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El candidato por la alianza derechista Cambiemos es un firme defensor de las políticas neoliberales

Mauricio Macri, el multimillonario que anhela despachar desde la Casa Rosada

El candidato presidencial del partido Cambiemos, Mauricio Macri, durante un mitin en Buenos Aires. Foto: AFP
El candidato presidencial del partido Cambiemos, Mauricio Macri, durante un mitin en Buenos Aires. Foto: AFP
20 de octubre de 2015 - 00:00 - Marcelo Izquierdo, corresponsal en Buenos Aires

Mauricio Macri no tiene gran carisma. A veces se traba al hablar, es un firme defensor del libre mercado y como empresario respaldó las políticas neoliberales de la década del 90, llegando a considerar el salario como un costo más que había que ajustar para aumentar la competitividad.

Hoy, a los 56 años, el alcalde de la rica ciudad de Buenos Aires quiere ser electo presidente en las votaciones del 25 de octubre por la alianza derechista Cambiemos, una coalición que agrupa a su partido Propuesta Republicana (PRO), el ala conservadora de la centenaria Unión Cívica Radical (UCR) y la Coalición Cívica de la legisladora Elisa Carrió, que hasta hace unos meses lo consideraba simplemente “un corrupto” y su “límite moral”.

Macri es, por sobre todas las cosas, el hijo de Franco Macri, un poderoso empresario italiano que llegó al país austral tras la Segunda Guerra Mundial en la más absoluta pobreza y se convirtió en uno de los más poderosos magnates de la región, como dueño de un emporio vinculado a la construcción, la industria automovilística, el correo, la recolección de basura y la industria alimenticia.

Durante muchos años Mauricio fue simplemente “el hijo de Franco Macri”, pero a partir de la década del 90 comenzó una carrera pública que lo llevó a los primeros planos de la política nacional.

Mauricio Macri nació el 8 de febrero de 1959 en la localidad bonaerense de Tandil. Desde chico estudió en el elitista Colegio Cardenal Newman de Buenos Aires, donde conoció a su mejor amigo, Nicolás Caputo, hoy virtual “dueño” de la obra pública en la capital argentina. Más tarde cursó estudios en la Universidad de Columbia, en la Universidad de Pensilvania y en la Universidad del Centro de Estudios Macroeconómicos de Argentina. Finalmente se recibió de ingeniero civil en la Universidad Católica Argentina.

Su primera experiencia laboral fue en una de las empresas de su padre, Sideco Americana S.A., encargada de obras civiles. Allí fue durante tres años analista junior y luego senior. En 1983 se asoció con Caputo y fundó la empresa Mirgor S.A. Tras un fugaz paso por el Citibank, se sumó a otra compañía de su padre, Socma, donde en 1985 asumió la gerencia general. A partir de allí tomó posiciones de jerarquía empresarial en las principales empresas de su padre, como Sideco. El holding facturaba $ 700 millones anuales.

Pero su primera gran irrupción en los medios no fue por su éxito como empresario, sino por un hecho delictivo: en 1991 fue secuestrado y estuvo 12 días en cautiverio. Fue liberado tras el pago de $ 6 millones. La banda cayó poco después, los miembros eran policías, la mayoría,  y todos fueron condenados a penas de entre 10 años y prisión perpetua.

Posteriormente, tomó las riendas de la empresa automotriz Sevel, también del Grupo Macri. En esos años fue acusado de contrabando agravado: la justicia lo denunció por exportar autopartes a Uruguay y volverlas a importar, una maniobra que tenía un claro perjuicio para el Estado. Pero fue absuelto.

Macri, ya por entonces un conocido empresario, siempre tuvo una relación compleja con su padre, según cuentan sus allegados. Y movido por un deseo interno de hacerse un nombre más allá de su apellido decidió incursionar en política. Su amado club  Boca Juniors, el más popular del país austral, fue la plataforma que eligió para ese lanzamiento. Ganó las elecciones en 1995 y tomó las riendas del club -con reelecciones incluidas- hasta el año 2007. Con él en la presidencia, Boca se convirtió en una máquina de ganar títulos: durante su gestión el equipo obtuvo 17 campeonatos, 11 eran internacionales. Pero no todo fueron rosas.

“Indudablemente la gestión de Macri fue la más exitosa en materia deportiva, pero con una visión empresarial en un país donde los clubes tienen una histórica misión social”, dice a EL TELÉGRAFO el columnista deportivo del diario La Nación, Ezequiel Fernández Moores.

Macri reformuló los estatutos del club y obligó a presentar avales económicos a los candidatos a presidentes y tercerizó “casi todos los negocios, como operaciones de venta de jugadores y derechos de imagen, TV y publicidad. Los mejores negocios fueron para las empresas a las que Boca le daba concesiones”, dice Fernández Moores. Además -prosigue- los clubes en Argentina están muy identificados con sus barrios y responden a sus necesidades. Macri eliminó disciplinas como el básquet y el voleibol y Boca fue prácticamente solo fútbol. El barrio perdió vínculos con el club. El vínculo fue solo el del hincha”.

