México tiene una larga historia de ofrecer asilo político internacional
Evo Morales, quien se vio obligado a renunciar a la presidencia de Bolivia el domingo pasado, es el último personaje que se suma a una larga lista de asilados, que incluye al ideólogo soviético León Trotsky, el director de cine español Luis Buñuel, el exmandatario argentino Héctor Cámpora y la Nobel guatemalteca Rigoberta Menchú.
El asilo se diferencia del refugio en que los solicitantes deben demostrar que su vida está amenazada por cuestiones políticas, como la represión del Gobierno o ataques por defender ideas políticas contrarias a grupos de poder. “Es ante todo un acto humanitario, que no debe entenderse como señal de aprobación o desaprobación, mucho menos de hostilidad a ningún Gobierno extranjero”, apunta a El País Natalia Saltalamacchia, internacionalista y profesora del Instituto Tecnológico Autónomo de México.
El canciller mexicano, Marcelo Ebrard, por su parte, recordó que “el otorgamiento de asilo es un derecho soberano del Estado mexicano que va acorde con sus principios normativos en política exterior para proteger los derechos humanos y respetar la autodeterminación de los pueblos, la solución pacífica de las controversias y la no intervención”.
Ebrard recordó que “el primer ordenamiento en materia de asilo data de 1853”, cuando México y Colombia suscribieron un tratado de no extradición por delitos políticos. “Nuestra tradición siempre ha sido por la protección de los perseguidos políticos, la tradición a la que me refiero tiene como base en los artículos 11 y 15 de la Constitución mexicana”, añadió el titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE).
Dos ordenamientos en el marco jurídico internacional sustentan el otorgamiento de asilo: la Convención sobre Asilo de La Habana de 1928 y la Convención sobre Asilo Diplomático firmada en Caracas en 1954. La legislación mexicana también reconoce el otorgamiento del asilo político en su Ley sobre Refugiados, Protección Complementaria y Asilo Político de 2011, señala el portal oficial del gobierno mexicano.
Entre los casos más representativos de la tradición de asilo mexicana enunciados por Ebrard se encuentra el político y poema cubano José Martí, quien llegó a México en febrero de 1875, a bordo del vapor transatlántico City of Merida, para pasar su primer exilio.
De acuerdo con los expertos Wilfredo Padrón Iglesias y Yakelín Hernández Estrada, el poeta llegó a una nación “referente en Latinoamérica por haberse emancipado del colonialismo español y enfrentado de manera exitosa con los intentos colonizadores europeos, sobre todo de Francia”.
El país al que llegaba el también filósofo y periodista había pasado por una etapa conocida como Reforma, donde el Gobierno se separó de la Iglesia, que inspiró a Martí, quien ya había mostrado su postura independentista con respecto a su país natal.
Martí había dejado España deportado por la Corona, acusado de apostasía y por sus posturas contra el régimen colonialista que representaba. En esta estancia, Martí pasó en México dos años, hasta 1877.
En aquella etapa se casó con su compatriota Carmen Zayas Bazán. En 1878 viajó a Guatemala.
Ebrard también se refirió a Víctor Raúl Haya de la Torre, un político peruano que, después de oponerse a la dictadura de Augusto Leguía, fue encarcelado. Tras una huelga de hambre, pudo salir de prisión y se exilió en México entre 1923 y 1930.
En territorio mexicano, Haya de la Torre, quien se educó en universidades de Lima y Londres, se desempeñó como secretario de José Vasconcelos, quien entre 1921 y 1924 fue secretario de educación y encabezó una ambiciosa reforma educativa inédita en el país.
En México, Haya de la Torre, además, vivió uno de los momentos más importantes de su carrera política: fundó la Alianza Popular Revolucionaria (APRA), un partido político fundamental en las próximas décadas en Perú. La ideología del APRA impulsaba el nacionalismo y el antiimperialismo, aunque aseguraban que era diferente al comunismo.
A inicios de la década de los 30 del siglo pasado, Haya de la Torre regresó a su país, donde volvió a ser encarcelado y libró diversas luchas políticas hasta que, en 1978, se convirtió en el presidente del Parlamento peruano, aunque murió poco después.
