Se cuentan por miles. Las cifras de afectados que las torrenciales lluvias están dejando al interior del país, no dejan de aumentar. Solo en el Departamento de Piura, por ejemplo, se cuentan 13.000 damnificados, 191.000 afectados, 2.000 viviendas colapsadas y 39.000 viviendas dañadas.

A ello, que ya es mucho, se suman las decenas de puentes derribados, hospitales, escuelas, colegios, iglesias, comedores populares, calles y avenidas, que han visto el poder de la naturaleza como el de un martillo que lo aplasta todo.

De acuerdo con los informes meteorológicos, Tumbes, Piura, Lambayeque, La Libertad, Ayacucho, Arequipa, Huancavelica e Ica, se cuentan entre las regiones más golpeadas por el Fenómeno del Niño Costero, una alteración climatológica que arrastra gran cantidad de agua desde el mar hacia el interior del continente a través de la lluvia.

Y allí, donde lo que hasta hace poco era tierra yace sepultado sobre miles de centímetros cúbicos de agua, lodo y piedras, la angustia se apodera de los ciudadanos. Hombres y mujeres que lo han perdido todo. Que han visto ceder el techo de sus casas, crecer los ríos que le dan nombre a sus localidades, desaparecer cientos de hectáreas de cultivos.

El gobierno central, liderado por Pedro Pablo Kuczynski, ha emprendido una respuesta inmediata a la destrucción. La llama ‘reconstrucción’, una palabra que hace pensar que lo peor ya pasó. Pero lo peor sigue pasando. Por ejemplo, los 72 habitantes del caserío Pacora, en Lambayeque, corrieron despavoridos hasta la cima de una Huaca, para evitar que el desborde del río de su sector se los lleve a todos. Y horas después, en la cima de esa construcción, un helicóptero los rescató, uno por uno, aferrados a una cuerda.

El gobierno central desplegó centenares de militares para tareas de campo y dio la disposición de otorgar 800 toneladas de ayuda que, bien distribuidas, avanzarían para calmar el hambre de 3.000 personas.  (I)