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Grecia y la quimera del futuro

Grecia y la quimera del futuro
28 de enero de 2015 - 00:00

Comienzan a quedar atrás en el oscuro túnel de la historia reciente de Grecia los turbulentos ventarrones de la crisis capitalista que azotaron desde 2008 a la nación helénica como parte de la embestida que vinieron sufriendo EE.UU. y Europa. El quiebre del neoliberalismo como proyecto político y económico fue categórico con Occidente, haciendo irremediable el desencadenamiento de una de las crisis más importantes de la última centuria, desde el ‘Crack de Wall Street’ en 1929. El comportamiento especulador del capitalismo financiero fue generando una oleada de burbujas de endeudamiento que explotaron e hicieron dinamitar el sistema económico.

El proceso de transición que vive Europa y particularmente Grecia desde el estallido de la crisis hasta la actualidad ha sido lento, peliagudo y atravesado por conflictos sociales que naturalmente responden a la lógica represiva del aparato estatal frente al avance inmanente del movimiento obrero y los sectores populares que enfrentan las políticas de ajuste estructural y de desempleo masivo impuestas en los últimos años. El costo social ha sido altísimo para la clase trabajadora y esto llevó al gobierno del entonces premier Papandreu -siguiendo los edictos de Alemania y la troika (Banco Central Europeo, Comisión Europea y FMI)- a un duro régimen de austeridad que la sociedad ha venido pagando con niveles descomunales de pobreza, violencia y desigualdad.

Las tragedias de Sófocles pasaron al plano económico y social. En 2011 Papandreu logró con el apoyo unánime del bloque la sanción en el Parlamento del plan de austeridad 2012-2015 en contra de la mayoría de la voluntad popular, quien rechazó desde un principio este ajuste. Grecia con el conservadurismo de la Nueva Democracia del actual premier Samarás y el apoyo del partido socialdemócrata Pasok de Papandreu se alineó a los parámetros ortodoxos impuestos por la troika, agudizando la crisis social y entregando en bandeja de plata su soberanía.

Este panorama sombrío y desalentador ha dado un giro radical en las elecciones generales celebradas el último fin de semana. La coalición de izquierda Syriza, encabezada por el candidato Alexis Tsipras, se impuso con el 36% de los votos escrutados contra el 29% obtenido por el oficialista Nueva Democracia liderado por Samarás, que buscaba su reelección y la perpetuidad del ajuste. ¿Inesperado? A priori pareciera una sorpresa en el actual contexto político donde muchos (mirándolo desde afuera) esperaban la continuidad del conservadurismo.

Han pateado el tablero político, podríamos aseverar con este loable triunfo, pero desde el germen de la misma crisis, el movimiento obrero en su plan de lucha ha tenido un alto apoyo de la sociedad que rondaba el 70% y que claramente se oponía al régimen de austeridad aprobado por el Parlamento y sostenido por Samarás. Esta victoria electoral es la cristalización de ese emergente social que abre un sendero de esperanza para el pueblo griego, poniendo fin a cinco años de humillante austeridad y coloca en una encrucijada a la UE y a la troika.

¿Qué le deparará el futuro a Grecia a partir de este nuevo desafío? Aún no lo sabemos. El futuro es un tiempo incierto y signado por la incertidumbre, pero constituye el extraordinario barro de la historia para moldear un presente más auspicioso y esperanzador para el pueblo griego.

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