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La ‘madre de todas las bombas’ mató a 90 combatientes del Estado Islámico

43 personas murieron en Siria en un atentado con camioneta bomba contra los autobuses que transportaban a las personas evacuadas de dos localidades leales al régimen asediadas. El ataque se produce al día siguiente de la evacuación simultánea de miles de personas de cuatro localidades del país árabe.
43 personas murieron en Siria en un atentado con camioneta bomba contra los autobuses que transportaban a las personas evacuadas de dos localidades leales al régimen asediadas. El ataque se produce al día siguiente de la evacuación simultánea de miles de personas de cuatro localidades del país árabe.
Fotos: AFP
16 de abril de 2017 - 00:00 - Redacción Mundo

Al menos 90 combatientes del grupo Estado Islámico (EI) murieron en Afganistán por el lanzamiento de la bomba no nuclear más potente de Estados Unidos. Así lo indicó un nuevo balance, mientras las fuerzas afganas proseguían sus operaciones contra los yihadistas.

La aviación estadounidense utilizó el jueves pasado, por primera vez en combate la GBU-4/B3, una bomba aérea de artillería masiva (MOAB), conocida como “la madre de todas las bombas”. El blanco fueron posiciones del grupo yihadista en la provincia oriental de Nangarhar, fronteriza con Pakistán.

La explosión destruyó escondites del EI, una red de cuevas y túneles que sus combatientes habían minado para impedir ofensivas terrestres, en esa zona montañosa y remota de Afganistán.

Esmail Shinwar, gobernador del distrito de Achin, bastión del EI en Nangarhar, aseguró que “al menos 92 combatientes de Dáesh (acrónimo árabe del EI) murieron” en el bombardeo. “Los civiles habían sido informados con antelación y pudieron huir de la región”, añadió.

Según él, las tropas afganas y estadounidenses avanzaban lentamente ayer por el área cubierta de minas, donde permanecían algunas bolsas de yihadistas. “Nuevos combatientes acudieron probablemente desde el otro lado de la frontera para recoger los cadáveres”, explicó.

El portavoz del gobernador provincial, Attaulah Khogyani, informó por su parte de “90 combatientes de Dáesh abatidos” y confirmó “una operación de limpieza realizada con éxito”. La víspera, el EI desmintió haber sufrido bajas en el ataque a través de su órgano de propaganda, Amaq.

El bombardeo se produjo después que los combates entre los yihadistas y las tropas afganas se recrudecieran la semana pasada, y que Estados Unidos perdiera a un soldado de sus fuerzas especiales el 8 de abril en Nangarhar.

“El enemigo creó búnkeres, túneles y extensos campos de minas, y esa arma se utilizó para reducir esos obstáculos y poder seguir con nuestra ofensiva en Nangarhar”, dijo el comandante de las fuerzas estadounidenses en el país, el general John Nicholson, para justificar el uso de la bomba.

El presidente afgano Ashar Ghani defendió el ataque alegando que iba destinado a “respaldar los esfuerzos de las Fuerzas Afganas de Seguridad Nacional y las tropas estadounidenses que llevan a cabo operaciones” contra el EI en la región.

Sin embargo, algunos analistas calificaron el bombardeo de “desproporcionado”.

“La administración Trump ha hecho mucho ruido con esa bomba, pero la situación general sigue siendo la misma en el terreno: los talibanes continúan librando una insurgencia feroz. En comparación, el ISIS (siglas en inglés para el EI) es un actor secundario”, opinó Michael Kugelman del centro Woodrow Wilson de Washington.

“Desde un punto de vista estratégico, hay un mensaje inquietante aquí: Estados Unidos provocó un enorme choque y realizó una misión impresionante contra un enemigo que ni siquiera es su mayor amenaza en Afganistán. Los talibanes continúan en una situación favorable”, añadió.

Un portavoz de los talibanes, Zabihullah Mujahid, criticó en un comunicado el hecho de que Estados Unidos utilice a “Afganistán como un laboratorio experimental” y opinó que eliminar a Dáesh era “el trabajo de los afganos”.

Se espera que ese grupo insurgente, que tiene muchos más combatientes que el EI en el país, anuncie pronto el inicio de su ofensiva de primavera.

La provincia de Nangarhar, fronteriza con Pakistán, es la primera región de asentamiento en Afganistán del EI, que avanzó en los últimos años el país reclutando en especial a talibanes afganos o paquistaníes desencantados.

Desde agosto de 2016, las fuerzas estadounidenses han llevado a cabo varios ataques aéreos en Afganistán contra los bastiones yihadistas. Los esfuerzos conjuntos de las fuerzas afganas y estadounidenses han hecho retroceder a los combatientes del EI.

El frente sirio

Mientras que en otro frente de la guerra contra el Estado Islámico, combatientes apoyados por Estados Unidos llegaron a las puertas de Tabqa, ciudad del norte de Siria controlada por los yihadistas y situada en la carretera que lleva a Raqa, feudo de los extremistas.

Se trata un gran avance de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) -alianza de combatientes kurdos y árabes- ya que Tabqa, situada a 55 km al oeste de Raqa, representa una línea de defensa estratégica para la capital de facto del EI.

Las FDS “están ahora a un centenar de metros de Tabqa”, ciudad cercana de la mayor presa de Siria, situada en el Éufrates, indicó Rami Abdal Rahman, director del Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH).

Los combatientes avanzaron la noche del viernes al sábado después de haber expulsado a los yihadistas de Iskandariya, periferia al sureste de Tabqa, y de Ayed as Saghir. “Hay violentos combates en los alrededores de las dos suburbios (...), el EI intenta contraatacar”, precisó Abdel Rahman.

Una fuente militar de las FDS afirmó que los “enfrentamientos están en su punto álgido” y que los combatientes “intentan entrar por el este y el oeste de la ciudad”.

A principios de abril, las FDS ya lograron cercar la ciudad, posicionándose a unos kilómetros de Tabqa. La ciudad era una importante sede de los líderes de la organización ultrarradical y acogía su mayor prisión, donde habrían sido encarcelados prisioneros occidentales.

La batalla de Tabqa forma parte de la ofensiva “Cólera del Éufrates”, lanzada en noviembre por las FDS para retomar Raqa.

Con el apoyo aéreo de la coalición internacional liderada por Estados Unidos y de asesores en el terreno, las FDS lograron cortar los dos principales ejes de comunicación de la ciudad de con el exterior. Washington desplegó incluso una batería de artillería de los Marines en Siria para apoyar esta ofensiva.

Desencadenada en marzo de 2011, la guerra en Siria se ha complicado progresivamente con la implicación de grupos yihadistas, fuerzas regionales y de potencias internacionales, en un territorio muy dividido.

El conflicto provocó la mayor crisis humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial, con más de 320.000 muertos en seis años y millones de desplazados. El país contaba con 22 millones de habitantes antes de la guerra.

El viernes, más de 7.000 personas fueron simultáneamente evacuadas de las localidades prorrégimen de Fua y Kafraya (5.000) y de las localidades rebeldes de Madaya y Zabadani (2.200), según el OSDH.

Estas evacuaciones se produjeron en virtud de un acuerdo concluido entre Qatar, apoyo de la rebelión, e Irán, aliado del régimen de Bashar al Asad. (I)

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