Publicidad

Ecuador, 12 de Octubre de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Comparte

Punto de vista

Lo imprevisible cambia el rumbo de las elecciones en Brasil

Lo imprevisible cambia el rumbo de las elecciones en Brasil
27 de agosto de 2014 - 00:00

La trágica muerte del candidato Eduardo Campos en un accidente aéreo cambió totalmente la disputa presidencial en Brasil. Su candidata a vicepresidente, Marina Silva, es el reemplazo indicado por el Partido Socialista Brasilero. En la elección anterior, como candidata a la presidencia por el Partido Verde, Marina logró un considerable 20% del total de votos válidos.

Campos, en el día del accidente, tenía apenas el 9% de la intención de voto. 10 días después de su muerte, Marina Silva se acercaba al 27%, prácticamente eliminando la posibilidad de que la actual presidenta Dilma Rousseff gane en primera vuelta. Y para preocupación de la cúpula del Partido de los Trabajadores, el de Dilma, la misma encuesta apunta a que Marina se llevaría la presidencia en segunda vuelta.

Los datos no son solamente el resultado de una conmoción por la muerte de un potencial líder político. Diversos elementos deben ser analizados para comprender lo que está sucediendo. Brasil es de una complejidad política proporcional a su tamaño.

En Brasil prácticamente todos los números son superlativos. La inmensidad de su extensión territorial con más de 8 millones de metros cuadrados y más de 200 millones de personas está constituida por una infinidad de culturas y ecosistemas que conviven casi bajo un mismo idioma.

En una Tierra de 5 millones de indígenas hasta la llegada de portugueses, su identidad ha sido moldeada por las mayores colonias italiana y japonesa del mundo, sumados españoles, alemanes, libaneses, judíos, africanos, todos responsables por crear un matiz difícil de definir pero que puede resumirse en la palabra “brasileiro”. Y es precisamente esta riqueza cultural la que da lugar a una compleja realidad política que en octubre de este año, entre otros cargos, definirá quién será el próximo presidente de la República.

El actual sistema político brasileño es el resultado de una Constitución -aprobada después de 24 años de dictadura-, que en el año 1985 inició una estructura electoral con 32 partidos políticos y que, hoy en día, forman aberrantes bloques para disputar las elecciones.

La ley electoral asegura más espacio en televisión para el bloque que contenga más parlamentarios en el Congreso Nacional. Ahora en 2014, Dilma tendrá 11min38s; Aécio Neves, 4min35s y Marina Silva, 2min3s. Hasta la llegada definitiva de las redes sociales como mecanismos de “relacionamiento” con el electorado, el tiempo en televisión era la principal herramienta comunicacional.

A partir de esa lógica los bloques se conforman no por un norte político, una identidad ideológica o un proyecto de país, sino por una pura y simple estrategia de marketing político. El PT, históricamente de izquierda, tiene en su bloque a partidos de la extrema derecha, con miembros que participaron directamente de las torturas durante la dictadura militar en Brasil. Es como si el presidente Correa dividiera su tarima con León Febres-Cordero para obtener ventaja en la contienda electoral.

Esta distorsionada particularidad de la política brasileña genera que, a pesar de que el gobierno de turno obtenga la mayoría de parlamentarios, no obtenga también garantías para la gobernabilidad.  

El financiamiento de las elecciones no es público. En Brasil cada bloque debe buscar cómo financiar sus gastos. Una elección competitiva a presidente de la República no cuesta menos de $ 200 millones, dinero que viene de la iniciativa privada y que en algún momento pasará la factura.

El PT que, antes de ser el partido de gobierno combatía vorazmente este perverso sistema electoral, después de 12 años en la presidencia y a pesar de las históricas conquistas sociales y económicas, no dio ni un solo paso para cambiar estructuralmente el mismo sistema evaluado por la población como antiético y estimulante de la corrupción.

Los jóvenes brasileños crecieron en un país mucho mejor pero no logran contrastar las conquistas del gobierno progresista con el desastre neoliberal de anteriores presidentes. Las falencias en la comunicación del PT y del gobierno Dilma han causado que las nuevas generaciones no perciban dichas conquistas. Para ese joven electorado, el PT, que se posiciona como un partido de izquierda, es lo mismo que la ultraderecha.

Esa percepción es uno de los principales componentes para que Marina Silva, exmiembro y fundadora del PT, heredera política de Chico Méndez y exministra del primer gobierno Lula, se posicione como una supuesta vía para el cambio tan deseado por ese casi 30% de los votantes. Ese electorado es de alguna manera simpatizante de las luchas de la izquierda pero no se siente representado por el PT.

La gran contradicción es que Marina no es de hecho una vía para el cambio. La composición simbólica de lo que ella aparentemente ofrece es totalmente contraria a los pedidos de ese público joven. Marina es una radical evangélica, perteneciente a las iglesias ‘Pare de sufrir’. Es homofóbica, está en contra del aborto y ha defendido la posibilidad de un estado no laico.

Sus propuestas de política económica son de corte neoliberal y su principal asesora política es, nada más y nada menos, que la dueña del mayor banco privado de Brasil, que actualmente debe más de $ 7 mil millones de impuestos. A pesar de su histórico de defensa del medio ambiente, su candidato a vicepresidente es un defensor del sector agrícola, principal responsable de la destrucción de la Amazonía, cuna de Silva.

Los programas electorales de televisión ya han comenzado e impactarán en los resultados de las próximas encuestas. En las redes sociales Dilma es omnipresente y el sentimiento es levemente positivo. Pese a que Marina aún no ha conquistado este espacio, tendrá el apoyo de importantes figuras artísticas como Gilberto Gil, exministro de Lula, y eso le dará más relevancia y legitimidad.

Este confuso mapa político adquirió nuevas matices que hacen más difícil la proyección de resultados. Las estrategias comunicacionales adquieren cada vez mayor relevancia, tanto para defender propuestas como para desarmar discursos contrarios falsos. Y es posiblemente esa la clave para la victoria, construir narrativas que reposicionen en el imaginario del público joven a quien, no solo pueda continuar el proceso de desarrollo económico y social de la sexta mayor economía del planeta, sino también a quien esté dispuesto a cambiar las tradicionales estructuras políticas del país.

Contenido externo patrocinado

Ecuador TV

En vivo

El Telégrafo

Pública FM

Noticias relacionadas

Social media