Nayib Bukele gobierna El Salvador entre halagos y críticas
Nayib Bukele cumple hoy su primer año de gestión como presidente de El Salvador.
El joven mandatario llega a este período enfrentado con la Asamblea Legislativa por el manejo de la crisis sanitaria y con un estado de emergencia nacional de 15 días, que decretó por las fuertes lluvias, daños y ocho muertes que ha dejado la tormenta tropical Amanda en el país.
El camino de Bukele al poder comenzó en las filas del izquierdista Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), partido con el que llegó a ser alcalde capitalino.
Luego que lo expulsaran de dicho instituto, el político logró la presidencia bajo la bandera de la derechista Gran Alianza por la Unidad Nacional (GANA).
Desde entonces, su forma de gobernar conquistó la popularidad de la población, pero también duras críticas de distintos sectores que sienten temor ante la posibilidad de que su régimen sea un retroceso hacia el tipo de liderazgo autoritario que el país derrocó luego de librar una guerra civil en la década de 1990.
En febrero, Bukele, de 38 años, llevó soldados al Congreso para intimidar a los legisladores con el fin de que aprobaran un proyecto de ley.
Al mes siguiente, no acató las órdenes de la Corte Suprema de que dejara de usar al ejército en los operativos de detención de los infractores de la cuarentena.
Más tarde, abogó por el uso de la fuerza letal en una ofensiva contra las pandillas criminales que aumentan la tasa de homicidios en el país.
Al momento se enfrenta a los diputados de la Asamblea Legislativa, que aprobaron la normativa con la que pretenden dar al Gobierno herramientas para combatir la pandemia del covid-19 y reabrir la economía el 8 de junio.
Bukele adelantó que la vetará porque la Asamblea no aceptó mantener una cuarentena domiciliar obligatoria hasta el 15 de junio.
El Salvador, con 2.517 casos y 46 muertes, es uno de los países menos afectados en la región por el coronavirus pese a lo cual Bukele adoptó medidas severas de confinamiento que suscitaron el rechazo de los parlamentarios. (I)