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Entrevista / Javier Endara / Músico y Cocinero ecuatoriano

"Hay sectores en Colombia que tienen nostalgia de la guerra"

Javier Endara, músico y cocinero ecuatoriano
Javier Endara, músico y cocinero ecuatoriano
Foto: El Espectador.com
24 de julio de 2017 - 00:00 - Rafael Croda, corresponsal en Bogotá

Al historiador Juan Carlos Flórez no le sorprende demasiado que un segmento significativo de colombianos muestren poco entusiasmo por los acuerdos de paz que pusieron fin a una guerra de 53 años con las insurgentes Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

En entrevista con EL TELÉGRAFO, el exdirector del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes y actual concejal en Bogotá plantea incluso que más que la indiferencia de una parte del país frente a la paz con esa exguerrilla, lo que preocupa es la “nostalgia de la guerra” que se advierte en algunos sectores.

La campaña que han hecho el expresidente Álvaro Uribe y su partido, el Centro Democrático, contra los acuerdos de paz, y los errores cometidos por las propias FARC en el marco del conflicto       –secuestros, asesinatos y masacres de civiles— se han confabulado contra el proceso de pacificación de Colombia.

Pero nadie puede desconocer que las FARC han cumplido su parte y que esa exguerrilla está comprometida con la paz y la reconciliación del país. El pasado 27 de junio ese grupo culminó el desarme de 6.890 excombatientes y en agosto tiene programado convertirse en partido político legal.

Aun así, según la encuesta Gallup de junio, el 64% de colombianos no cree que las FARC cumplirán los acuerdos de paz y el 55% considera que la implementación de esos pactos va por mal camino.

¿Qué nos están revelando estas encuestas?

Que la guerra colombiana fue larga y sucia. No fue una guerra de liberación, sino una guerra en la que todo el mundo terminó usando los mismos métodos de guerra sucia: desapariciones, secuestros, extorsión. En la mente de muchos colombianos es una guerra sin héroes y para una parte el héroe son las fuerzas militares.

 ¿Por eso es que la paz con las FARC no produce un entusiasmo generalizado?

Creo que la pregunta de fondo es: ¿por qué a una parte de Colombia le cuesta tanto despedirse de la guerra? Y eso es porque en Colombia hay sectores que tienen nostalgia de la guerra. Como historiador, he encontrado que en la Primera Guerra Mundial muchos combatientes alemanes, a pesar de la carnicería, se quedaron con nostalgia de la guerra. Y esa fue la génesis de la Segunda Guerra Mundial.

¿Y eso pasa hoy en Colombia?

Cuando usted revisa la historiografía alemana, se encuentra con ese concepto: nostalgia de la guerra. En Colombia hay una nostalgia de la guerra, y hay un presidente, Juan Manuel Santos, que es el que impulsó los acuerdos de paz con las FARC, que es muy impopular (su respaldo llega a 24%, según Gallup).

¿Hay una división en la elite colombiana frente a la paz? Santos la impulsó y Uribe la obstaculiza…

Ambos provienen de una vieja clase dirigente que no fue entrenada para explicar en democracia a las personas sus decisiones. Usted habrá oído que en Colombia está la última oligarquía de América Latina. En todos los otros países, en algún momento, la oligarquía perdió su poder.

¿Aquí no? ¿Es la misma vieja oligarquía liberal-conservadora, aunque con otras siglas, la que sigue gobernando?

Aquí hay una cosa muy complicada, y es que una parte de la vieja clase dirigente a la cual pertenecen Santos y Uribe piensa que ellos pueden tomar todas las decisiones y que el país tiene que seguirlos. Y Santos cometió el gravísimo error de construir la campaña para ganarse el Premio Nobel de la Paz (en 2016), pero sin construir una comunicación permanente para explicarle a la gente qué ganaban las personas con el final de la guerra.

¿Le falló lo que se conoce como la pedagogía de la paz?

Santos nunca salió a las regiones a decirle a la gente: “mire, cuando dejemos de matarnos, va a ganar esto, esta ciudad asediada por la guerra va a ganar esto”. Es que la élite cree que puede gobernar sin la gente y eso ya no se puede en estos tiempos de redes sociales y de millones de colombianos viviendo fuera del país que están informados de lo que ocurre.

¿Y qué papel ha jugado Uribe en esto?

Es que la nostalgia de la guerra es aprovechada políticamente por él y su sector, que quieren seguir viviendo en ese mundo, con todas las relaciones de poder y económicas que cualquier guerra origina. Y al mismo tiempo, a la élite que emprendió el proceso de paz se le olvidó una cosa elemental: que ella misma, durante décadas, le dijo a Colombia que las FARC eran el enemigo. Y no hay cosa más difícil en la vida que cambiar de enemigo.

El mismo Santos fue el ministro de Defensa de Uribe…

Y el mismo Santos les había dicho a los colombianos que las FARC eran un grupo terrorista, que había que exterminarlo y barrerlo del mapa. Y luego, sin un proceso pedagógico fuerte, sale a decirles que ya llegó la hora de negociar con ellos. No hay que olvidar que una parte de la ciudadanía, equivocadamente o no, pensaba que las FARC estaban derrotadas, y ahora se pregunta por qué terminamos negociando con un grupo que estaba derrotado.

Pero es un hecho que las FARC no estaban derrotadas…

Sí, pero mire qué curiosidad: eso mismo se dio en Alemania después de la Primera Guerra Mundial. La gran mayoría de alemanes nunca entendió por qué terminaron derrotados en esa guerra si parecía que iban ganando. Eso les hicieron creer sus líderes. Aquí hicieron creer a mucha gente que las FARC estaban derrotadas. Y esa es la gente que tiene nostalgia por la guerra.

¿Lo que está haciendo falta en Colombia es un proceso pedagógico fuerte sobre la paz?

Sin duda. Por ejemplo, una cosa importantísima es que la gente vea las armas que han entregado las FARC. Si la gente ve unas pirámides inmensas de las armas de las FARC, la gente va a decir: “lo que me están diciendo los opositores no es verdad, porque me están diciendo que las FARC siguen armadas”.

Es que se han dicho muchas mentiras y medias verdades respecto a los acuerdos…

Sí. Porque si usted acaba de llegar a Colombia y no conoce nada del país y escucha a los líderes del espectro político colombiano que no apoyan los acuerdos con las FARC, usted va a decir: “estas FARC siguen atacando, siguen secuestrando gente, siguen haciendo daño”. Y eso no es cierto. Pero en el discurso del uribismo y en el imaginario de muchas personas las FARC desmovilizadas no existen.

Y las FARC están cumpliendo, ya desarmaron a sus excombatientes…

Sí, pero mucha gente las ve como si estuvieran en guerra todavía. Eso es muy grave. Es resultado de que la gente, en muchas ciudades donde la guerra no se vivió tan cruelmente, no ha visto los signos de la paz. Hay mucha suspicacia y muchos políticos del uribismo  usan esa suspicacia todo el tiempo.

¿Cómo se rompe eso?

Haciendo que la gente vea mucho más a los guerrilleros desmovilizados. La prensa también debe contar las historias de aquellas zonas donde las FARC ya no hacen la guerra. Porque aun con las FARC desmovilizadas, en muchas regiones de Colombia otros grupos continúan la guerra (bandas criminales, paramilitares que asesinan líderes sociales y exguerrilleros, la guerrilla del ELN). Y eso hace que mucha gente se pregunte ¿cuál paz? (I)  

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