me animó a alistarme y que viniese a luchar aquí”, afirma Orobi, quien trabajaba como electricista en Idlib. “Quería vengar la muerte de dos de mis primos que murieron en el barrio de Amariya (Alepo)”, añade este combatiente que ya presume de una herida. “Quizá ese fue el peor día de mi vida, pero no le tengo miedo a la muerte”, asegura. 

“La guerra no está tan mal… Muere gente y eso, pero al final es muy parecido a un videojuego”, apunta Samir, fanático de la serie de videojuegos “Call of Duty”. “Soy realmente bueno, sobre todo en modo sniper”, señala mientras muestra un rifle con mira telescópica.

“Cada soldado que matamos es una vida que salvamos. No me siento orgulloso de haberlos matado, lo siento mucho por sus familias porque son sirios como nosotros, pero esto es una guerra”, dice Abdel.

Samir, con tres muertos y cinco heridos en su cuenta personal, discrepa bastante de la opinión de su amigo. “Yo estoy bien conmigo mismo, eran ellos o yo. Así que mejor ellos. A ellos no les tembló el pulso cuando mataron a mi tío”, enfatiza.

Un informe de las Naciones Unidas, el pasado agosto, advirtió del uso de niños soldados en las desperdigadas milicias de la oposición.

La ONG Human Rights Watch indica que la legislación internacional y la Convención de los Derechos de los Niños establece que dejar a menores de 18 años combatir o participar de cualquier modo en un conflicto armado constituye un crimen de guerra.

El conflicto sirio ya ha dejado 44.000 muertos, la mayoría civiles, desde que inició en marzo de 2011.

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