El país decretó estado de emergencia y cerró sus fronteras con Grecia
Macedonia reprime con violencia a migrantes
Tras los llamamientos de las Naciones Unidas y el creciente drama humano en su frontera meridional, Macedonia permitió ayer la entrada a unos cientos de personas del millar que se agolpaba en su límite con Grecia tratando de forzar el cordón policial. Solo se dio acceso a los colectivos vulnerables, precisó el Ministerio de Interior. Ingresaron sobre todo embarazadas y mujeres con hijos, horas después de que la Policía utilizó gases lacrimógenos para dispersar a la multitud. Hasta 2.000 inmigrantes diarios llegan a esta frontera hace semanas.
En escenas que por la desesperación y la confusión recuerdan el éxodo masivo de los Balcanes durante las guerras de Yugoslavia, en la década del noventa del siglo pasado, esos pocos centenares de afortunados dejaron Grecia atrás, dando un paso más hacia el corazón de Europa. “La Policía se apartó y entramos. Nadie nos detuvo”, indicó uno de ellos, publicó El País.
Los migrantes, que intentaron franquear las alambradas que habían sido colocadas, resultaron ligeramente heridos por el estallido de las granadas aturdidoras, que provocaron una densa humareda blanca y al menos 5 heridos, según constataron periodistas de la AFP.
Niños usados como escudo
Los enfrentamientos entre policías macedonios y migrantes duraron solamente unos minutos, ya que los refugiados colocaron a los niños y las mujeres delante de las alambradas para impedir nuevos actos de violencia.
El Gobierno macedonio, país que se halla en la ruta balcánica utilizada por los migrantes, decretó el jueves el estado de emergencia, una medida que le permite desplegar a las fuerzas armadas en esta zona para ayudar a las autoridades locales y a la Policía a hacer frente a la crisis. Macedonia acusa a Grecia de dirigir de forma organizada a los migrantes hacia su territorio.
El Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), Antonio Guterres, pidió ayer al Gobierno de Macedonia una “gestión ordenada” de sus fronteras y expresó su preocupación por la “crecientemente precaria situación” en la frontera. Guterres habló con el ministro macedonio de Exteriores, Nikola Poposki, y recibió garantías de que la frontera no será cerrada en el futuro, según Acnur.
Un grupo de unos 250 refugiados sirios, entre ellos niños y mujeres, también logró cruzar la frontera y se agrupó en la estación de tren de Gevgelija, después de caminar por el bosque durante la noche, contaron algunos de ellos a la AFP.
La presencia policial también fue reforzada en esta estación, donde miles de inmigrantes han llegado en los últimos días. Allí, la Policía local les entregaba documentos temporales, lo que les permitía continuar su viaje hacia el norte a través de Macedonia y Serbia, antes de llegar a la frontera con la Unión Europea.
Pero los migrantes afirman que las autoridades detuvieron el proceso de registro. “No nos dan papeles. Tal vez tienen la intención de mandarnos de vuelta a Grecia”, dijo un joven de 24 años, quien prefirió no dar su nombre. “No queremos regresar. Estamos agotados de caminar y estamos agotados por la situación en Siria. No queremos guerra. Mi padre murió por un obús. Ya no tengo a nadie allá, debo irme”, añadió este estudiante de biología oriundo de Damasco. (I)
Los ministros de Francia y Gran Bretaña firman acuerdo migratorio
La Policía francesa también lanza gases lacrimógenos en Calais
Gran Bretaña y Francia firmaron esta semana un acuerdo por nuevas medidas para hacer frente a la grave crisis migratoria en Calais, en el noroeste francés, que incluirá la construcción de un centro de comando y control con agentes antidisturbios y de frontera.
Dicho centro será manejado de forma conjunta por la Policía británica y francesa, y combatirá “de forma incansable” a aquellas personas que busquen traficar con inmigrantes desesperados por alcanzar las costas del Reino Unido.
El acuerdo fue firmado en Francia por la ministra del Interior británica, Theresa May, y su colega francés, Bernard Cazeneuve, el mismo día que cientos de inmigrantes indocumentados, en su mayoría provenientes de países como Siria, Irak, Afganistán y Somalia, participaron en una manifestación en Calais para denunciar la situación “inhumana” en la que se encuentran.
La protesta provocó una parálisis en el sistema de transporte de la ciudad portuaria, con largas filas de vehículos que cruzaban desde el puerto inglés de Dover.
“No somos animales”, “Justicia” o “Abran las fronteras” eran algunos de los cánticos de los inmigrantes, que sin embargo fueron reprimidos por la Policía francesa.
Agentes armados dispersaron a los manifestantes en un operativo de seguridad, utilizando gases lacrimógenos y empujándolos con cachiporras.
La protesta se realizó a pocos metros de la llamada ‘Jungla’, el campo de tiendas de campaña donde miles de migrantes viven en condiciones inhumanas a la espera de poder cruzar a Gran Bretaña.
Las autoridades de Francia estiman que hay al menos 3.000 extranjeros viviendo en la ‘Jungla’, muchos de ellos que intentan cruzar a diario a través del Eurotúnel poniendo su vida en riesgo. Ese peligroso cruce ya cobró la vida de decenas de personas en los últimos meses.
De acuerdo a May, el nuevo centro de comando y control “perseguirá y combatirá sin descanso a las bandas criminales que facilitan y lucren contrabandeando a personas vulnerables, en muchos casos sin importarles en lo más mínimo su vida”.
El centro de comando conjunto, que incorporará a inspectores de frontera del Reino Unido, estará encabezado por dos autoridades de alto nivel de Francia y Gran Bretaña, cada uno de ellos que deberá reportar a su respectivo gobierno sobre la situación en Calais.
Gran Bretaña destinará además 3,5 millones de libras esterlinas (unos cinco millones de euros) al año en los próximos 2 años para implementar las medidas acordadas esta semana, fondos adicionales a los ya prometidos por el Ministerio del Interior británico para reducir la crisis migratoria.
En julio pasado, el Gobierno británico anunció destinar otros 10 millones de euros para medidas de control inmigratorio.
*Leonardo Boix, corresponsal en Londres