Macri había logrado su objetivo: volverse “popular” gracias a la incondicionalidad de los hinchas del club más conocido del país y que aún hoy lo defienden a ultranza basados en los éxitos deportivos obtenidos bajo su presidencia.

En la década del 90 Argentina vivía el apogeo del neoliberalismo de la mano del presidente peronista Carlos Menem (1989-99).

Macri se convirtió en un férreo defensor del mandatario, al que llegó a considerar el “gran transformador”. Por esos años, en 1999, se sumó al pedido de bajar el gasto y en el programa de TV ‘Bajo Fuego’ dijo una frase emblemática de su pensamiento liberal: “hay que bajar los costos y los salarios son un costo más”.

Macri ya se había lanzado de lleno a la política. En 2003, aún como presidente de Boca, fundó el partido Compromiso para el Cambio y se lanzó como candidato a jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Fue el candidato más votado en primera vuelta (37,55%) pero perdió en el balotaje ante el progresista Aníbal Ibarra. Dos años después creó Propuesta Republicana (PRO) y se presentó como candidato a diputado nacional en el distrito porteño: allí obtuvo el 33,9% de los votos y fue electo legislador, cargo que alternó con sus funciones en Boca. Pero no pasó a la historia por su trabajo parlamentario: en 2006 concurrió a 32 de las 51 sesiones y estuvo solo en 36 de las 280 votaciones. En 2007 fue peor: estuvo ausente las veces que debió levantar su mano.

Ese mismo año Macri se lanzó nuevamente como candidato a jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y esa vez resultó electo. Cuatro años después coqueteó con la posibilidad de lanzarse a la presidencia, pero finalmente decidió correr por la reelección –que logró- ante las encuestas que vaticinaban una victoria rotunda de la mandataria Cristina Fernández de Kirchner.

En el medio fue procesado por crear un centro de espionaje clandestino en la ciudad, desde el cual se espiaba a un líder de la comunidad judía que había liderado la oposición contra el nombramiento del jefe de la Policía Metropolitana, Jorge ‘Fino” Palacios, acusado de tener conexiones con el atentado terrorista a la mutual judía AMIA de 1994. También habían espiado a empresarios, políticos y hasta al excuñado del propio Macri. El proceso sigue su curso.

Pero no fue el único caso: también fue procesado en una causa por el accionar violento de la desactivada Unión de Control de Espacio Público (UCEP) en el que fue acusado de 17 casos de desalojo violento contra personas que vivían en situación de calle. Finalmente fue sobreseído.

De su gestión se destacan hechos positivos, como las “bicisendas” que multiplicaron el uso de las bicicletas en la ciudad y la construcción del Metrobús que aligera el tránsito con carriles exclusivos para los ómnibus de pasajeros en distintas zonas de la ciudad. Pero varias denuncias de corrupción, como las que involucraron a la productora ‘La Usina’ del periodista deportivo Fernando Niembro con el desvío de fondos publicitarios, salpicaron su figura en los últimos tiempos. Además, en su gestión aumentó el índice de mortalidad infantil en la ciudad, paradójicamente la más rica del país y se triplicó la deuda externa municipal en dólares. En 7 años de gestión vetó más de 130 leyes, sobre un total de 271 normas vetadas en la historia municipal.

Hoy Macri quiere ser presidente, aunque las encuestas no le vaticinan un triunfo, al menos en primera vuelta. Quienes lo conocen dicen que Mauricio, como se lo conoce, se lanzó a la política para demostrarle a su padre que es más que “el hijo de...”. Pero Franco Macri, a los 85 años, ha hecho muchos negocios en esta última década con el gobierno “kirchnerista” y parece más cercano al ejecutivo que a su propio hijo. Y lo deja en claro incluso en sus declaraciones públicas: “Mauricio no tiene corazón para ser presidente”.

Agrega: “soy muy optimista porque este gobierno ha sembrado bien, el próximo tendrá que cosechar. Creo que tiene que seguir el partido, con los jugadores y los criterios del kirchnerismo. Si no, estamos queriendo refundar el país a cada rato. Espero una figura que nos dé la tranquilidad que necesitamos de que se va a continuar con lo bueno del modelo”.

Mauricio Macri, con 4 hijos y casado en 2010 con Juliana Awada, su tercera esposa, no logra tener la aprobación de su padre ni siquiera en este momento crucial de su carrera. Quienes lo conocen de cerca consideran que, en caso de perder las elecciones, analizaría seriamente renunciar a la política. (I)

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