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La deuda externa y los ‘engañapichanga’

La deuda externa y los ‘engañapichanga’
02 de septiembre de 2014 - 00:00

Las consecuencias son el hambre, la mortalidad infantil, la inflación que devora todo a su paso.

Cuando era niño, armaba una pelota de trapo con papel de diario y medias viejas, y la envolvía con piolines para que resistiera las patadas. También nos divertíamos con otros juegos, entre los que estaba uno al que llamábamos el ‘engañapichanga’. Cuando alguien contaba algo y dudábamos, o descubríamos que nos mentían, le decíamos que era un engañapichanga (porque nos querían ‘meter el perro’). Y cuando descubríamos la mentira recibíamos un caramelo, y cuando no, debíamos pagar una prenda.

El problema de la deuda externa es un juego similar al que juegan señores de afuera y de adentro, llamados ‘buitres’ y donde el árbitro trata de hacer jaque mate al país, mientras a los pueblos nos ubican de espectadores.

El juego del ‘engañapichanga’ no es nuevo en el mundo de las finanzas y la especulación. Se trata de mover las piezas y hacer creer a los países empobrecidos que son deudores de los países ricos y que los pueblos deben pagar la deuda externa y eterna bajo pena de default, embargos y toda la batería de sanciones.

Nuestro Gobierno se encuentra acorralado en el juego del engañapichanga. Al darse cuenta de que ningún juez de EE.UU. emitiría un fallo judicial a favor de Argentina, abre el paraguas y dice que hay que ‘honrar la deuda soberana’.

Perdonen mi ignorancia, ¿pero a qué se refieren cuando afirman que hay que honrar la ‘deuda soberana’? ¿Por qué el país tiene  que pagar lo legítimo y lo ilegítimo sin investigar una deuda inmoral, injusta, manchada con la sangre del pueblo? ¿Por qué pagar una deuda que ya se pagó tantas veces? ¿Qué han hecho los gobiernos democráticos para no ceder la soberanía nacional a tribunales extranjeros y evitar este engaño?

Hace más de 30 años que organizaciones y personalidades venimos proponiendo una auditoría sobre la deuda. Y es necesario referirnos a Alejandro Olmos, quien inició el juicio sobre la deuda externa y, después de 18 años, el juez Ballestero envió su resolución al Congreso Nacional para que investigue el daño hecho al país. Sin embargo, desde hace 14 años este fallo duerme el sueño de las complicidades y se encuentra cajoneado en el Congreso.

La tragedia es que los gobiernos de los países endeudados se han transformado en fieles creyentes del dios Molok, a quien le rinden culto en sus templos haciendo el ritual del pago de la deuda eterna, con el objetivo de ser algún día merecedores del paraíso fiscal y poder recibir nuevos créditos, para pagar los intereses de la deuda externa y asegurarse de que se incremente para volver a pagarla, y recibir las indulgencias del capitalismo que reclama más y más sacrificios.

En su angustia existencial, y como fieles creyentes, los gobernantes, ministros, políticos y empresarios ruegan, patalean, se rasgan las vestiduras y hacen discursos anunciando que el país está dispuesto a pagar la ‘deuda soberana’ con el hambre del pueblo. Las consecuencias son el hambre, la mortalidad infantil, la inflación que devora todo a su paso provocando mayor pobreza, la falta de recursos para la salud, la educación y el aumento de la violencia social y estructural, agudizando la desigualdad.

El pueblo sabe que el paraíso prometido no existe, salvo para los ricos. Nos vendieron el engañapichanga, como lo hizo el Club de París, cuyo deporte favorito es jugar al saqueo de los países empobrecidos.

Mientras el Gobierno está dispuesto a negociar lo inaceptable, hay quienes, desde la oposición política y económica, piensan que hay que pagar todo, sin discutir nada. Son los sumisos peones del juego del engañapichanga, que esperan que el juez Griesa y los ‘buitres’ den el jaque mate al país. No hay que olvidar lo ocurrido con la fragata Libertad, en Ghana, que casi la envían a pique con el embargo. Una metáfora nada lejana de la realidad nacional.

Por eso debemos asumir los desafíos y no aceptar el lugar de espectadores. Debemos reclamar el pago de la deuda interna.

Los pueblos tienen capacidad de resistencia, de ser protagonistas y constructores de su propia historia, y de luchar para ser libres y soberanos. Debemos convocar a todos los sectores sociales del país, sin discriminación ideológica y política, y conformar foros en todo el país, en cada comunidad, en los sindicatos, iglesias, en las universidades y movimientos estudiantiles, organizaciones sociales culturales y políticas, para analizar y plantear alternativas al laberinto en que se metió el Gobierno y no sabe cómo salir.

Es necesario auditar la deuda externa y convocar una consulta popular, y el Gobierno debe sumarse a esa convocatoria, escuchar otras voces y analizar posibles alternativas económicas para enfrentar, no solo a los ‘buitres’ de afuera, sino también a los de adentro. Porque la única deuda soberana a pagar es con el pueblo argentino.

Marechal decía: “Del laberinto se sale por arriba”, hay que optar en bien de todos y saber que lo que sembramos recogemos. El pueblo no puede dejarse someter por los ‘engañapichanga’.

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