Satélite cayó a Tierra, pero NASA desconoce paradero de restos
Después de dos décadas en el espacio, el Satélite de Investigación de la Alta Atmósfera (UARS) penetró hoy en la atmósfera terrestre sobre el océano Pacífico sin informes de daños ni heridos, pero la NASA continúa investigando el misterioso paradero de sus restos.
Tras concluir en 2005 una vida científica productiva de casi seis años, el UARS, de 750 millones de dólares y de más de 5,5 toneladas, regresó en añicos a la Tierra en medio de gran ansiedad y conjeturas en las redes sociales sobre el lugar y momento precisos de su llegada.
La NASA calcula que los restos del satélite cayeron a la Tierra "entre las 03.23 GMT y las 05.09 GMT", posiblemente sobre una franja de unos 804 kilómetros.
Durante una conferencia telefónica hoy, la NASA reconoció la dificultad de precisar el lugar donde cayeron sus escombros debido a la extensa dimensión del área.
"No sabemos dónde fue exactamente el punto de reingreso (a la Tierra)" ni "el campo con los deshechos... probablemente nunca lo sabremos", admitió Nick Johnson, principal científico de la NASA a cargo del programa para el manejo de "basura orbital".
"No he visto informes creíbles de que haya personas que han recuperado restos, pero estaremos pendientes y si recibimos algún informe, trataremos de verificarlo y comunicarlo", aseguró Johnson, quien reiteró la teoría de que la mayor parte del satélite cayó al Pacífico.
El científico señaló que "no se trata de una situación única" ya que la NASA registra aproximadamente una vez al año el reingreso a la Tierra de basura orbital del tamaño de los componentes de un satélite.
Ante la falta de datos claros, Johnson dijo que la NASA no descarta que algunos pedazos del UARS hayan caído en algún lugar del noroeste de Norteamérica, posiblemente incluso en el estado de Washington, en la costa oeste de EE.UU.
La noche del viernes, la agencia espacial estadounidense había indicado que partes del satélite pasarían sobre Canadá y África, así como sobre vastas áreas de los océanos Pacífico, Atlántico e Índico.
Según las autoridades, se trata de la primera caída "no controlada" de un satélite desde 1979, cuando tanto la estación espacial Skylab, de 70 toneladas, como el satélite Pegasus 2, de diez, se precipitaron a la Tierra.
La estación espacial rusa Mir, de unas 135 toneladas, atravesó la atmósfera en 2001 directo al Pacífico, pero de forma completamente controlada.
Del tamaño aproximado de un autobús y con un peso de más de 5,5 toneladas, el UARS en realidad representaba un riesgo "muy remoto" para la seguridad de las poblaciones, según mantuvo la NASA a lo largo de dos semanas de rastrear su trayectoria mediante simulaciones.
La probabilidad de que alguno de los restos del UARS alcanzara a una persona era de una entre 3.200, según las autoridades estadounidenses.
Antes de la conferencia con los periodistas, la NASA había recurrido a la red social Twitter para compartir breves datos sobre la situación del satélite, destacando que Estados Unidos se encontraba, según las predicciones, "muy a salvo" del impacto del artefacto.
Los científicos calculaban que el UARS se desintegraría en una enorme bola de fuego al entrar a la atmósfera, pero unas 26 grandes piezas del artefacto -compuestas de acero inoxidable, titanio y berilio- podían soportar las altas temperaturas del reingreso.
Aunque la NASA señaló que el satélite, propiedad del Gobierno de EE.UU., no albergaba materiales considerados peligrosos, sí aconsejaron nuevamente al público que no toquen sus restos -que pueden cortar- y se comuniquen con las autoridades.
Cuando alguien encuentra una propiedad del Gobierno, "podemos pedir su devolución pero tenemos que pagar por el transporte... a menos que le encontremos algún valor, muchas veces no nos molestamos" en recuperar el material, explicó Johnson.
Por otra parte, la NASA asegura que, desde el comienzo de la era espacial, no se ha confirmado ningún caso en el que haya resultado herida una persona por un objeto espacial durante la maniobra de reingreso en la atmósfera.
El transbordador "Discovery" transportó el 15 de septiembre de 1991 este satélite, de 10,6 metros de altura y un diámetro de 4,5 metros, que fue diseñado para estudiar los componentes químicos en la atmósfera y los efectos de la contaminación.
Tras un análisis de los datos recabados, la NASA confirmará en los próximos días si, efectivamente, el Pacífico se convirtió hoy en el cementerio del UARS.