La UE inicia una etapa clave para su futuro
Bruselas admitió que la crisis política que sufre Alemania ya es un problema europeo. Y de no solucionarse en el próximo mes, podría paralizar la toma de decisiones en asuntos fundamentales para el funcionamiento comunitario. Así lo reconocieron fuentes del Europarlamento a EL TELÉGRAFO, las que añaden sin paliativos “que nos enfrentamos a un horizonte de incertidumbre”.
En otras palabras, si la locomotora política y financiera del continente continúa sin reaccionar, la UE tampoco podrá hacerlo precisamente cuando le llegó el momento de afrontar cuestiones vitales como lograr un acuerdo definitivo sobre el Brexit, la unión monetaria que debe quedar definida para mitad de 2018 y la forma en la que se elegirá al próximo presidente del Consejo europeo (CE) en 2019.
“Es imposible pensar que estas cuestiones pueden encararse con garantías si no hay estabilidad en Alemania”, concluyen las fuentes consultadas, que coinciden con el análisis sobre la delicada situación realizado por el investigador en Bruselas del Real Instituto Elcano, Ulrich Speck.
Al margen de las consecuencias internas que puede provocar la falta de un acuerdo de Gobierno en Alemania, la preocupación en el Parlamento europeo se disparó. El presidente del CE, el polaco Donald Tusk, convocó para el 15 de diciembre en Bruselas una reunión de los 19 jefes de Estado y de Gobierno de los países que integran la zona euro, para debatir sin demora ni prejuicios el futuro institucional de la Unión Económica y Monetaria europea, uno de los retos que están sin definir.
Sobre la importancia de que este encuentro sirve un detalle: La convocatoria de una Eurocumbre no se ha realizado hace ya más de un lustro, desde los tiempos más críticos de la gran recesión. El motivo de ahora es diseñar un sistema financiero a prueba de los sobresaltos del mercado, como es la creación de la Unión Bancaria con un fondo de garantía de depósitos en común y el nombramiento de un superministro de Finanzas que fomente la integración del euro. Es tal la relevancia que se otorgó a esta cumbre que, si finalmente se confirma la ausencia de Merkel, una posibilidad bastante factible por la difícil tesitura que atraviesa Alemania, nadie duda de que tendrá una influencia pésima en Europa.
El propio ministro de Finanzas germano en funciones, Peter Altmaier, intentó tranquilizar a los más pesimistas durante estos días asegurando que esté o no esté la canciller, la reunión debe celebrarse. “Si retrasamos una decisión cada vez que se negocia una coalición, quizá nunca decidiríamos nada”, añadió. La esperanza que alberga la CE es que esta misma semana se abran las negociaciones entre el partido de Merkel, el CDU, y los socialdemócratas del SPD para reeditar la Gran Coalición que ha gobernado las dos últimas legislaturas.
Por si estos problemas no fueran suficientes, Donald Tusk añadió hace dos semanas más leña al fuego al adelantar su propuesta “impostergable” de celebrar en febrero el esperado debate sobre la forma de nombrar a su sucesor.
La cuestión es crucial ya que el nombre del próximo máximo responsable europeo saldrá de los resultados que se registren en las elecciones comunitarias de 2019. En juego está la continuidad de un sistema inaugurado en 2014 bajo el término alemán spitzenkandidaten, según el cual cada partido político elige a un aspirante y luego la Eurocámara decide el ganador en función de los votos. Alemania siempre ha sido el más firme defensor de esta fórmula.
Enfrente está la gran mayoría de los líderes europeos, que prefieren volver al método tradicional de elección a puerta cerrada. Y el más destacado de todos ellos es Emmanuel Macron, cuya formación En Marche! no pertenece a ninguna de las grandes familias políticas europeas con lo que su nivel de influencia quedaría mermado. Si, en cambio, el SPD de Martin Schulz decide renovar la gran coalición con el CDU de Angela Merkel, las posibilidades de supervivencia del sistema de elección vigente del presidente de la Comisión Europea, se supone que más democrático, aumentarían de manera definitiva.
Por último, está el espinoso tema del Brexit que en dos semanas debe tener resuelto si pasa a la segunda fase o permanece estancado. La ausencia de Alemania deja a la UE huérfana en un asunto donde están en juego miles de millones de dólares y el futuro de cientos de trabajadores comunitarios.
¿Cómo actuará Merkel? “Es impredecible hacer un pronóstico”, concluye un europarlamentario español. (I)
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Irlanda, decepcionada por el retroceso
Leo Varadkar, primer ministro irlandés, está “sorprendido y decepcionado” por la marcha atrás del Gobierno británico a un acuerdo sobre la frontera en Irlanda del Norte tras el Brexit.
El sector, que genera más de $ 2.100 millones y cerca de 30.000 empleos, teme que esta salida del bloque sea el posible regreso de una frontera entre Irlanda y Reino Unido, que tendría un fuerte impacto para dos economías muy conectadas.
Según la televisión pública irlandesa RTE y el diario Financial Times, Londres se plegó a las condiciones de Dublín y aceptó que las reglas aduaneras y comerciales de su provincia de Irlanda del Norte se alineasen con las de la vecina Irlanda, allanando el camino a un acuerdo final sobre el Brexit.
Dublín había pedido garantías por escrito de que, tras el Brexit, no habrá divergencias regulatorias con Irlanda del Norte, que obligarían a instalar puestos y controles en la frontera, perjudicando así a la economía de la zona y devolviendo estampas de los años de plomo del conflicto norirlandés.
La cría de caballos pura sangre es una instancia en la que Irlanda -afirman- puede estar entre los mejores del mundo, pero el Brexit le está dando a la industria una preocupación. (I)