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La última Eva (2)

La última Eva (2)
06 de agosto de 2014 - 00:00

Pero la figura de Eva Perón va más allá de la lucha por la ciudadanía política. En el breve -pero intenso- tiempo que estuvo en la vida pública y con un fuego que parecía nunca apagarse se ha convertido en el paradigma de lucha de la mujer latinoamericana. Porque a nuestro juicio, Evita no es patrimonio de la Argentina sino de todo el continente; como ocurre con la figura del ‘Che’ Guevara, quien se ha transformado en un ícono de lucha para Nuestra América.

Con Evita pasa lo mismo. Su reconocimiento ha sido tan grande en las últimas décadas que ocupa un lugar privilegiado en la historia latinoamericana. Ni el ‘Che’ ni Evita tienen una nacionalidad específica y única. Su nacionalidad es la Patria Grande. Dos símbolos que transcienden a su lugar de origen para hacer de toda América su hogar. Como saben quién fue Ernesto Guevara, también han oído hablar de María Eva Duarte de Perón y lo que significa para el pueblo oprimido. Su nombre tiene el mismo valor que el del ‘Che’ y otros revolucionarios latinoamericanos. En cada rincón donde exista exclusión, desigualdad y lucha por la dignidad, ahí está Eva Perón.

Ahora, ¿cuál es ‘la última Eva’? ¿Dónde reside? ‘La última Eva’ es la primera, la que surgió una noche de 1944 cuando conoció a Juan Domingo Perón. Una figura que a diferencia de otros personajes de nuestra historia, no tiene varias etapas a lo largo de su trayectoria. No existe por lo tanto una última Eva. Ni en la historia ni en el mito. Solo hay una, que con el paso de los años se vuelve cada vez más grande y tenaz. Una mujer consecuente, sin contrapuntos o contradicciones que se le puedan señalar. Una mujer unidimensional, no en el sentido crítico que plantea Herbert

Marcuse en 1964 donde el sujeto está subordinado al capitalismo, sino que su unidimensional libertaria chocaba con un universo plagado de injusticias. Ella apareció para torcer el rumbo de ese universo y ponerlo de cabeza.

Evita ha sido una bisagra en la historia de la mujer y de los más necesitados de América Latina, quienes fueron acogidos por ella. Muestra de esto fue el terremoto que sufrió Ecuador en 1949 y que con la ayuda de su fundación social que llevaba su mismo nombre logró asistir a las poblaciones damnificadas por el sismo. Un gesto de altruismo que quedaría marcado en la sociedad ecuatoriana.

Evita es la clave femenina de la lucha por la emancipación contemporánea, en estos tiempos convulsionados donde se vienen cristalizando reivindicaciones históricas para la mujer.

‘La última Eva’ encarna, por tanto, la mujer luchadora que surge de las masas populares. Una mujer que no descansa por la liberación, no solo de su género, sino de su pueblo. Una Eva colectiva en la que el espíritu de Evita vive en cada una de esas mujeres que luchan para transformar la realidad. Una realidad que nace desde lo cotidiano y avanza hacia lo social.

Esa es ‘la última Eva’. La que habita en el pueblo. Un pueblo que tiene rostro de mujer.

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