Estrategia de Trump en Afganistán crea tensiones entre EE.UU. y Pakistán
Estados Unidos empezó a poner en marcha este martes la estrategia del presidente Donald Trump en Afganistán amenazando a Pakistán con quitarle su estatus de aliado privilegiado, una intimidación que Islamabad rechazó.
La decisión del mandatario de reforzar la presencia militar estadounidense en Afganistán --en lugar de apostar por una retirada, tal y como dio a entender durante su campaña electoral--, fue celebrada como "histórica" por Kabul. Los talibanes, en su línea, prometieron seguir con la yihad.
Trump estimó que sacar a sus militares provocaría "un vacío" que los "terroristas" de Al Qaida y del Estado Islámico (EI) aprovecharían.
Aunque prefirió no precisar cuántas tropas suplementarias enviará, se despachó a gusto con Pakistán, a quien acusó de ser "un refugio" para "agentes del caos" y no poner freno a la llegada de extremistas a su país a través de la gigantesca frontera que comparte con Afganistán.
El Pentágono ya suspendió el mes pasado la entrega de 50 millones de dólares para ayuda militar, al considerar que Islamabad no colabora en desbaratar la red Haqqani, aliada de los talibanes.
El secretario de Estado, Rex Tillerson, mencionó el martes que las medidas para presionar a su histórico aliado pueden incluir reducir la ayuda estadounidense, imponer sanciones y eliminar el estatus de "aliado importante no-OTAN" que tiene Pakistán y que le reporta miles de millones de dólares cada año.
"Tenemos varias formas para presionar", afirmó el jefe de la diplomacia estadounidense. "Todas estas cosas están sobre la mesa por si, en los hechos, rechazan cambiar de actitud".
Grandes sacrificios
El Ministerio paquistaní de Relaciones Exteriores tildó de "decepcionantes" las críticas estadounidenses.
"Ningún país en el mundo ha sufrido más que Pakistán el azote del terrorismo, a menudo llevado a cabo desde fuera de nuestras fronteras", señaló en un comunicado.
El discurso de Trump, apuntó, ignora los "grandes sacrificios" que ha hecho el país.
A pesar de estar contrariado, el jefe de la diplomacia paquistaní, Khawaja Muhammad Asif, subrayó su "deseo de paz y estabilidad".
La estrategia estadounidense en el sur de Asia suscitó el apoyo de China a Pakistán, vecinos y aliados, a quien reconoció sus "grandes contribuciones a la lucha contra el terrorismo".
India, rival nuclear de Pakistán, respondió en cambio de forma positiva al llamamiento que le hizo Estados Unidos de implicarse más para encontrar una solución al conflicto afgano. El gobierno de Nueva Delhi afirmó compartir "preocupaciones y objetivos".
En Afganistán reinaba el júbilo por las decisiones tomadas por Washington.
"Hoy, Estados Unidos ha mostrado que estaba con nosotros, sin límite de tiempo", declaró exhultante el presidente afgano, Ashraf Ghani, durante una visita a las tropas en Kandahar, cuna de los talibanes afganos.
Y Ghani lanzó a éstos una advertencia. "No podéis ganar esta guerra. Las puertas de la paz y la negociación están abiertas para vosotros".
Continuará la "yihad"
El secretario de Estado corroboró que Estados Unidos está dispuesto a respaldar "sin precondiciones" unas negociaciones de paz entre el gobierno y los talibanes.
Pero los talibanes respondieron con su habitual retórica bélica: "Mientras quede un solo soldado estadounidense en nuestra tierra, y sigan imponiéndonos la guerra, continuaremos con nuestra yihad".
Sobre el terreno, Trump dio luz verde a desplegar otros 3.900 soldados, que se unirán a los 8.400 que ya están en Afganistán como parte de una fuerza internacional compuesta por 13.500 tropas, según una fuente de la Casa Blanca.
Aunque el alza no es espectacular --Estados Unidos llegó a tener hasta 100.000 soldados--, supone un cambio de tendencia con respecto a los últimos años.
El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, aplaudió el martes la postura de Trump y prometió que la Alianza Atlántica no permitirá que Afganistán se convierta en "un refugio para terroristas".
Dieciséis años después del inicio de una gran ofensiva para sacar al régimen talibán del poder en Kabul --y que se ha convertido en la guerra más larga de la historia estadounidense--, la frágil democracia afgana está amenazada por una insurrección desestabilizadora. (I)