Los problemas, en primer lugar la crisis, le crecen a Hollande a los 100 días
La fecha del primer balance de la presidencia de Hollande quedó marcada desde primera hora por los disturbios que se desencadenaron durante la noche y parte de la madrugada en uno de los barrios identificados como de los más conflictivos del país, al norte de la ciudad de Amiens.
Un centenar de jóvenes protagonizaron allí una verdadera batalla campal con las fuerzas del orden -16 de cuyos agentes resultaron heridos- e incendiaron tres edificios públicos así como numerosos coches y abundante mobiliario urbano.
El jefe del Estado socialista, que tenía prevista una alocución pública en un homenaje a dos gendarmes asesinadas por un delincuente reincidente en junio durante una intervención, no tuvo más remedio que dedicar una parte de su discurso a los altercados de Amiens para anunciar que "el Estado movilizará todos sus medios para combatir esta violencia".
Pero el mayor reto para Hollande, y lo que más ha contribuido a erosionar su popularidad en los tres primeros meses de mandato, es la crisis económica, que se hizo hoy presente al publicarse los datos del Producto Interior Bruto (PIB) entre abril y junio, cuando la economía francesa siguió estancada por tercer trimestre consecutivo.
Esos primeros resultados del Instituto Nacional de Estadística (INSEE) para el segundo trimestre, no obstante, son menos negativos de lo que se esperaba después de que el Banco de Francia la semana pasada hubiera augurado que este país podría entrar técnicamente en recesión este verano al encadenar dos trimestres sucesivos con una caída del PIB del 0,1 %.
El ministro de Finanzas, Pierre Moscovici, se esforzó en destacar que aunque las estadísticas del INSEE "no son excelentes (...), "Francia no está en recesión, mientras lo están la mayor parte de sus socios, España, Italia, Bélgica, Reino Unido" a la espera de las cifras de Alemania.
Moscovici mantuvo la previsión de que la actividad subirá un 0,3 % en el conjunto de 2012 y un 1,2 % en 2013, y señaló que para lograrlo hay que favorecer la actividad por todos los medios, y que uno de ellos es "acelerar" el proceso iniciado con la cumbre europea de finales de junio, que pretendió poner coto a la crisis en la zona euro.
Una alusión a otra de las grandes promesas electorales de Hollande, reorientar la construcción europea para introducir medidas en favor del crecimiento, junto a los ajustes para controlar el déficit y la deuda.
En el plano interior adoptará medidas para impedir que siga la subida de los precios de los carburantes, sin descartar un bloqueo de las tarifas en las gasolineras, lo que también figuraba en el programa electoral.
La gran prueba de fuego para la popularidad de Hollande -con cuya acción ya están descontentos un 51 % de los franceses, según una encuesta de Ifop de la semana pasada- llegará desde septiembre con la elaboración de unos presupuestos que tendrán recortes en buena parte de sus partidas, y que difícilmente evitarán esfuerzos para algunos de los colectivos que votaron mayoritariamente por él.
Ante de eso, la oposición de derechas, empezando por su predecesor Nicolas Sarkozy y por el ex primer ministro François Fillon, han cargado contra su política ante el conflicto sirio y criticado una falta de iniciativa que ambos han contrapuesto con el papel de ariete que París tuvo en 2011 en el derrocamiento del régimen de Muamar el Gadafi en Libia.