Humboldt descubrió su Cosmos en América
Cuando Alexander von Humboldt comenzó, el 23 de junio de 1802, a escalar el Chimborazo, esa expedición ya estaba destinada a los libros de historia. Entonces se pensaba que era la montaña más alta del mundo y nadie había llegado a su cima. Sin embargo, con tres guías indígenas cargados de instrumentos, Humboldt y sus dos compañeros de viaje, Aimé Bonpland y Carlos Montúfar, estaban decididos a escalar el volcán ecuatoriano de 6.310 metros de altura, 160 kilómetros al sur de Quito, en lo que hoy es Ecuador.
Humboldt y su expedición escalaron la montaña más alta registrada hasta ese momento, un récord que perduró hasta que se descubrió el Himalaya, destaca una publicación del servicio de radiodifusión internacional de Alemania, Deutsche Welle.
Durante tres años, Alexander von Humboldt recorrió toda Latinoamérica y penetró en tierras a las que pocos europeos habían ido antes. Obsesionado por la observación científica, el explorador llevó consigo desde Europa una amplia variedad de los mejores instrumentos. Para el ascenso al Chimborazo dejó atrás la mayor parte de su equipaje, pero sí disponía de un barómetro, un termómetro, un sextante, un horizonte artificial y un aparato llamado cianómetro, con el que podía medir el azul del cielo.
Mientras subían, Humboldt manejaba sus instrumentos con los dedos entumecidos y en cornisas peligrosamente estrechas, para medir la altitud, la gravedad y la humedad. Anotaba meticulosamente todo lo que veía, descubrió casi 2.000 plantas y especies que hasta el momento los botánicos del mundo desconocían.
La historiadora Andrea Wulf, en su libro La invención de la naturaleza reivindica a Alexander von Humboldt como padre del ecologismo y de nuestra visión de la naturaleza.
Hoy en día el ascenso ya no es un logro pionero pero sigue siendo una gran aventura. Muchos fracasan en el intento, por la altura o la mala condición física.
Pero antes de subir por las laderas del Chimborazo o navegar la cuenca del Orinoco, Humboldt tuvo que sobrevivir a la selva de la burocracia y la diplomacia imperial española, señala diario El País.
Antes de partir hacia América, el científico prusiano tuvo que pasar seis meses en los que hizo uso de sus contactos para conseguir el permiso del rey, Carlos IV, para viajar a sus colonias.
Para el profesor español Miguel Ángel Puig-Samper, a Humboldt le debemos la comprobación científica de que existía la meseta. “Antes se sabía, de forma intuitiva, pero él, con el uso de barómetros y otros instrumentos, pudo confirmarlo con datos”, apunta. “Después haría esos mismos perfiles topográficos en América”, añade en diálogo con el diario español.
Fue un viaje agotador, pero Humboldt pudo confirmar la existencia del canal Casiquiare, que conecta los sistemas del Orinoco y el Amazonas. Aunque no fue el des- cubridor de esta vía fluvial, sus mapas llegaron a un público más amplio, y con ubicación exacta.
Humboldt registró en unas 4.000 páginas la expedición a lo que llamó un “nuevo mundo” que durante un lustro lo llevó por América Central y del Sur, que empren- dió en l799 cuando tenía 29 años. El naturalista asumió los gastos de su recorrido: cruzó Ecuador dos veces, pasó 16 meses en Venezuela, exploró la cuenca del Orinoco, recorrió otros 22 meses Colombia, Perú y los Andes.
Estuvo casi un año en México y otro en Cuba, países a los que dedicó dos volúmenes especiales en su magistral obra Cosmos, que empezó a escribir tras regresar a Berlín, en 1804, y fue publicada en 1845.
Murió el 6 de mayo de 1849, pocos antes de cumplir los 90 años. Había estrechado la mano de Thomas Jefferson, Napoleón, el marqués de Lafayette, Charles Darwin y tres zares rusos diferentes. Nunca rechazó a un visitante y ayudó a imponer una ley que liberaba a los esclavos una vez que tocaban suelo prusiano.
Cuando Humboldt era joven, Johann Wolfgang von Goethe escribió: “Es incalculable lo que logrará para la ciencia”. El científico destacó que el sueño de Humboldt se realizó más allá de la imaginación de cualquiera. Sacrificó su fortuna y su vida de privilegios para dedicarse a la investigación científica. Fue un estudioso académico que cambió la forma de ver el mundo. (I)