"Estoy preparado para salvar vidas, pero no para perder el empleo"
Al otro lado del teléfono, se nota una voz nerviosa, temblorosa, como hastiada de todo, hasta de las preguntas. Es la voz de Roger Casas, de 44 años, el rescatista colombiano voluntario de la Cruz Roja, que quiso estar presente en Ecuador para ayudar a salvar vidas tras el terremoto, pero cuando regresó a su país, recibió la sorpresa de haber perdido su empleo.
Esa sorpresa de saber que ya no tenía trabajo lo llenó de rabia, pero ahora luego de unos días de pausa y de pensar qué hará con su futuro lo toma con más calma, pero preocupado. “Estoy listo para salvar vidas, pero no para perder el empleo”, dice.
Al saber que lo están llamando hasta Cali de EL TELÉGRAFO de Ecuador, Casas muestra su emoción y lo primero que balbucea es que: “fue una experiencia muy bonita de ayudar a nuestros hermanos ecuatorianos con un perro certificado”, cuenta, en referencia a su can Lenox. Modestamente, Casas no quiere casi hablar de su vida sino de su fiel compañero, un golden retriever, que es como su sombra.
Durante cinco días, Casas y su perro recorrieron Manta y los pueblos vecinos. Arriesgaron sus vidas buscando, en medio de escombros, a los damnificados del terremoto.
Injusticia
Al ser notificado de que ya había perdido su trabajo de salud ocupacional, Casas no cree que sea justo. “Yo no me fui de paseo, no me fui ni de vacaciones, fui a ayudar a las personas que lo necesitaban porque para eso me he preparado gran parte de mi vida y para eso he preparado a mi perro”.
Indica -con algo de desagrado- que “estoy procesando hasta ahora lo que me pasó, no entendí lo que hizo la empresa conmigo, pero soy un profesional de la salud ocupacional, sé que con ayuda de mi Dios voy a tener más oportunidades, esto lo voy a pasar rápido y a tomar la mejor experiencia de ello”.
Asegura que esa empresa le dio un duro golpe. “Sé que ya no me van a dar más oportunidades porque ahora están diciendo que salí de la empresa por mal trabajador y salen con eso. Yo llevaba 3 meses en el trabajo”.
Sobre su experiencia atendiendo la tragedia en Ecuador, socavando estructuras colapsadas para lo que está preparado, dice que su experiencia “fue muy bonita, ir allí fue la realización de todo para lo que me he preparado en mi vida y poder servir y atender esa emergencia es lo que todos los rescatistas soñamos”.
Con calma, pero hablando de forma precisa -como para que no se le escape ninguna palabra de más-, Casas indica que apenas supo del terremoto quiso estar allí. Esa noche del sábado “no pude dormir, pensaba en la cantidad de gente angustiada, herida, averiguando por sus familiares. Por eso al otro día, muy temprano, me llamó la Cruz Roja de Cali y me dijo que podía atender la emergencia en Ecuador con mi perro. Ellos saben que tengo al animal preparado. Inmediatamente pedí permiso a mi empresa y me dieron una contestación por mail. Yo tengo varias certificaciones para poder atender ese tipo de emergencias y por eso nos dan prioridad al binomio con mi perro”.
Expresando su emoción de viajar como rescatista, narra que en el país fue a Manta y otros lugares. “La gente nos recibió muy bien, por donde pasábamos la gente nos aplaudía, eso fue muy emocionante, ver que las personas, sin importar su edad, no solo estaban soportando semejante tragedia sino que también tenían alientos para darnos ánimo”.
Impotencia
Señala con nostalgia y amargura que en los lugares que estuvo vio desolación y destrucción. Atendió el terremoto en Colombia de Armenia en 1996, donde pudo ver gente muerta, heridos, pero “lo de Ecuador fue impresionante. Afortunadamente con el grupo de rescatistas colombianos que pudimos llegar allí a Manta, logramos dar ayuda”.
Insistiendo en su aporte como voluntario, Roger apunta a su recuerdo en la Cruz Roja e indica que quiso estar en Haití. “Tenía el permiso de la empresa donde trabajaba, pero por cuestiones logísticas no pude hacerlo”.
