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Ecuador, 23 de Diciembre de 2024
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El 1 de marzo inició el proceso de desarme

Las mujeres de las filas de las FARC planifican cómo retomar su vida civil

Manuela Cañaveral, (I) miembro de las FARC, con uno de los presentadores de la radio La Voz de la Resistencia.
Manuela Cañaveral, (I) miembro de las FARC, con uno de los presentadores de la radio La Voz de la Resistencia.
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Bajo una lona de camuflaje y con un estudio improvisado en las montañas de Colombia, Manuela Cañaveral conduce una radio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Sin embargo, en tiempos de paz esta guerrillera no sueña con cambiar su fusil por un micrófono, sino con finalmente continuar sus estudios.

“Somos la voz del pueblo y para el pueblo”, exclama esta joven al saludar a sus oyentes, después de dedicar a “todas las madres de Colombia” la canción revolucionaria “Madre de guerrillero”.

La noche envuelve poco a poco el campamento del Bloque Martín Caballero de las FARC, cerca de San José de Oriente. Desde hace un mes,  200 rebeldes viven allí, en una de las 26 zonas donde se desarmará esta guerrilla, ubicada a 30 minutos de Valledupar (César), en el árido noreste del país.

Con el aparato transmisor sobre una mesa de plástico blanca y micrófono en mano, Manuela Cañaveral se encarga de la emisión durante cinco horas seguidas. La “Cadena radial bolivariana – La Voz de la Resistencia” emite de 05:00 a 20:00 (el mismo horario en el territorio ecuatoriano), tiempo durante el que se relevan tres equipos.

“La gente nos llama, de todo el valle, intercambia con nosotros”, cuenta a la AFP Cañaveral, de 22 años y seis en filas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que firmaron en noviembre un acuerdo de paz para terminar con 52 años de conflicto.

Formadas en la guerrilla

Originaria de Medellín (noroeste), esta menuda chica de ojos brillantes y voz determinada fue líder de manifestaciones estudiantiles, indignada porque “no había dinero en mi casa para ir a estudiar, (y porque) habían niños en las calles”.

Su compromiso la llevó un día a entrar a las FARC, también ‘para proteger’ su vida. “Los problemas de persecución paramilitar llegaron hasta mí, tanto que ya no podía más ir al colegio, por las amenazas”.

También fue un incentivo el arresto en 2011 de su madre, militante sindical detenida por ocho meses. Definitivamente a los 15 años entró a la guerrilla.

Manuela rechaza que en la sociedad “venden un prototipo de mujer que tiene uñas largas, pelo largo”.

“Aquí, con la guerrilla, he aprendido que no, que las mujeres podemos llevar el cabello corto y seguimos iguales. Tenemos igual más oportunidades de salir adelante que los hombres porque somos capaces de atender muchas cosas al mismo tiempo”, dice riendo y provocando que se muevan sus aretes de plata.

De franela y gorra de las FARC, con las uñas pintadas de rojo, Érica Galindo, de 39 años, pasó 24 en las FARC. “¡Toda una vida!”, exclama esta indígena kankuama. Enfermera formada en el oficio por médicos ‘amigos’ de la guerrilla, ha vivido ‘momentos muy duros’: como ‘cuando uno pierde compañeros en combates’.

En la vida civil espera ‘validar’ sus conocimientos, continuar trabajando en la salud. Confiesa que su sueño es ‘trabajar con los más humildes’, ‘poderles brindar ese calor humano, cariño y curar a la gente’.

El estudio en Cuba es una opción

Cuando los 7.000 miembros de las FARC, casi de ellos 40% mujeres, hayan dejado sus armas a fin de mayo, Manuela cuenta con reanudar su vida donde la dejó. “Me llaman la atención muchas cosas. Quiero validar el bachillerato, estudiar filosofía, comunicación social, pero también la pedagogía”, dice, segura de algo: “Me gustaría estudiar en Cuba, porque hay muchas posibilidades y porque allá tengo una identidad política”.

Al otro lado del campamento, cerca de lonas verdes que funcionan como carpas, una veintena de rebeldes bailan al ritmo de cumbia. ‘Enemigo a la derecha’ y saltan hacia ese lado. ‘Enemigo a la izquierda’ y saltan hacia el otro. ‘Fusil en alto, dobla las rodillas’, cantan mientras danzan.

A la cabeza del grupo está Adriana Cabarrus, de 38 años y 18 de guerrillera, quien se balancea con gracia pese a sus botas.

“¿Después de esto? Voy a continuar en el movimiento político. Viviré donde me pongan. Me gustaría vivir en una patria libre, en un país donde haya justicia social. Quizás me quedo aquí, en esta zona que se convertirá en un nuevo pueblo”, dice esta pelirroja de piel blanca.

Manuela terminó la transmisión. Alegre y con botas de goma, se une a los bailarines. Con la paz, no se puede perder la forma: salsa y otros ritmos tropicales reemplazan las largas marchas en la jungla. Sin el miedo a entrar en combate.

En un comunicado la misión de Naciones Unidas (ONU) encargada de supervisar el cumplimiento del desarme manifestó su beneplácito por el consenso de las partes para iniciar sin más demora la dejación de armas y dejar atrás las dificultades logísticas que retrasaron la implementación de lo consensuado. (I)

DATOS

El Gobierno y las FARC tuvieron el lunes pasado una reunión sobre los atrasos en la adecuación de los 26 sitios del desarme.

El pasado 24 de noviembre el presidente Juan Manuel Santos y el líder de ese movimiento firmaron el acuerdo definitivo para terminar los enfrentamientos.

Dicho pacto incluye medidas como el cese el fuego bilateral y el desarme en las zonas y puntos (menores que las primeras) donde permanecerán los integrantes de las FARC durante varios meses hasta su reincorporación en la vida civil.

Las FARC iniciaron este primero de marzo el proceso de desarme a más de tres meses de la firma de la paz con el Gobierno colombiano, procedimiento que deberá concluir el venidero 29 de mayo.

7.000 guerrilleros de la agrupación armada están concentrados en 19 zonas y siete puntos transitorios. (I)

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