La sombra amenazante
A las 09:03 del 11 de septiembre de 2001 un segundo avión se estrellaba contra el edificio aún no destruido de las Torres Gemelas de Nueva York. Ya sobre aviso del primer ataque, que lenta y vorazmente consumía la primera torre, las estaciones de televisión de la mayoría del planeta difundían las imágenes en vivo. Y con ellas un terror hasta entonces inimaginado.
Adentro, en los edificios siniestrados, el pánico asolaba a las víctimas: algunas, quizá sabiendo que estaba rota toda esperanza de rescate, decidieron lanzarse al vacío. Minutos más tarde el desplome era total: las dos torres caían devoradas sobre sí mismas.
El tenebroso panorama lo completaban datos llegados desde El Pentágono (Virginia) y Somerset (Pensilvania): dos aeronaves más se habían estrellado allí, tras ser secuestradas también por miembros de Al Qaeda. El saldo total: 2.976 muertos.
Han pasado diez años ya del peor ataque terrorista en la historia de Estados Unidos, cuyos capítulos más recientes han sido la muerte del líder de la organización yihadista, Osama Bin Laden, y una nueva alerta de amenaza terrorista, pero los recuerdos de quienes experimentaron de cerca el hecho todavía permanecen intactos en su memoria.
“Cuando el avión impactó, diez o quince minutos más tarde, vi gente tirándose por las ventanas. Fuimos a la calle a mirar. Pensamos que era solo ropa, pero era gente saltando”, rememora Bob O’Brien, de 68 años, un empleado de mantenimiento, quien estaba trabajando cerca del World Trade Center.
El director de Pew Hispanic Center, con sede en Washington, Mark López, explica a El Telégrafo que un estudio realizado a más de 1.500 personas y que tiene un margen de error de 3,5 puntos porcentuales, revela que el 97% de los encuestados recuerda dónde se encontraba el día de los atentados. “Es más que el porcentaje obtenido en el mismo sondeo en el que se les preguntó dónde estaban cuando asesinaron al presidente Kennedy (95%)”.
López comenta que los ataques han tenido un gran impacto en la mente de los estadounidenses, por lo que casi todos los adultos recuerdan lo que estuvieron haciendo durante el ataque. Sin embargo, afirma que hay diferencias sobre las políticas contra el terrorismo del Gobierno.
Según la encuesta de la entidad, un 43% de las personas consultadas cree que el Gobierno ha hecho un buen trabajo para proteger al país, pero otro 35% estima que “Estados Unidos ha tenido mucha suerte hasta ahora”, mientras que el 16% considera que es una nación difícil para ser blanco de un nuevo atentado.
Las tres cuartas partes de los consultados (75%) perciben que Washington ha “trabajado duro” para reducir la amenaza de terrorismo, pero solo 1 de cada 4 estima que las guerras en Irak y Afganistán redujeron los riesgos de atentados en territorio estadounidense, informa el centro de investigación Pew.
En una entrevista con este diario, George Chaya, analista político argentino experto en relaciones internacionales, seguridad y prevención del terrorismo, manifiesta que la principal consecuencia que los ataques han dejado es el temor, el miedo que desde los atentados se ha hecho presente no solo en la sociedad estadounidense sino en todo el Occidente.
“Le tocó lo peor a Estados Unidos, pero el terror yihadista golpeó también dentro de Europa en países como España e Inglaterra. Basta observar cómo se ha ampliado y reforzado la seguridad y los controles en todo el mundo”, resalta el autor de La yihad global, el terrorismo del siglo XXI.
Chaya resalta, además, que lo realmente curioso es cómo las sociedades se han acostumbrado a vivir esto y perciben con normalidad esas nuevas medidas y los controles más estrictos en la seguridad. Para el analista político, el liderazgo estadounidense y europeo actual no ofrece garantías en sus palabras y acciones contra estos grupos criminales y la amenaza terrorista, por lo que es normal que las personas experimenten sensaciones de inseguridad y temor.
Las políticas de seguridad
Los atentados del 11 de septiembre de 2001 ocurrieron cuando el entonces presidente George W. Bush estaba a tres meses de cumplir el primer año de su mandato, diez años después, en la Administración de Barack Obama, el líder de la red Al Qaeda, Osama Bin Laden, y autor intelectual de los ataques fue liquidado por agentes estadounidenses en Pakistán.
Al comparar ambos gobiernos en el manejo de la seguridad, Chaya no ve mucha diferencia, ha habido aciertos y errores en ambos, analiza. Pero la actual política norteamericana para el mundo árabe en el Magreb y Oriente Medio, así como en la histórica controversia palestino-israelí, fracasará estrepitosamente de continuar en esta línea, pronostica tras destacar que “el presidente Obama marcha en dirección hacia el acantilado con sus acciones y decisiones en aquella región del mundo”.
Mario Diament, director de la Escuela de Postgrado de Periodismo y Medios de Comunicación de la Universidad Internacional de Florida, afirma a El Telégrafo que los ataques del 11 de septiembre demostraron que la sociedad norteamericana es una “sociedad vulnerable”. La herencia de estos episodios a través de los diez años -añade- es la cantidad de derechos privados que fueron eliminados y reemplazados por una serie de invasiones a la privacidad que eran imposibles de concebir antes de los ataques.
El además columnista del diario argentino La Nación detalla que las medidas van desde las seguridades que se aplican en los aeropuertos hasta las posibilidades que tiene el FBI (Federal Boreau of Investigation) de investigar al ciudadano preventivamente sin que haya ningún crimen. Es decir, todo lo que forma parte de la denominada Acta Patriótica promulgada el 26 de septiembre de 2001, cuya ley tenía como objetivo ampliar la capacidad de control del Estado para combatir el terrorismo.
