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Honduras va de golpe en golpe y sigue en crisis

Honduras va de golpe en golpe y sigue en crisis
17 de diciembre de 2013 - 00:00

El proceso electoral hondureño ha dejado muchos temas de discusión a la sociedad hondureña, la que, sin haber elegido verdaderamente esa opción, tendrá sobre sus hombros la pesada crisis de sobrevivir en un país quebrado económicamente y sumido en una crisis política creciente y con niveles de violencia política ascendentes. Las críticas y los análisis hasta la fecha tienen las tendencias que se esperaban: la derecha celebra la imposición del fraude, mientras amplios sectores progresistas se lamentan y buscan culpables.

En términos concretos, la manipulación y el ejercicio de la violencia para intimidar a muchos hondureños, sumados a muchas prácticas más de corrupción, configuran claramente un nuevo golpe de Estado, pues con el uso y abuso de todas las fuerzas aglutinadas en la derecha se tomó de nuevo por asalto el poder político de la nación y se violó de manera flagrante la voluntad popular. Este tema, sin embargo, no ha sido ni remotamente explorado en los análisis disponibles hasta la fecha.

Lo que vimos el 24 de noviembre y los hallazgos posteriores a esa fecha nos ponen frente a un fraude de dimensiones colosales, avalado por la OEA y por la Unión Europea en un acto deleznable que seguramente rechazan todos los pueblos de América, constituye el acto más atroz cometido en nuestro país en los últimos cien años.

Descubrimos que de 15.911 urnas, la candidatura de Xiomara Castro de Zelaya, del Partido Libertad y Refundación (Libre), aventaja al candidato oficialista por una estrecha ventaja de1 punto porcentual en 12.272 urnas, aproximadamente el 77% de la votación total. Mientras tanto, 3.604 urnas son algo parecido a una terrible infección en la que no importa en donde pinchamos, siempre sale más pus.

Comencemos por decir que toda la ventaja que supuestamente saca el candidato del Partido Nacional a Xiomara Castro de Zelaya se encuentra en esas 3.604 urnas. Aquellas han sido colocadas en diferentes centros electorales del país, especialmente en centros con menor densidad poblacional. Aquí hemos podido encontrar diferencias asombrosas de cientos de votos a favor del autoproclamado presidente Juan Hernández. En ese mismo grupo de actas se encuentran 1.754 urnas en las que los partidos UD, Faper, Democracia Cristiana y PINU presentaron representantes, pero no obtuvieron ni un solo voto, evidenciando el tráfico descarado de credenciales.

Por si todo esto fuera poco, a la hora de cotejar las firmas de las actas incluidas en ese grupo, se encontró que los ciudadanos que presuntamente se acreditaron en varias de esas mesas están muertos, se produjo su documento de identidad para que otras personas ejercieran el voto por ellos y para facilitar el accionar fraudulento del sistema.

La inscripción en masa de nuevos partidos políticos permitió el incremento en las negociaciones a nivel de cúpulas de los partidos minoritarios con la del Partido Nacional, que ha repartido sobornos a granel. Ninguno de estos partidos obtuvo tantos votos como credenciales recibió; aun así se les ha premiado con una diputación para que puedan mantener su condición de legalidad.

Mientras tanto, los medios de comunicación manipulan criminalmente los hechos y nos imponen criterios para llevarnos al derrotismo, a la desbandada y al fatalismo, todo con la intención de desmontar el aparato incipiente del pueblo que, en definitiva, derrotó incluso al fraude, pero no pudo todavía con el golpe de Estado 2013. Nadie puede argumentar aquí que los militares se mantuvieron al margen, pues fueron elementos esenciales de campaña, de intimidación y de represión contra el pueblo.

Esta campaña relámpago de la derecha no se jugó en las urnas, durante el proceso de votación, en la que se dieron otras irregularidades tipo México. Todo se dio antes de abiertas las urnas, y después de cerradas. Al iniciar el escrutinio, el 24 de noviembre, el Tribunal Electoral retiro del conteo más de 1.750 actas, dejando pasar únicamente aquellas que favorecían al candidato de la oligarquía. Mientras eso sucedía, las calles del país estaban desoladas y militarizadas.

Esto fue ni más ni menos una obra de terror en la que se bailó la danza de los millones, sobre la sangre de los caídos, que siguen sumando víctimas fatales, y a costa de los millones de desposeídos que viven en este país.

Se han dicho muchas cosas acerca del trabajo llevado a cabo por la dirigencia del partido y del FNRP, alegando desde incompetencia hasta torpeza, pasando por malos análisis de conciencia de clase.

La premisa de que nos enfrentábamos a un sistema adverso en su totalidad era bien sabida por quienes optamos por dar la lucha en este escenario, los resultados eran previsibles. Lo único que nadie termina de advertir hasta la fecha es la enorme acumulación de fuerzas que se da en Libre, la fragilidad del bipartidismo neoliberal y asesino que desde ahora tendrá que recurrir al desnudo a la componenda cínica, la coima y el chantaje, viejas herramientas del poder que por primera vez quedan al descubierto.

Sin lugar a dudas, se han cometido errores, que deberán ser examinados en el momento más apropiado, pero lo obtenido por el partido Libre está lejos de ser una derrota. Quizá la lección más importante es que tanto las victorias como las derrotas están plagadas de yerros; y en nuestro caso eso nos ha alejado de la borrachera de un triunfo minúsculo, y nos ha impuesto la tarea de trabajar para crear la maquinaria invencible que necesita el pueblo hondureño, no solo para ganar elecciones, sino para conquistar una nueva patria.

Vale la pena seguir analizando lo que ahora sucede en Honduras, mejor si es con mucha frialdad y sin animosidad contra quienes no están del lado enemigo.

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