Sin embargo, durante su conversación, Casas no deja de hablar de su perro Lenox. “Sobre las condiciones de mi perro, debo decir que tiene que tener una condición física inmejorable, condiciones sicológicas estables, mucha experiencia, mucho entrenamiento en estructuras. Por eso es que cada 8 días por lo menos salgo a entrenamiento con mi perro, cuando mi familia lo permite, ya que también debo atenderla”.
Destaca sus certificaciones tanto en Colombia como internacionales y, “eso nos sirve para tener un buen desempeño. Considero a mi perro como mi amigo, mi hermano al que tengo que cuidar y él a mí.”.
Expresa con cariño la forma como tuvo a Lenox. “Este perro con el que fui a Ecuador llegó a mis manos porque un amigo tenía una perra, yo conseguí un perro para cruzarla y como resultado me dieron a un perrito, es de raza golden retriever. Le puse Lenox, fue un nombre que conseguí por internet, desde los 2 meses comencé a entrenarlo para poder conformar el binomio conmigo en rescate de estructuras, y ahora que tiene 3 años y me ha dado este resultado inmenso en Ecuador, de poder ayudar al rescate de personas”.
Al explicar lo que consiste la pareja, señala que “un binomio es la conjunción de la destreza que puede proporcionar el perro a su amo para los dos trabajar en labores de rescate, en este caso de manejo de estructuras colapsadas. Por eso uno debe estar atento a cómo mira, cómo se para, cómo mueve la cola, eso es lo que marca todo y le avisa a uno si hay personas vivas, si hay muertos, pero eso es el resultado de un duro entrenamiento de cada 6 días y uno muchas veces tiene que dejar de lado a la familia”.
Casas, quien nació en la ciudad de Ibagué, pero hace 2 años vive en Cali, se queja de que muchas veces no puede entrenar de forma cómoda. “Es que incluso para poder entrenar uno tiene que conseguir una pista adecuada que pueda asemejarse a estructuras colapsadas, por eso muchas veces vamos a constructoras donde hay escombros, pero a veces hay problemas para el entrenamiento”.
El perro
Al resaltar, otra vez las condiciones de su perro, sostiene que “puede detectar el peligro porque tiene experiencia en ese tipo de estructuras de concreto, es una maquinita que va trabajando y lo va guiando a uno, por eso está alerta, ya sabe que cuando se para en sus cuatro patas, es cuando siente inestabilidad, pero siempre hay que estar alerta”.
No entrena al perro para detectar, por ejemplo, explosivos. “La Cruz Roja no hace eso, ya que nuestros perros es para salvamento de vidas, pero en rescate de estructuras colapsadas, en la detección de personas con vida o que estén recientemente muertas”.
Manifiesta y quiere gritar que su experiencia en Ecuador ha sido una de las mejores. “Poder ir allá y atender esa tragedia, es una de mis mayores experiencias con mi perro, recuerdo que allí nos dieron varias zonas por barrer, donde primero entraba una retroexcavadora y luego pasábamos para ver si podíamos encontrar personas atrapadas para que pudiera hacer su trabajo la máquina. Si mi perro hubiera fallado, la retroexcavadora hubiera podido herir a algún sobreviviente”.
Explica que “el tipo de alimentación que debe tener este perro es normal, es un concentrado con una tabla nutricional que le permita ser atlético, que no sea gordo, por su peso, por su destreza en las estructuras y agilidad. A veces tengo problemas para darle la alimentación ya que es costosa. El bulto de concentrado vale como $ 40 del más económico, pero es algo que tengo que cubrir, lo mismo que debo hacer con sus vacunas, el médico, la dormida. Esa atención debo proporcionársela y muchas veces me veo a gatas para ello, porque mi sueldo, cuando trabajo no es mucho”.
Casas hace esfuerzos para cumplir con la casa y el mantenimiento de su perro. Cuenta que ganaba el salario mínimo en la empresa, en donde lo despidieron, “algo así como $ 280, pero ahora estoy dependiendo de la familia y de mis amigos”.
En un saludo a Ecuador, el colombiano agradeció al pueblo de ese país, a sus autoridades. “Sé que es un pueblo como decimos aquí en Colombia, verraco y echado para adelante, y no van a decaer”. (I)