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Ecuador, 24 de Enero de 2025
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Punto de vista

La ‘Casa Blanca’ de Televisa

México vive una de las peores crisis políticas y sociales de su historia. La violenta desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa en manos del crimen organizado, con la complicidad de la fuerza pública y del gobierno local, terminó por detonar todo el desgaste acumulado, no solo por el poder ejecutivo, sino de aquel legislativo, judicial y hasta del mediático.

Penosamente no se trata solo de Enrique Peña Nieto, del Partido Renovador Institucional (PRI), ni del procurador Murillo Karam. No solo. Las prácticas de corrupción, un sistema político excluyente de años, el pacto con los monopolios de comunicación, entre otros, han terminado por transformarse en un habitus en las estructuras de poder.

El caso de ‘La Casa Blanca’ tiene un poco de varios elementos que por hoy permean el quehacer de la política mexicana. En días pasados varios medios difundieron la noticia de la ‘casa blanca’ de Peña Nieto. Una mansión ubicada en el exclusivo barrio de las Lomas de Chapultepec, valorada en $ 7 millones de dólares. Lejos de apaciguar las aguas, las declaraciones de la esposa del presidente, Angélica Rivera, en las que reveló que se trataba de un inmueble adquirido como producto de su trabajo como actriz de Televisa y que vendería los derechos de compra-venta con el fin de evitar difamaciones en contra de su familia, insufló aún más el descontento social. La casa es propiedad de una filial del Grupo Higa, una empresa con la que Peña Nieto tuvo contratos cuando fue gobernador del Estado de México.

Este complejo de redes revela la profunda ausencia de autonomía del Estado respecto a varios grupos de poder. Los monopolios de la comunicación han sido los grandes ganadores de los gobiernos de turno, independientemente del partido al que pertenezcan. Ni el PRI, menos todavía el Partido Acción Nacional (PAN) han roto las estrechas relaciones con los consorcios.

Televisa no solo está en la ‘casa blanca’, en la política y en el fútbol sino en casi todos los hogares mexicanos, tomando en cuenta, que al menos el 95% de la población cuenta con un televisor. Aquello, permite pensar en ¿cuán responsable son las empresas mediáticas del moldeamiento de la política en México? ¿Cuánto le deben de su permanencia en el poder el PRI y el PAN a Televisa?

No es un secreto que durante la campaña presidencial de 2012, Televisa jugó un importante rol a favor de Peña Nieto y en contra de Manuel López Obrador. Precisamente, el desencanto frente a esta obvia jugada, provocó que varios grupos de universidades públicas y privadas defendieran los derechos a la información, en lo que se conoció como el movimiento #YoSoy132.  

Se conoce además, que a su antecesor Felipe Calderón, Televisa le editaba las entrevistas. Asimismo, pese a la propuesta de abrir un tercer canal para romper con el poder de Televisa y Tv Azteca, Calderón terminó por evadir la decisión. Ni hablar del panista, Vicente Fox, que legisló a favor del duopolio con la emisión la Ley Federal de Radio y Televisión y la Ley Federal de Telecomunicaciones, que entre otras cosas, establecieron la renovación inmediata de la concesión de una frecuencia solo por solicitud y sin licitación, y en general, procuraron proteger a los emporios de cualquier regulación del Estado.

Pero, ¿quién reprocha al gobierno de Peña Nieto por coartar la libertad de expresión, limitar el acceso a la información y eludir la transparencia y la rendición de cuentas? ¿Dónde están las ONG, y organismos internacionales que siempre critican a los gobiernos progresistas de América Latina? En efecto, un silencio cómplice se proyecta en el fondo.  

No hay duda que si Ayotzinapa hubiese ocurrido en Ecuador, Venezuela o Argentina, la ley con la que la comunidad internacional y la prensa hubiesen juzgado sería otra. Pero no, el gobierno de Peña Nieto no se ha distanciado de los medios. Televisa y sus pares en el extranjero, pretenden blindar cualquier exceso frente a la opinión pública internacional. Sin embargo, las intensas movilizaciones de los mexicanos, cansados de este modus operandi, de la impunidad frente Ayotzinapa, es un signo, de que casa adentro, los efectos de estas novelescas redes son cada vez más débiles.

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