“La agresión a la población no ha sido una estrategia de las FARC”
Ni en La Habana han dejado su costumbre de madrugar. “Nos levantamos a las 4:30 para despertar a los gallos para que canten”, me dice entre sonrisas Ricardo Téllez, más conocido como “Rodrigo Granda”. Me han citado a las 7 am para entrevistar a tres miembros del Secretariado, máxima instancia de dirección de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Ellos están al frente de los diálogos que adelanta la organización insurgente con la delegación del gobierno colombiano en La Habana. A este gran salón de una casa de “El Laguito”, donde residen (1), llegan también “Iván Márquez” y “Pablo Catatumbo”. Granda enciende un cigarrillo y bebe la segunda taza de café. Márquez tiene un gran tabaco cubano en la mano, que encenderá “después del desayuno”. Catatumbo sorbe el café y me repite: “Si los tres vamos a decir casi lo mismo, ¿para qué entrevistarme?”. Es la primera vez que un periodista logra tener a estos tres dirigentes guerrilleros juntos.
Hernando Calvo Ospina (HCO): Comandantes, llevan siete meses dialogando, negociando con la comisión del gobierno con miras a un proceso de paz. ¿Aún son optimistas?
Iván Márquez (IM): El optimismo de las FARC lo da la determinación de buscar una solución política a esta confrontación, que ya se acerca a los cincuenta años. Como ellos no nos pueden derrotar militarmente, ni nosotros a ellos, debemos buscar la alternativa. Además, las circunstancias, las realidades de hoy, tanto en Colombia como en el continente, indican que es el momento de buscar una salida incruenta. Las guerras no son eternas. Y en este plano hacemos todos los esfuerzos que sean necesarios para llegar al entendimiento con el gobierno.
¿Quiénes son?
Nombre completo: Luciano Marín, alias ”Iván Márquez” Profesión: Político, veterinario Nacionalidad: Colombiana Fecha de nacimiento: 1955 Edad: 58 años
Nombre completo: Rodrigo Granda, alias “Ricardo Téllez” Profesión: Abogado Nacionalidad: Colombiana Fecha de nacimiento: 1953 Edad: 60 años
Nombre completo: Jorge Torres Victoria, alias “Pablo Catatumbo” Profesión: Abogado Nacionalidad: Colombiana Fecha de nacimiento: 19 de marzo de 1953 Edad: 60 años
HCO: ¿Qué se siente al tener tan cerca al que se caracteriza como enemigo?
IM: Aunque estamos sentados en la misma mesa dos grupos con visiones muy encontradas, casi antagónicas, ahí tenemos que tolerarnos para entendernos. En una mesa de negociaciones se debe observar un respeto por la contraparte, y creo que eso se hace recíprocamente. Existen momentos con discusiones álgidas, fuertes, pero muy pronto las cosas vuelven a su nivel pues sabemos que debemos llegar a entendimientos.
HCO: Las negociaciones en la guerra se bailan entre dos contrincantes. A mí me parece que más emotividad le ponen ustedes.
IM: Tiene razón. En el gobierno siempre ha existido la tendencia a buscar el sometimiento de la guerrilla como sinónimo de paz, y no la paz a través de cambios estructurales. Se quiere una paz gratis para las oligarquías. Nosotros estamos haciendo grandes esfuerzos para hacer entender que se necesita generar una atmósfera para la paz, y que ella se puede lograr a través de transformaciones institucionales y políticas. Nosotros estamos seguros de que lo más importante para Colombia es garantizar una democracia real donde el soberano, que es el pueblo, determine las políticas estratégicas; donde la opinión de la gente sea tenida en cuenta sin que se le estigmatice y asesine.
HCO: Quizás me equivoque, pero me parece que en varios momentos el presidente Juan Manuel Santos se ha querido echar para atrás.
Rodrigo Granda (RG): No creo que se eche para atrás, pero sí parece acobardado. Es como si le tuviera miedo al expresidente Álvaro Uribe, a los ganaderos, al poder narco-paramilitar y al sector cavernario en las Fuerzas Armadas. Santos se acobarda a pesar de tener el apoyo de un sector importante de los industriales, de los banqueros y de las iglesias. Por ejemplo, según informes que manejamos, Sarmiento Angulo, uno de los hombres más poderosos de Colombia, está con el proceso de diálogo (2). Las encuestas dicen que el 87% de colombianos también desea la paz. La correlación de fuerzas a favor de la paz es indiscutible. Fuera del uribismo nadie más habla de guerra. Pero parece que Santos no quiere enfrentar a esos sectores liderados por Uribe, entonces se envalentona con nosotros militarmente, y asume posiciones intransigentes que no permiten el correcto desenvolvimiento de los diálogos.
