La Organización Mundial de la Salud (OMS) ratificó este 1° de diciembre, Día Mundial de la Lucha contra el Sida, que, en el mundo y durante los últimos cinco años, los casos de VIH (Virus de Inmunodeficiencia Humana) han disminuido. La reducción bordea el 25,9%; aun así cerca de 36,9 millones de personas conviven con el virus.

En el Perú esa disminución es irreal. Según el Ministerio de Salud, entre 2010 y 2014, los pacientes que dieron positivo en la prueba de descarte aumentaron en un 11,5%. Un total de 54,611 peruanos son portadores del VIH.

De entre ellos se identifican grupos vulnerables a la reproducción de la enfermedad. Las mujeres transgénero, los hombres que tienen relaciones sexuales con otros hombres, y las trabajadoras sexuales conforman los núcleos más sensibles al contagio.

De acuerdo a las cifras de la Red Nacional de Epidemiología, la edad de prevalencia de la enfermedad es mayor en los hombres que en las mujeres. Mientras unos 1,057 varones entre los 50 y 54 años conforman el grupo más numeroso de contagiados, unas 1,411 mujeres entre los 25 y 29 años representan el conjunto más numeroso de portadoras.

Los lugares de mayor vulnerabilidad dentro del país también varían. A pesar que el mayor número de infectados se concentra en Lima, la incidencia de este mal se ha extendido de forma acelerada y numerosa en la selva peruana. En la región de Madre de Dios, por ejemplo, existen 24 infectados por cada 10.000 habitantes. En la provincia de Condorcanqui, fronteriza con el Ecuador, el índice de prevalencia del VIH supera el 1,2%, afectando de forma directa a indígenas de las etnias wampi y awajun.

En estas regiones múltiples son los factores que configuran el preocupante panorama. El contacto con comerciantes en las orillas de los ríos, el ingreso de albañiles o maestros a las comunidades, el retorno de jóvenes migrantes en ciudades como Piura, Trujillo y Lima, y las prácticas homosexuales cada vez más visibles entre sus habitantes, parecen agudizar la zona de contagio.

Para la Defensoría Pública, el problema en esta parte del país solo puede ser enfrentado por una Ley de Salud Intercultural que contemple las formas propias de concebir la salud, el mundo y la naturaleza, que tienen las etnias amazónicas. Esa Ley se ha diseñado en un intercambio entre técnicos de salud y representantes de las comunidades, pero desde hace un año reposa en manos del Presidente, Ollanta Humala, quien aún no ha emitido el Decreto Supremo que garantice su aplicación.

Y es que frente al crecimiento del VIH la lentitud institucional es un problema. América es el segundo continente, después de África, con mayor prevalencia de esta enfermedad.

En el Perú, donde en 1983 se reportó el primer caso de contagio, el gobierno ha puesto en marcha una serie de acciones para intentar disminuir el índice de prevalencia. El Tratamiento Antirretroviral de Gran Escala obedece a esta iniciativa y busca acercar los antiretrovirales gratuitamente a los infectados identificados por el Ministerio de Salud. Actualmente unos 6,800 pacientes se benefician con el tratamiento.

Con miras a que la mayor cantidad de infectados sean atendidos y de esta forma se logre reducir la incidencia de la enfermedad, la OMS lanzó en 2015 su estrategia 90-90-90, que busca que la persona portadora del VIH sea consciente de su diagnóstico, para que pueda seguir el tratamiento necesario hasta que el virus se vuelva indetectable. El Perú firmó el convenio de aplicación de esta estrategia, y sus autoridades afirmaron este 1° de diciembre que una de las formas de encarar esta tarea será una inversión continua en medicina.

El año pasado, 72 millones de soles se invirtieron en la compra de medicamentos antirretrovirales en este país. Los primeros 8 meses de este año, la cifra superaba los 56 millones.

De acuerdo al Centro de Prevención y Control de Enfermedades de los EEUU, la principal fuente de transmisión del VIH es la transfusión sanguínea, seguida por el contacto sexual y el uso de jeringas por drogas. A pesar de que los índices de la enfermedad han disminuido, el año pasado unos 2 millones de personas contrajeron la enfermedad en todo el mundo, y 1,2 millones de personas murieron por su causa.

En el Perú la situación es preocupante pues su solución depende del trabajo articulado de instituciones y sociedad civil, mediado por condiciones sociales, económicas y culturales que, por momentos, parecen insalvables. (I)