Nepal incinera a los muertos del terremoto
La primera y la segunda esposa de Gopi Shrestha se aprietan las manos. Ranta mira a Tara y una lágrima se desliza por su rostro. Mientras que, las dos hijas de Tara permanecen impasibles. En la cultura nepalí está mal visto mostrar las emociones. Después de seis días, por fin su esposo podrá descansar en paz. Su cadáver estuvo apilado en la morgue del hospital Teacher a la espera de que su familia lo recoja para incinerarlo.
Gopi Shrestha murió el sábado pasado, mientras viajaba. Iba conduciendo cuando un fuerte temblor de tierra de 7,8 grados de magnitud sacudió violentamente el coche y lo sacó de la carretera. Las dos mujeres compartirán ahora algo más que el dolor por el fallecimiento de su esposo.
La vivienda de Gopi se desplomó por el terremoto y Tara ha decidido acogerla en su casa. “Llevaba seis días durmiendo a la intemperie y siempre será bienvenida”, expresa con cariño la primera esposa. “No confiamos en las ayudas del Gobierno. ¿Dónde va a ir esta pobre mujer sola?”, exclama Tara.
La familia de Shrestha lleva desde bien temprano en la morgue para poder recuperar el cadáver. Unos 1.500 cuerpos han sido acumulados desde el sábado en el hospital Teacher, uno de los tres más importantes de Katmandú. Ahora solo quedan 16 cadáveres que todavía no han sido reclamados.
La escena parece sacada de una película de terror. La morgue es una sala diáfana rodeada de grandes ventanales que dan al exterior, desde donde se pueden ver los cadáveres tirados en el suelo. Algunos de ellos están tapados con plásticos azules y otros completamente al descubierto. Para mantener los cuerpos y evitar la descomposición encima les colocan bloques de hielo.
En el exterior, junto a los grupos de voluntarios que transportan los cadáveres y la policía metropolitana y científica, hay un panel con fotocopias de los cuerpos si alguien los reclaman. Los últimos muertos permanecerán una semana más para después ser enterrados en “un descampado, si en unos meses viene la familia a reclamar los huesos”, explica el teniente Achrya.
Olor a muerte
El fuerte olor a putrefacción que sale de la morgue resucita a los muertos. El asunto se ha convertido en una lucha entre el personal sanitario del hospital y la Policía. “Les hemos pedido a las autoridades que, por favor, incineren los cadáveres en 48 horas porque de lo contrario la población corre el riesgo de epidemias”, advierte el doctor Prem Khanda, coordinador del hospital.
Sobre las tres de la tarde comenzó el movimiento en la morgue. Un celador sacó en una camilla el cadáver de Shrestha, cubierto con una sábana blanca, mientras se esperaba la ambulancia. El muerto permaneció tres horas al sol hasta que por fin llegó el vehículo. La familia salió detrás en comitiva en varios taxis. Se dirigieron al Templo de Pashupatinath.
Este enorme complejo religioso dedicado a Shiva ha resistido la furia del terremoto. Era uno de los lugares más turísticos de Katmandú, abarrotado de autobuses de turistas que se fotografiaban en las piras funerarias. Y se ha convertido en un crematorio masivo de cientos de cadáveres. Sus cinco templos hindúes, alrededor del río Bagmati, permanecen intactos.
Detrás del complejo de los templos hay una explanada donde se almacenan montañas de leña. En estos días hay más porque son muchos los cuerpos que se deben incinerar. Por allí pululan a sus anchas manadas de monos que suben y bajan de las copas de los árboles o se acercan a los grupos de personas que les dan algo de comer. La comitiva del funeral de Shrestha se dirigió primero a comprobar si hay un sitio libre para quemar el muerto y después para ver si queda leña.
“En estos tres últimos días se han quemado 350 cadáveres. Y hay otros muchos en la lista de espera”, explica Yadab Dhungang, familiar de una de las nueve piras junto al agua. El río Bagmati representa el cauce de la vida: el principio y el final. En la religión hindú quien es incinerado junto a él no vuelve a reencarnarse, por lo que llega al final de su vida terrenal. Allí no solo llegan nepalíes de todas las zonas del país, sino que también acuden familias indias a incinerar sus cadáveres. (I)