Sabemos que Uribe tiene preparados 13 mil paramilitares, que se conocen extraoficialmente como el “ejército anti restitución de tierras”. ¿Es que las Fuerzas Armadas y Santos no lo saben? ¡Claro que sí! ¿Es a eso que le teme Santos? ¿O es que él lo asume como parte de una posible maniobra contra nosotros?
HCO: Es claro que Uribe intenta torpedear las negociaciones. ¿Será que quiere volver a la Presidencia?
RG: Y lo desea para blindarse, porque tiene temor de ser enviado a Miami por narcotráfico; o a la Corte Penal Internacional de La Haya por crímenes de lesa humanidad. A él le conviene que las negociaciones fracasen para presentarse ante el país como la solución. Aunque el “problema” de la guerrilla no lo resolvió en ocho años de gobierno.
Pablo Catatumbo (PC): De todas maneras Santos y Uribe tienen la misma idea de las negociaciones: un proceso de paz por sometimiento. Están ciegos, sordos y bien errados, aunque se creen muy inteligentes. Y es ahí donde nosotros debemos seguir con sabiduría para demostrarles que están bien equivocados, y que así la guerra seguirá.
HCO: Por las declaraciones que han dado, más documentos que he leído, ustedes están pidiendo reformas en las instituciones estatales y la modernización del mismo Estado, lo que puede ser contradictorio para una guerrilla comunista, marxista-leninista.
IM: En la mesa no estamos planteando cambios radicales a las estructuras políticas ni económicas del Estado. Ahí no se habla de socialismo ni de comunismo. Lo que buscamos es generar condiciones para llegar a un entendimiento con el Gobierno. Un espacio donde encontremos las distintas visiones. Sabemos que por eso algunas organizaciones de izquierda, no solo colombianas, ya dicen que nos volvimos una guerrilla reformista.
Hemos hecho propuestas mínimas, como las cien del sistema agrario, que como usted bien dice no son otra cosa que un proyecto de modernización del campo colombiano, pero es que allá estamos viviendo todavía en el feudalismo. Imagine que aún así encontramos resistencias del gobierno.
HCO: ¿Qué se ha firmado hasta ahora entre las partes?
RG: Aquí se han firmado algunas cosas, pero no son firmas definitivas porque nada está acordado hasta que todo esté acordado. Existen puntos en los que no logramos ponernos de acuerdo, y los dejamos para volverlos a discutir más adelante. De lo contrario no se avanza.
HCO: Diálogos en La Habana, y fuertes confrontaciones militares en Colombia…
RG: Es el gobierno quien no quiere un cese al fuego, por tanto el hecho de dialogar bajo fuego rige para las dos partes.
Nosotros sostenemos fuertes combates diarios, a un promedio de tres por día. Hemos hecho grandes acciones de carácter militar que ellos esconden a la nación. Ahora, ambas partes hemos decidido que todo lo que pase por fuera de la mesa no se debe reflejar ahí.
Nosotros hemos dado muestras de voluntad, como fue la tregua unilateral por navidad, aunque tuvimos que defendernos de las agresiones del ejército. Y lo que también se ha escondido es que en ese mismo lapso de tiempo las transnacionales pudieron aumentar sus ganancias, pues no tuvieron nuestra presión. Por eso es que uno de los motivos esenciales de acabar con las guerrillas, y como sea, es para que las transnacionales puedan robar lo que quieran con absoluta tranquilidad.
HCO: ¿Cuál es, hasta el momento, la principal intransigencia del gobierno en las negociaciones?
IM: Sin lugar a dudas es la determinación de no tocar la propiedad del latifundio, cuya mayor parte ha sido amasada a través del despojo violento. Eso le produce temor. Sus representantes, en los intercambios con nosotros, nos han dicho que se podrían “desatar los demonios del paramilitarismo”. Les tienen miedo a los ganaderos y latifundistas, a tocarles un tercio de los 30 millones de hectáreas que poseen, aunque ni vacas las transitan.
Pero una reforma agraria sin tocar la gran propiedad no es reforma. A la propiedad de la tierra hay que ponerle límites. El gobierno ni siquiera ha pensado en poner una tributación como forma de castigo para disuadir la tenencia de tierras improductivas. Cuando hemos propuesto gravar esas grandes propiedades, el gobierno responde que no hay censo confiable, pues no se sabe dónde están ni su extensión. Entonces sugiere que debe darse primero un catastro, el cual puede demorarse de 7 a 10 años. Lo que no dice es que durante este tiempo los latifundistas pueden arrendar o vender esas tierras a las transnacionales, que es la estrategia en camino.
HCO: Si el gobierno colombiano se decidió a negociar con las FARC fue porque Washington estuvo de acuerdo. Ustedes saben que no es una exageración mía. ¿Cuál es la actitud política actualmente?
