Macron, un joven político que en un año consolidó su triunfo
Hoy será el traspaso de poderes entre el presidente saliente de Francia François Hollande y su sucesor Emmanuel Macron, de 39 años. Transcurrieron solo 3 años desde que el mismo Hollande lo nombró como su ministro de Economía, Recuperación Productiva y Asuntos Digitales; ahora lo investirá como el nuevo mandatario de Francia, y el más joven desde que gobernó Napoleón Bonaparte (40 años).
El nuevo presidente ganó el pasado domingo las elecciones francesas con más del 66% de los votos. Es decir, 2 de cada 3 sufragantes prefirieron el progresismo liberal y europeísta de Macron frente al proteccionismo nativista y xenófobo de Marine Le Pen.
Macron define su ideología como de centrismo-radical. Un poco contradictorio porque se afilió al Partido Socialista (PS), fue ministro del socialista Hollande, pero al final abandonó esa tienda política y al mandatario para lanzarse a la presidencia hace un año, encabezando un partido centrista, En Marcha, que en algunas cosas es conservador y que desde el jueves se rebautizó como La República en Marcha.
Su nombre de Emmanuel tiene connotaciones bíblicas porque significa ‘Dios está con nosotros’. Esto se debe a que sus padres, aunque agnósticos, esperaban su nacimiento, ya que había fallecido su primera hija. Pero Macron siempre fue rebelde e iba a contracorriente de su familia.
Su progenitor, Jean-Michel Macron, es médico y neurólogo, nació en la región de Picardía, su familia era de origen campesino. Su madre, Françoise Noguès, también es médica y procede de la pequeña burguesía de Amiens. Ambos deseaban que su hijo siguiera sus pasos en el mundo de la medicina, pero él apostó por la vida política.
Sin embargo, la idea que más les costó aceptar fue cuando tenía 15 años y violó las sagradas leyes pueblerinas de Amiens, en el norte de Francia, al enamorarse de su profesora de teatro y prometerle, a los 17 años, que se casaría con ella, a pesar de que ella le llevaba 26 años.
Por aquel entonces, Brigitte Trogneux, heredera de una empresa de chocolates famosa por sus macarrones, tenía 40 años, estaba casada con el banquero André Auzière y tenía 3 hijos. Él, atraído desde el primer día por su inteligencia y belleza, se apuntó al taller de teatro que impartía. Consecuencia de ello, pasaba los viernes en su casa ensayando delante del mismo marido de la maestra.
La relación entre ambos fue creciendo y se convirtió en comidilla de su pueblo Amiens. Según la biógrafa Anne Fulda, sus padres al inicio pensaron que Emmanuel estaba enamorado de una compañera de clase, Laurence Auzière (hija de Brigitte), pero el rumor sobre este idilio también llegó a sus oídos por lo que decidieron alejarlos y llevárselo a París para que cursara el último año de secundaria. “Hagan lo que hagan, me casaré contigo”, escribió Macron en su carta de despedida.
El sentimiento de Macron era correspondido. Su gran atractivo e inteligencia terminaron por enamorar a la docente, tal y como ella contó en una entrevista recientemente: “Al final el amor lo arrasó todo y terminé divorciándome de mi marido. No pude evitarlo. Mis padres, ya mayores, no se lo tomaron muy bien, pero para mí no era un problema la diferencia de edad. Lo más importante eran mis hijos, que lo aceptaron sin problema. El resto es escoria”.
Tras varios años de relación, se casaron en 2007. Desde entonces compartieron su vida en pareja con los 3 hijos de ella, que participan de forma activa en sus actos políticos.
Emmanuel Macron y su esposa Brigitte Trogneux posan para una fotografía, en vísperas de la primera vuelta de las elecciones presidenciales. Foto: AFP
Los retos presidenciales
La formación académica de Emmanuel Macron es muy amplia. Por un lado terminó sus estudios de Filosofía, luego Ciencias Políticas y al final se matriculó en la Escuela Nacional de Administración (ENA), que es como la Harvard de Francia, de donde salen los superfuncionarios que mandan en ese país. Se graduó en Finanzas. Es decir, en teoría, tiene una profunda formación humanística y económica.
Su ascenso también fue muy rápido; antes de ser ministro, en 2012, Macron solo era conocido por los periodistas bien informados, que accedían a sus inteligentes briefings (comunicados) como secretario general del Palacio del Elíseo. Precisos, divertidos, rigurosos, y a veces, chismosos. Era el favorito de los reporteros del diario The Economist y de los diplomáticos de las grandes potencias. Bilingüe, cultivado y accesible, había llegado a las cercanías del presidente François Hollande de la mano de Jacques Attalie, un pensador francés que asesoró tanto a François Mitterrand como a Nicolas Sarkozy. Ahora le toca dirigir a Francia, la séptima potencia del mundo, segunda de Europa, con 67 millones de habitantes, armas nucleares y el único portaaviones nuclear no norteamericano.
Pese a su clara victoria frente a la extrema derecha, su mayor reto serán las elecciones legislativas de junio - del 11 al 18-, a las que Macron acude sin una sólida base partidaria. Su plataforma electoral La República en Marcha, creada hace apenas un año, no es un partido político y tendrá dificultades para presentar candidatos en las 577 circunscripciones donde todos los grupos competirán a 2 vueltas por obtener el escaño en disputa en cada jurisdicción.