El APRA llegó al poder en 1985 con Alan García, quien volvió a ganar las elecciones presidenciales en 2006.
Los exiliados españoles
En junio de 1939, el entonces presidente mexicano Lázaro Cárdenas abrió las puertas del país a miles de españoles exiliados por la Guerra Civil que había explotado en el país ibérico en 1936.
Cárdenas apoyaba la causa de la República Española ante los embates del golpista Francisco Franco, a la postre triunfador del conflicto y que gobernaría el país durante las siguientes tres décadas con puño de hierro.
Ante la inminente derrota del bando republicano, el mandatario mexicano permitió la llegada de aquellos que huían desde el otro lado del Atlántico.
A México llegaron miles de exiliados españoles, incluidos poetas como Luis Cernuda o filósofas como María Zambrano. El exilio español en México impulsaría en los siguientes años un movimiento cultural importante que impulsó al país el resto del Siglo XX y permitió la creación de instituciones como el Colegio de México.
De acuerdo con el historiador Pietro Rinaldo Fanesi, “entre las décadas del 30 y 40, México es uno de los países que acogerá el mayor número de refugiados de Europa”. El especialista señaló al portal Infobae que las distintas olas inmigratorias elevaron el número de refugiados de España y de Europa por encima de las 25.000 personas.
Además, Ebrard recordó que México también recibió, en la segunda mitad del Siglo XX, exiliados de diferentes partes de Centroamérica y Sudamérica, sobre todo cuando ocurrieron golpes de estado en países como Chile, Argentina y otros.
El caso boliviano
En una decisión apegada a su historia como país que concede asilo a perseguidos políticos, el gobierno mexicano mandó esta semana a Bolivia un avión de la Fuerza Aérea Mexicana para trasladar a Evo Morales.
El presidente mexicano, Andrés López Obrador, justificó la acción al indicar que se le dio asilo a Morales porque su vida estaba en peligro y se actuó de manera consecuente.
Ya en Ciudad de México, la jefa de gobierno local, Claudia Sheinbaum, entregó a Morales una medalla y un pergamino con el nombramiento de huésped distinguido por su destacada trayectoria en el ámbito político.
El gobierno mexicano siempre “ha tenido una actitud muy apegada a la tradición de la política internacional del país”. En este sentido, Martha Singer, politóloga de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), sostuvo a EFE que la decisión de México de asilar a Morales se encuentra “dentro del orden del derecho internacional”.
Singer explicó que el Gobierno de López Obrador ha sido “crítico del ejercicio de la violencia y del rompimiento del Estado de derecho” y la decisión de darle asilo a Morales “es transparente y no viola ninguna norma”.
“El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, fue claro, ha dado asilo a Evo Morales por ‘razones humanitarias’ y no políticas. Es una tradición diplomática mexicana, que la usó con el exilio republicano en la Guerra Civil Española y, más recientemente, con los exilados latinoamericanos que escaparon de los gobiernos militares”, dijo a Xinhua el analista argentino Rosendo Fraga.
Con su decisión, México “no pretende liderar” la agenda progresista regional, subrayó el analista, para quien el país norteamericano “por lo general asume posiciones neutrales en temas como Venezuela y Cuba. No participa en fuerzas multinacionales de paz ni busca protagonismo internacional. López Obrador no rompe esta tradición”, observó.
El Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), ciertos sectores opositores y gran parte de la izquierda están de acuerdo con la decisión del presidente Manuel A. López Obrador de conceder el asilo a Morales, pero el Partido de Acción Nacional (PAN) considera que fue un error, al considerar al boliviano “un dictador”.
“Lo que es inaceptable es que México quiera dar asilo político a un dictador, aquí en México no son bienvenidos los dictadores, nosotros no vemos adecuado, correcto, que en México se abra la puerta a quien hizo sufrir a un pueblo y a quien buscó mantenerse en el poder a costa de lo que sea”, señaló el dirigente del PAN, Marko Cortés Mendoza. (I)