IM: Recientemente 62 congresistas de Estados Unidos, entre ellos dos republicanos, encabezados por Jim McGovern, suscribieron una carta de apoyo a los diálogos. Esta misiva fue enviada al secretario de Estado John Kerry. Este gesto altruista lo hemos saludado. Pero también la Casa Blanca y el Departamento de Estado han expresado su respaldo.
Claro, allá también existen sus divisiones de intereses pues el conflicto colombiano genera dinero. Las poderosas empresas constructoras de armamento no quieren dejar perder ese negocio.
HCO: Ustedes están decididos a dejar la lucha armada. ¿Qué tiene que ofrecerles el gobierno para que ello se logre? Y ustedes, ¿en qué se transformarían?
RG: El presidente Santos, durante el carteo inicial que tuvo con nosotros, nos dijo que deseaba abrir las compuertas a una democracia real en el país. Eso nos llamó la atención, porque nosotros nunca hemos dicho que la lucha armada sea el único camino para cambiar el país. Nos levantamos en armas, y seguimos con ellas, porque con violencia han cerrado las puertas a la participación política.
Es que si se abre la posibilidad de hacer política legal, sin la amenaza permanente del asesinato, en igualdad de condiciones y se hacen unas reformas políticas que puedan enrumbar al país hacia la democracia participativa, nos apuntamos. Porque se podría crear una correlación de fuerzas favorable al movimiento revolucionario, que encaminen las transformaciones radicales necesarias. Nosotros aceptamos ese reto.
PC: Se necesita construir un movimiento de masas fuerte que imponga los cambios, pues el establecimiento no regala. Esa es una tarea de nosotros, los militantes de izquierda y los demócratas. La sabiduría está en armar un bloque de poder que aglutine a todos los que estamos por una nueva Colombia. Ese es el reto, y no es pequeño.
Pero mire usted, mientras hablamos de ello en la mesa de negociaciones sigue la represión por todo el país. El gobierno no ha variado un ápice en cuanto al tratamiento de la protesta social: la estigmatiza, asociándola con las guerrillas para poderla criminalizar y arremeter a tiros. Y si existe algo que tenemos muy en claro es que no estamos dispuestos a repetir la experiencia de la Unión Patriótica, donde asesinaron a casi 4 mil militantes y dirigentes (3). La historia, cuando no se manipula, no miente: los violentos han sido ellos. Cuando a los enviados del gobierno en estas negociaciones se la recordamos nos dicen que no están ahí para saber de eso. ¿Por qué? ¿De qué les da temor o vergüenza? Si no se conoce la historia de violencia política en Colombia, ¿cómo vamos a saber el por qué llegamos a la situación actual y cómo resolverla?
IM: Hay tres puntos en la agenda a tratar: garantías para ejercer la actividad política, la participación política y el cese al fuego bilateral y definitivo. En este último se hablará de la dejación de armas y en qué condiciones. Pero entiéndase bien: no es entrega de armas. No podemos extendernos ahora en estos puntos hasta que no se discutan en la mesa, y serán de los últimos en la agenda.
HCO: Y, ¿qué va a suceder con el paramilitarismo?
IM: Tiene que erradicarse de manera definitiva, porque sin ello no habría ninguna certeza para una organización insurgente que se incorpore a la vida política legal. Esa es una condición insalvable para poder llegar a un acuerdo de paz. Y es el gobierno quien tiene que dar la orden a sus generales de detener esa estrategia contrainsurgente del Estado.
HCO: ¿Ustedes están decididos a pedir perdón por la parte de sufrimiento que han causado en esta guerra?
PC: Hemos cometido errores, algunos graves, es cierto. Pero diga lo que diga la propaganda, la agresión a la población no ha sido una estrategia de las FARC. Al contrario, la hemos defendido del ejército y sus paramilitares, principalmente en el campo.
Yo no tengo problema en decirle a una señora, a una familia: “siento el dolor que le hemos producido con la muerte de su ser querido”. Pero esto es mucho más complejo. ¿Hay que pedir perdón? Muy bien. Entonces que se sienten con nosotros los gremios económicos que han financiado la guerra y a los paramilitares; que vengan todas las instituciones del Estado, pues ellas están encuadradas para la represión y la impunidad; también los grandes medios de comunicación, porque reprodujeron las estigmatizaciones de los organismos de seguridad que antecedieron a los asesinatos y masacres; los partidos políticos de derecha también deben sentarse y presentar sus grandes responsabilidades; los expresidentes de la república que dieron las órdenes. ¡Es que ni la Iglesia católica puede eludir sus culpas! Y no pueden quedarse por fuera de ese acto de responsabilidades los gobiernos de Estados Unidos, Israel, ciertos países de Europa y los demás que han apoyado a los distintos gobiernos criminales de Colombia. Sentados todos, sí podemos ver quiénes han sido los terroristas y asesinos del pueblo.
