La reforma fiscal de Trump podría chocar con el muro de la deuda
La reforma fiscal impulsada por el presidente Donald Trump está a punto de ser aprobada por el Congreso estadounidense, pero la rebaja de los impuestos prometida a hogares y empresas podría rápidamente chocar contra el muro de la deuda, estiman los analistas.
Pero las precedentes reformas fiscales en el país llevaron a menudo a una fuerte subida de la deuda, que obligó en los años siguientes a elevar de nuevo los impuestos.
La administración republicana de Trump apuesta por el denominado "dynamic scoring", el alza de los ingresos generados por la aceleración del crecimiento de la economía para compensar las pérdidas iniciales tras la disminución de los impuestos.
"No podrá autofinanciarse, pero de todas maneras vale la pena", dijo a la AFP Glenn Hubbard, que ejerció como jefe del equipo de economistas de la Casa Blanca bajo la presidencia George W. Bush (2001-2009).
Hubbard forma parte de un grupo de nueve economistas que respaldaron la reforma y que aseguran generará un crecimiento de 0,3% adicional cada año durante una década.
Los economistas están no obstante lejos de ser unánimes al respecto y los sondeos muestran que la opinión pública será más bien escéptica respecto a los beneficios de la reforma.
Larry Summers, director del Tesoro cuando gobernaba el demócrata Bill Clinton (1993-2001), considera que los cálculos de Hubbard son erróneos y que la reforma es hasta "peligrosa", sobre todo por sus efectos sobre la financiación de la protección social.
Reformas precedentes como las de 1981 y 2001-2003, bajo las presidencias de los republicanos Ronald Reagan (1981-1989) y George W. Bush, no tuvieron los efectos previstos por sus impulsores.
Varias de las rebajas de impuestos decididas en 1981 tuvieron que ser suprimidas al año siguiente ante el repunte de los déficit fiscales. Ello no impidió que la deuda aumentara 60% entre 1981 y 1988, hasta alcanzar los 2,6 billones de dólares. Estados Unidos pasó entonces de ser el mayor acreedor internacional al mayor deudor.
Actualmente, la deuda es de unos 20 billones de dólares, alrededor del 105% del Producto Interior Bruto (PIB).
Durante las presidenciales de 1988, el candidato republicano George H.W. Bush, padre de George W. Bush, aseguró: "Lean mis labios, no habrá alza de impuestos". Una vez electo, no cumplió su promesa.
Los aumentos que impuso contribuyeron a su derrota frente a Clinton en 1992.
"Perdió sin duda por eso", contó a la AFP Matthew Gardner, del Institute on Taxation and Economic Policy.
"La lección se parece mucho a la que tendríamos que haber aprendido en los años 1980 e incluso en 2001: si uno decide bajar impuestos sin tener una hoja de ruta, seguramente se arrepentirá", indicó.
Gardner sostiene que la reforma adoptada por Bush hijo tuvo más o menos la misma suerte.
Entre 2001 y 2003, la Casa Blanca y el Congreso controlado por los republicanos redujeron la tasa impositiva marginal de 39,6% a 35%, pero diez años después, cuando esas rebajas expiraron, la tasa volvió a su nivel inicial.
"Desde fines de 2001, era bastante claro que los excedentes presupuestarios que habían incitado a George W. Bush a decidir rebajas eran muy ilusorios", afirmó Matthew Gardner.
Las reformas que acaban de ser votadas, añade, podrían fácilmente ser derogadas por los demócratas si logran retomar el control del Congreso en las elecciones de mitad de mandato, en menos de un año.
Mientras que la deuda pública está en su nivel más alto en relación con el PIB desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, los republicanos podrían verse obligados a reducir el gasto público.
Esto agravaría la situación de las capas más pobres, ya afectadas por una reforma fiscal que beneficia a los más ricos, sostuvo Jared Bernstein, exasesor económico de Joe Biden, vicepresidente de Barack Obama (2009-2017).
"El futuro de las rebajas de impuestos dependerá ampliamente del resultado de las próximas elecciones", dijo Bernstein a la AFP. (I)