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La política ha tratado de reconstruir su imagen pública desde su partido Fuerza Popular

Keiko, impulsada por su apellido, lidera la intención de voto en Perú

Keiko Fujimori, hija del expresidente encarcelado (1990-2000) Alberto Fujimori y candidata por el partido Fuerza Popular en un mitin en Lima, Perú.
Keiko Fujimori, hija del expresidente encarcelado (1990-2000) Alberto Fujimori y candidata por el partido Fuerza Popular en un mitin en Lima, Perú.
Foto: AFP
08 de abril de 2016 - 00:00 - Agencias

De primera dama a los 19 años, Keiko Fujimori aspira a gobernar Perú, como lo hizo su padre Alberto, pese a la mochila que le dejó y que puede ser de nuevo un lastre en los comicios del domingo.

La hija mayor del encarcelado expresidente Alberto Fujimori se halla a las puertas, por segunda vez, de ganar unas elecciones que podrían convertirla en la primera mujer en gobernar Perú.

Keiko carga con la herencia de su padre, quien en su gobierno (1990-2000) derrotó a Sendero Luminoso y a la hiperinflación que le dejó su antecesor, Alan García. Pero actualmente está preso y condenado a 25 años de cárcel como autor intelectual de dos matanzas con 25 víctimas y corrupción.

Favorita en los sondeos con el 40% e impulsada por el peso de su apellido, Keiko emprendió hace una década una cruzada destinada a lavar el honor de su familia, salpicada por escándalos de corrupción.

Ha reconstruido su imagen pública buscando transmitir nuevos valores, como tolerancia y paciencia, en un intento por distanciarse de la imagen de autócrata de su padre, quien en abril de 1992 dio un autogolpe con el que cerró el Congreso y tomó control de las instituciones del Estado reeligiéndose dos veces.

Para perpetuar la dinastía venció resistencias dentro del fujimorismo, un complejo rompecabezas conservador donde confluyen empresarios, tecnócratas del libre mercado y cuadros de clase media que sueñan con recuperar el poder con ella.

La ‘hija bendita’

Keiko, que en japonés significa ‘hija bendita’, ha pasado la mitad de su vida envuelta en política, a la que ingresó contra su voluntad, confesó en una ocasión, por una conjunción de circunstancias familiares con un signo en común: la ruptura.

En 1994, a sus 19 años, la separación de sus padres, Alberto Fujimori y Susana Higushi, la propulsó a convertirse en primera dama, la más joven de las Américas. Todo en medio de que su madre denunció a hermanos y familiares del entonces presidente por comercializar donaciones provenientes de Japón destinadas a personas pobres.

Aquella acusación le valió a Susana ser torturada en los servicios de inteligencia, denunció ella misma ante el Congreso. Keiko permaneció seis años en el cargo y desde entonces carga con el pasivo y activo de un gobierno al que una vez definió como “el mejor de la historia en Perú”.

Fujimori pero sin fujimorismo

El padre de Keiko renunció a la presidencia en noviembre de 2000 con un fax desde Japón. Ella optó por quedarse en Perú y enfrentó las acusaciones por presuntos malos manejos de fondos públicos en el pago de sus estudios en Estados Unidos. Ella dio la batalla, cuando hasta los hermanos de su padre se convirtieron en prófugos de la justicia.

En 2004 se casó en Lima con el ítalo-estadounidense Mark Villanella y se reconcilió con su madre, quien la acompaña en la campaña. En 2006 el destino familiar se cruzó otra vez. Un viaje de Tokio a Santiago de Chile terminó con su progenitor preso -por una orden de captura internacional- y con ella iniciando, otra vez su carrera política como la congresista más votada de la elección ese año.

Madre de dos niñas, pugnó en 2011 por la presidencia con Ollanta Humala en un balotaje. Sugerir el indulto a su padre le costó la elección. La derrota la hizo comprender que debía desprenderse del perfil autoritario con el que se identifica al fujimorismo. Renovó progresivamente el partido, lo llamó Fuerza Popular y puso de lado al ala dura, identificada con el fujimorismo, sin romper con ellos.

“Me comprometo al respeto irrestricto del orden democrático y de los derechos humanos”, dijo en un debate. La campaña de Keiko no ha estado exenta de polémica. Ella fue acusada de entregar dinero en encuentro político y el caso fue investigado por el Jurado Electoral Especial de Lima (JEEL), que finalmente desechó la denuncia.

El miércoles se desarrolló una manifestación contra la candidata bajo el lema “Keiko no va”, y organizada por el grupo del mismo nombre. Alrededor de 30 y 50 mil personas recorrieron de forma pacífica las principales avenidas del centro de Lima en rechazo a la postulante y al autogolpe dado por su padre el 5 de abril de 1992. Las marchas se repitieron en otras ciudades como Madrid o Bruselas. (I)

El clan Fujimori se mueve en la política peruana

El clan Fujimori, descendiente de emigrantes japoneses, nació a la sombra de la presidencia de Alberto Fujimori, ‘El Chino’, quien purga una condena de cárcel de 25 años por corrupción y crímenes de lesa humanidad perpetrados durante sus 10 polémicos años de gobierno (1990-2000).

Tres hermanos de ‘El Chino’, Juana, Rosa y Pedro Fujimori, fueron declarados prófugos de la justicia peruana, que los busca por enriquecimiento ilícito, peculado doloso y asociación ilícita para delinquir por el presunto desvío de dinero de donaciones a unas ONG que ellos administraban cuando era presidente.

Las dos hermanas huyeron a Japón en 2000 y Pedro se fue en 2004 a Estados Unidos. Según el fujimorismo, este último murió hace 3 años.

Otro hermano, Santiago, el menor, es uno de los miembros más activos en política, junto con sus sobrinos Keiko y  Kenji, quien entró en la política en 2011 como legislador.

Santiago no consiguió la vicepresidencia en la fórmula encabezada por Martha Chávez en 2006, pero obtuvo una curul en el Parlamento (2006-2011).

Hiro Alberto Fujimori, el hijo mayor del expresidente, regresó recientemente de Japón a Perú, donde ha integrado el consejo de administración de dos empresas de las que es accionista su hermano Kenji, mientras que la otra chica de la familia, Sachi, arquitecta de profesión, está alejada de la política. (I)

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