HCO: Ustedes señalan, y con razón, al gobierno, sus Fuerzas Armadas y a los grandes medios de comunicación como responsables de la guerra sicológica y de propaganda contra la insurgencia. Pero creo que un importante sector de la llamada intelectualidad se ha ensañado contra la lucha armada que hasta ayer apoyaba.
PC: La mayoría de intelectuales en Colombia, y seguramente en el mundo, sufren de cobardía, de acomodamiento o ambos. Casi todos se dejaron meter por el sistema en la matriz de la mentira, y los utilizan para “teorizar”, crear y repetir falsedades. Muchos se la pasan haciendo discursos contra la manipulación de los medios, pero cuando el sistema arranca en campaña contra un objetivo, ellos empiezan como los loros.
En el caso colombiano, el sistema les metió en la cabeza que las guerrillas somos culpables de todo. A pesar de que muchos de ellos se creían, o se creen, de izquierda, corearon que somos responsables de la violencia, el narcotráfico, el secuestro, la pobreza, del alza de la gasolina y de los plátanos. Le aseguro que si mañana los pájaros dejan de cantar, esos “intelectuales” repetirán lo que diga el gobierno y sus medios: la guerrilla es culpable. Han caído en tal pobreza investigativa y de raciocinio que sus análisis y teorías no soportan el mínimo debate, por lo menos con nosotros. Bueno, ellos piensan que si debaten con nosotros después los matamos. Ni siquiera son capaces de caer en cuenta que si fuera así, en Colombia ya quedarían poquísimos “intelectuales”. El cerebro no les da para observar que quienes guardan su independencia intelectual y política, son a los que el gobierno señala de ser amigos o cómplices de la subversión.
HCO: Debo reconocer, y ya es para terminar, que no soy muy optimista con estos diálogos. Yo creo que Colombia y los colombianos se merecen una paz con justicia social, pero conozco al Estado colombiano, conozco a Estados Unidos, que es su sostén y quien al final decide. Ojalá que esa larga noche que impuso el terrorismo de Estado se detenga y por fin amanezca. Lo deseo de todo corazón.
PC: Mire, las condiciones políticas en América Latina han cambiado. ¿Quién se iba a imaginar lo que pasó en Venezuela y Bolivia con la llegada de Chávez y Evo? ¿Quién iba a imaginar que llegarían otros gobiernos en América Latina para exigirle a Estados Unidos el respeto a la soberanía? Existen cosas impredecibles, como fue el fin de la Unión Soviética.
En Colombia existe un acumulado de hambre, exclusión, injusticias y represión. Llega un momento en que la gente no aguanta más. Existe un acumulado de procesos larvados que pueden saltar en cualquier momento. Existe una ebullición que podría estallar mañana mismo.
Además la problemática colombiana no es una isla. Los países vecinos están presionando al gobierno porque ya están cansados de que el conflicto les afecte. Venezuela tiene unos 4 millones de desplazados; Ecuador casi dos millones. Creemos que existen de 13 a 15 millones de colombianos en los países limítrofes, o sea, la tercera parte de la población colombiana. Y estos países deben darles vivienda, alimentación y salud.
¿Hasta cuándo? A ello súmele los gastos para resguardar las fronteras. ¡Todo porque el Estado colombiano insiste en no negociar un conflicto que no va a ganar! Nosotros les hemos pedido a los representantes de esas naciones que le exijan al colombiano que haga la paz para que regresen los compatriotas.
Somos optimistas. Los revolucionarios debemos ser optimistas, hasta en las peores situaciones. Y nosotros creemos que la paz llegará a Colombia porque la merecemos. La otra perspectiva es la guerra total. Por eso digo que es el momento, aunque no es fácil. Este proceso de paz es demasiado complejo, pero creemos que es posible. Insistimos en luchar por la paz, y por eso no vamos a cruzarnos de brazos.
Yo sí tengo esperanzas, a pesar de que al poder y a la oligarquía colombiana les hace falta grandeza y humildad para empezar a solucionar este conflicto.
Nota:
1) “Conversando con las FARC en La Habana”, Hernando Calvo Ospina. Le Monde Diplomatique de España, enero 2013.
2) Según la revista Forbes (edición 2012) Luis Carlos Sarmiento Angulo figura como el primer multimillonario de Colombia, y ocuparía el puesto 64 en el mundo.
3) La Unión Patriótica nació en 1985, como resultado de los diálogos entre el gobierno de Belisario Betancur y las FARC. Según dictaminó la justicia colombiana, contra ella existió un “genocidio político”.