Para Diament, el actual presidente de Estados Unidos llegó con la intención de revertir muchas cosas, como cerrar la prisión de Guantánamo, terminar con la guerra de Irak y continuar con la persecución de Osama Bin Laden. Algunos de estos objetivos se lograron, otros no. De hecho Guantánamo sigue existiendo, pero se disminuyó el conflicto en Irak. De la misma manera, la muerte del líder de Al Qaeda demostró la eficacia de la doctrina de Obama en ese campo, asegura el catedrático tras evaluar que las promesas de la actual Administración se han cumplido en un 50%.
A su juicio, las revoluciones que se han producido en el mundo árabe también han cambiado el tablero estratégico, por lo que no le parece visualizar en este momento una línea de política de seguridad muy definida. Sin embargo, Diament opina que el mayor impacto de los atentados se ha sentido más bien en la economía norteamericana, porque las guerras han cobrado un precio muy grande. “Estados Unidos se ha mostrado primero como una sociedad vulnerable en el área de seguridad, pero luego se ha mostrado, incluso, más vulnerable en el área económica”, añade.
Los costos de los conflictos
Según el proyecto de investigación “Costos de Guerra” del Instituto Watson para Estudios Internacionales de la Universidad de Brown (EE.UU.), hasta 3,7 billones de dólares habría gastado el Gobierno en mantener las guerras que emprendió contra los regímenes de Irak y Afganistán y de los grupos de Al Qaeda en Pakistán.
Para Julian Schvindlerman, analista político internacional y escritor argentino, los conflictos en Irak y Afganistán son parte de la guerra contra el terrorismo y el hecho de que se hayan extendido por largo tiempo es testimonio de la dificultad de la misión. “La Administración Obama ha combatido al terrorismo y la expresión más clara de ello es la eliminación de Bin Laden”, acota.
Schvindlerman coincide con Chaya y Diament al considerar que los atentados fueron considerados “un gran fracaso” de la política de inteligencia de los Estados Unidos. “Demasiada descoordinación, poca atención a evidencia clara, una mentalidad centrada en combatir estados-naciones por sobre actores sub-estatales”, destaca.
Pero ahora -continúa- hay mucha mayor colaboración entre agencias y un enfoque más agudo hacia los grupos terroristas islámicos. “Estados Unidos fue tomado por sorpresa diez años atrás, y ha tomado tiempo la reorganización, pero parece estar funcionando: en esta década no ha habido otro atentado terrorista de envergadura en suelo norteamericano”.
El analista político manifiesta que como presidente Obama ha adoptado la arquitectura de defensa diseñada por Bush y ha abandonado sus ideas de cerrar Guantánamo. Hubo un entendimiento -dice- de que las políticas del antecesor no eran caprichosas sino, al contrario, efectivas. “Obama no se expresa exactamente como Bush, pero definitivamente ha abrazado muchos trazos de su visión”.
Similar apreciación tiene el profesor de Ciencias Políticas y director del Programa del Hemisferio Occidental en la Universidad Johns Hopkins, Riordan Roett, quien afirma a El Telégrafo que Obama tiene más o menos el mismo nivel de seguridad que el gobierno pasado, porque es muy complicado cambiarlo en este momento. “Lo más importante es que realmente ha decidido terminar la guerra en Irak y por lo menos las tropas van a regresar a Estados Unidos, pero hay un gran debate en la Casa Blanca de cómo terminar o liquidar el conflicto ideológico en Afganistán”, resalta.
Sin embargo, el catedrático de Hopkins aún no puede asegurar si la gente tiene ahora más confianza con la muerte de Bin Laden, porque indica que todavía se está esperando el desenlace de toda la problemática de Al Qaeda. Sin embargo, señala también que uno de los principales déficits que tiene EE.UU. se debe a las guerras, además de las estrictas medidas de seguridad que las personas tienen que enfrentar cada vez que entran o salen del país.
Para Michael Shifter, director de Diálogo Interamericano en Washington, el gran desafío del Presidente es cómo lograr salir de las guerras sin hacerlo de una manera que provoque que políticamente sea costoso, sin generar reacciones intensas en las Fuerzas Armadas, porque la gente no las apoya, “la gente está cansada de estas dos guerras bárbaras”.
Shifter opina, sin embargo, que el discurso sobre política de seguridad ha cambiado notablemente, debido a que Obama no usa el término guerra contra el terrorismo, discurso muy común en Bush. “La retórica militarista no es buscada en Obama”.
Más enfático en su apreciación, Raúl Sohr, periodista especializado en política global y conflictos internacionales, escribe que la respuesta de Bush ante los ataques fue “histérica”, sin pensarlo declaró la guerra al terrorismo y proclamó la primera guerra del siglo 21. Hoy Estados Unidos ha revisado el equívoco concepto de guerra contra el terrorismo y lo ha omitido de su vocabulario. “Y es que el terrorismo -explica- no es un enemigo sino un método de combate”.
Sohr considera que la estrategia de Estados Unidos y Occidente en la lucha contra el fundamentalismo es contradictoria, porque no se perciben principios sino intereses nacionales y se hace de la vista gorda ante la invasión de Arabia Saudita a Bahréin para aplastar a quienes se manifiestan en forma pacífica. “Los dictadores y emires que se entienden con Occidente escapan a las críticas -resalta- y en ese sentido el 9/11 todavía proyecta una sombra amenazante”.