Masacre de periodistas es una herida abierta en Perú
Lima.-
La matanza de ocho periodistas hace 30 años en Perú, durante el conflicto con la guerrilla maoísta Sendero Luminoso, perdura como una herida abierta en la memoria de los peruanos, y aún despierta dudas y controversia sobre sus autores.
El crimen, el mayor asesinato masivo de periodistas en América Latina, fue perpetrado el 26 de enero de 1983 en la comunidad de Uchuraccay, un frío paraje a 4.000 metros de altitud en la región surandina de Ayacucho, y hasta ahora es atribuido a campesinos que habrían confundido a los reporteros con senderistas.
“Han pasado tres décadas pero siento como si hubiese sido ayer”, dijo Oscar Retto, un veterano fotógrafo y padre de Willy Retto, asesinado en Uchuraccay, quien registró con su cámara los momentos dramáticos del encuentro con sus victimarios, previos a su muerte.
Oscar Retto -así como otros familiares- mantiene aún la duda sobre los autores de la matanza y sostiene que los victimarios fueron “miembros del servicio de inteligencia de la Marina, disfrazados de campesinos” que luchaban contra Sendero Luminoso en la región.
Juan Gargurevich, decano de la Facultad de Comunicaciones de la Pontificia Universidad Católica, estimó que “todavía hay una nube de confusión y de reclamo” en torno a la tragedia de Uchuraccay.
“Los periodistas insistimos en que esta es una herida abierta porque nunca llegó a esclarecerse quiénes fueron los ejecutores y los autores intelectuales”, dijo Gargurevich.
“Somos el único país en el mundo de tener el récord tristísimo del mayor asesinato en masa de periodistas”, añadió, al subrayar que lo más probable es que fueron asesinados por campesinos, aunque advirtió que hay un sector que descarta esa posibilidad.
Tras el asesinato, que provocó una conmoción nacional y mundial y que se convirtió en hecho emblemático de la guerra interna que se abatió en Perú entre 1980 y 2000, el presidente de ese entonces, Fernando Belaunde, designó una comisión investigadora de tres personas que dirigió el escritor Mario Vargas Llosa, hoy Premio Nobel de Literatura.
Dicha comisión llegó a la “convicción absoluta de que el asesinato de los periodistas fue obra de los comuneros de Uchuraccay, posiblemente con la colaboración de comuneros de otras comunidades, sin que, en el momento de la matanza, participaran en ellas fuerzas del orden”.
Ese informe abrió una larga polémica y acusaciones de la izquierda de que el objetivo era encubrir la posible culpabilidad de militares, pero la acusación no fue sustentada con pruebas.
Años después, en 2011, el abogado Julio Galindo escribió el libro “El caso Uchuraccay: claves de un complot contra la libertad de expresión”.
Galindo señaló que “las muertes fueron intencionadas y que los autores y responsables de las muertes de los periodistas no son únicamente los comuneros, sino que también intervinieron efectivos policiales y militares presentes en dichas muertes”.
El abogado dijo que la comisión Vargas Llosa “concluyó que (los campesinos) eran personas semicivilizadas, violentas por naturaleza, que vivían en una burbuja cultural, aislada varios siglos de los tiempos actuales, lo que los llevó al error de confundir a los periodistas con gente de Sendero Luminoso y matarlos con lo que tenían a la mano; pero eso no es cierto”.
Según sus investigaciones en base a pericias forenses de los cadáveres, las muertes se produjeron con golpes “utilizando un instrumento compatible con una culata de fusil o un palo”.
Para el académico Juan Gargurevich, autor de libros sobre la historia del periodismo en Perú, la comisión Vargas Llosa “hizo lo que pudo porque solo tuvo un mes para dar sus conclusiones”. “Cumplieron bien y si fueron engañados por los militares no es culpa de ellos, hicieron lo posible por quedar bien, el informe se sostiene todavía en muchas de las partes, pero las cosas controvertidas quedan para la historia”, estimó.
Los ocho periodistas asesinados habían llegado a Uchuraccay de paso hacia la comunidad de Huaychao, adonde iban a investigar matanzas de campesinos, presuntamente a manos de militares.
Los que murieron fueron Eduardo de la Piniella, Pedro Sánchez, Félix Gavilán, Jorge Luis Mendívil, Willy Retto, Jorge Sedano, Amador García y Octavio Infante, así como el guía Juan Argumedo.
En los meses siguientes a enero de 1983 la pobre comunidad Uchuraccay fue arrasada en medio del fragor de la guerra y el fuego cruzado, entre senderistas y militares, que mataron a 135 de sus habitantes. Quince años después algunos de los sobrevivientes retornaron y refundaron la agrupación.
Al conmemorarse ayer 30 años de la masacre se realizó un peregrinaje por la ruta que recorrieron los ocho periodistas y su guía aquel 26 de enero de 1983, y una caravana de vehículos transitó el tramo Ayacucho–Tambo–Uchuraccay, que constituyó la actividad central al recordarse la inmolación de los mártires del periodismo.
En el Centro Cultural de la Universidad de Huamanga, situado en la localidad del mismo nombre, también se abrió una exposición fotográfica en memoria a las víctimas de Uchuraccay.