La crisis empaña el décimo aniversario de la moneda única
Fráncfort/Berlín/Madrid.-
El euro cumplió ayer diez años en las carteras de millones de europeos y ahora, ante la crisis de la deuda que enfrenta el Viejo Continente, lucha por su supervivencia.
Usada desde 1999 por los mercados financieros, la moneda única irrumpió en la vida de doce países de la Unión Europea (UE) el 1 de enero de 2002, que tuvieron que despedirse para siempre de la peseta española, el franco francés, la lira italiana, el marco alemán, entre otras. El piloto de la introducción de la moneda única fue el fallecido holandés Wim Duisenberg, el primer presidente del Banco Central Europeo (BCE) también conocido como “Mr. Euro”.
Actualmente, la Eurozona engloba a 332 millones de personas en 17 países. A mediados de 2011, 14.200 millones de billetes y 95.600 millones de monedas circulaban por un valor de cerca de 870.000 millones de euros, según el Banco Central Europeo (BCE).
Los dirigentes políticos y economistas no cesan de destacar las bondades de la moneda única: “Precios estables para los consumidores, más seguridad y oportunidades para las empresas y los mercados e incluso una señal tangible de una identidad europea”, dice el sitio Internet de la Comisión Europea. Pero con la crisis de la deuda, que detonó en Grecia en 2010 y luego se trasladó a la Eurozona, los viejos resquemores se reavivaron y los euroescépticos, en un comienzo considerados los aguafiestas, ganan cada vez más adeptos, mientras que crecen las diferencias entre los países del norte y del sur de Europa.
Pese a sus ventajas para viajar, los consumidores nunca estuvieron demasiado contentos (con el euro), y siempre mantuvieron la percepción inicial de que equivalía a un aumento de los precios”, constató André Sapir, economista de Bruegel, un centro de reflexión basado en Bruselas. “Los que siguen haciendo la conversión a su moneda nacional lo hacen con los precios de hace diez años. Eso explica la percepción de que hubo una gran inflación”, explica Sapir.
Sin embargo, las empresas son una de las primeras en destacar los beneficios del euro, sobre todo en Alemania. La poderosa industria automotriz de ese país se ahorra entre 300 y 500 millones en los gastos de transacciones debido a la puesta en vigor de la moneda única, según Jurgen Pieper, analista del Banco Metzler alemán.
Pero el euro no fue más que un instrumento del proyecto europeo, tras el Tratado de Maastricht y la apertura de las fronteras en el espacio Schengen en 1993, la ampliación de la UE hacia los países de Europa del Este y la globalización, dice Sapir. “Todo parecía ir cada vez mejor hasta la crisis financiera, que reveló las fallas institucionales de la Eurozona”, resalta Philip Whyte, investigador del Centro de Reforma Europeo, basado en Londres.
La deuda de 12 de los 17 países del euro se ha encarecido y, además de los casos extremos de Grecia e Italia, la situación afecta seriamente a España, país que también está pagando la tasa de interés más alta para bonos a diez años desde que se adoptó el euro. La carencia de una integración fiscal y la falta de supervisión bancaria desencadenaron importantes desequilibrios financieros. Por ello, los Estados de la Eurozona batallan actualmente por aprobar medidas hacia un pacto fiscal, que quedarán grabadas en las constituciones.
Sin embargo, los europeos tienen sentimientos ambivalentes hacia el euro. Imprescindible en la vida diaria y alabado por sus aspectos prácticos, también se lo asocia al alza de precios y a una nostalgia de las antiguas monedas alimentada por la crisis.
En las calles de Madrid, París o Bratislava, el tema es recurrente: el paso al euro encareció el coste de la vida. “Un caramelo costaba 1,5 francos hace diez años ¡Hoy cuesta 2 euros!”, se queja Viviane Vangic, de 37 años, en el centro de París. “Cuando pasamos al euro, lo que costaba 100 pesetas pasó a costar un euro”, es decir, 160 pesetas, coincide en señalar María Ángeles en Madrid.
Según un sondeo reciente, el 85% de los alemanes considera que el paso al euro provocó un alza de precios. Pese a que las estadísticas contradicen esta tesis de una inflación anormal ligada al paso al euro -los precios aumentaron una media de 2% en la Eurozona en los últimos diez años- la idea persiste, sobre todo en aquellos europeos nostálgicos de su antigua divisa. Es el caso sobre todo en los países que adoptaron el euro recientemente.
Sin embargo, cada vez son menos numerosos los que hacen este tipo de cálculos. Así, en los países que acogieron la moneda única en la primera ola, el 1 de enero de 2002, el euro es la moneda con que crecieron todos los jóvenes y forma parte de sus vidas. “¡Ya no sé hacer la conversión! Todo lo cuento en euros”, enfatiza Stephanie Jourdain, una parisina de 23 años. “Estoy apegada al euro, desde que tengo dinero para gastar siempre ha sido en euros”, explica Anna Hillig, una joven berlinesa de 24 años.
Para ella, el marco, por el que los alemanes profesan su amor en todos los sondeos, es solo un recuerdo. Poder pasar de un país a otro sin tener que cambiar de moneda es una de las grandes ventajas del euro. “Los euros son mucho más prácticos cuando se viaja”, declara Anni Raudsepp, ama de casa estoniana de 54 años. Su país fue el último en ingresar a la zona euro a principios de este año.
En España, mientras tanto, el 70% de la población considera que la divisa europea no les aportó nada o casi nada bueno, según un sondeo reciente. “Para mí, es lo peor que nos ha pasado”, se lamenta María Ángeles en Madrid tras resaltar: “estamos arruinados”.