Es decir, el joven presidente centrista y proeuropeo debe juntar personalidades de la derecha y de la izquierda moderadas para intentar construir una mayoría parlamentaria y aplicar sin frenos sus prometidas reformas. El mayor reto es vencer en las urnas por segunda ocasión a su contrincante en las presidenciales, Marine Le Pen.
Los más de 10 millones de votos obtenidos por ella (uno de cada 3 votantes), supone un ascenso de dimensiones considerables del Front National (FN), un partido antieuropeo, populista y xenófobo. Pese a no ganar, es la primera vez que el FN obtuvo más respaldo, un serio aviso a tener en cuenta, ya que ella y su partido están para quedarse y hacerle oposición.
El diario Clarín destaca que otro de los retos de Macron es “ser el armonizador” de una Francia nueva, desbloqueada de las trampas que hoy la condenan a un 10% de desempleados. Una república “unida, reconciliada” para que los suburbios y su población de origen inmigrante no sientan que su desclasamiento y su religión musulmana los ha puesto al borde de la guerra civil, con una laicidad que exige respetar las leyes de la república francesa para que todas las religiones tengan lugar, en plena guerra contra el terrorismo yihadista y múltiples atentados contra París.
El politólogo Thomas Guénolé trata de ilustrar el quién es quién de las elecciones presidenciales francesas a través de un paralelismo con la política estadounidense.
“Emmanuel Macron es la versión francesa de Hillary Clinton. Es un defensor de la globalización que intenta que se le considere de izquierdas porque asegura que la extrema derecha es mala. Es curioso porque Le Pen sería la versión francesa de Donald Trump y Jean Luc Mélénchon, el candidato de la izquierda radical, sería la versión francesa de Bernie Sanders”.
El escritor Michel Houellebecq describió: “Su campaña ha sido como una terapia de grupo para convertir a los franceses en optimistas”. El inesperado desplome de muchos de los oponentes tradicionales también fue importante, pero Macron tuvo un agudo sentido táctico para aprovechar la oportunidad.
María Laura Avignodo, columnista del Clarín, publicó: “No hay un caso similar en la historia política francesa. Nadie lo vio venir. Jamás ningún candidato presidencial pudo construir su poder tan rápido, tan fuerte, de manera más desideologizada y con un discurso de optimismo, positivo, en medio de tal pesimismo social. Jamás había sido elegido por el pueblo para ninguno de sus cargos. En un momento en que las élites políticas están fuertemente cuestionadas, esta fue su mejor carta para llegar, con solo 39 años, a la presidencia”.
El presidente saliente François Hollande (izq.) y su sucesor Emmanuel Macron asisten a una ceremonia para conmemorar la abolición de la esclavitud. Foto: AFP
Las esperanzas europeístas son abiertas
Muchas esperanzas se depositan en el nuevo mandatario de Francia, aunque probablemente el camino será difícil. Sus demandas de una eurozona más fuerte, con presupuesto, Parlamento y ministro de Finanzas propio, son aplaudidas por el bloque europeo que integran 27 naciones y que se debilitó el año pasado con el Brexit -salida de Gran Bretaña de la comunidad-.
La columna de opinión del diario Córdoba señaló que, con esta elección, Europa también espera recomponer el eje franco-alemán, tan diluido en la etapa presidencial de Sarkozy y de Hollande. Sin embargo, en la Unión Europea (UE) de hoy, ese eje franco-alemán ya no puede por sí solo ser el motor de la integración europea.
Debe abrirse a otros países, como España, que tras el Brexit está recuperando protagonismo en la escena europea. También a Italia, que se colocará de nuevo en el centro del tablero político europeo cuando se lleven a cabo las elecciones de otoño y recupere la estabilidad perdida tras varios meses de provisionalidad ocasionada por la derrota de Matteo Renzi en el referéndum sobre la reforma constitucional.
Portugal, que está haciendo bien sus deberes gracias al gobierno del socialista Antonio Costa, también debería tener un lugar en la necesaria reactivación de la integración europea.
La Europa de 27 países es una maquinaria muy pesada para avanzar al unísono, como sería deseable, y Macron lo sabe. Como señaló en la campaña, es más realista pensar en un avance a varias velocidades con un núcleo duro de países dispuestos a profundizar en la Unión Económica y Monetaria y en la Europea de la Seguridad y la Defensa, y de avanzar en una mayor integración en temas tan fuertes como la cuestión migratoria. (I)
El presidente francés Emmanuel Macron (abajo, de perfil) saluda al exmandatario Nicolas Sarkozy antes de una ceremonia que marca el 72 aniversario de la victoria sobre la Alemania nazi en la II Guerra Mundial. Foto: AFP
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François Hollande deja el Elíseo en plena crisis de su Partido Socialista
El contundente triunfo de Emmanuel Macron, novato de 39 años, provocó una onda de choque al interior de los partidos tradicionales de izquierda y derecha que amenaza con redibujar el mapa político francés.
Las fracturas dentro del Partido Socialista (PS) del presidente François Hollande salieron a la luz desde el martes, después de que el ex primer ministro Manuel Valls anunciara querer ser candidato del movimiento de Macron, La República en Marcha, para las legislativas. Sin embargo, su oferta fue rechazada por la nueva mayoría presidencial, la cual indicó que no está afiliado al movimiento, así que no cumple con los criterios exigidos.
Macron ha prometido rejuvenecer a la clase política, incorporando candidatos que, como él, jamás han ocupado cargos electivos. (I)