Entrevista / Marco León Calarcá / Delegado de la misión negociadora de las FARC en la Habana (II parte)
“Estamos dispuestos a construir acuerdos”
El avance en las negociaciones de paz en Colombia puede acelerarse, pero no depende solo de la insurgencia, sino de la voluntad política del Gobierno y, sobre todo, de lograr definiciones positivas en torno al proceso. Así lo asegura el delegado de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en la mesa de negociaciones en La Habana, Marco León Calarcá, en esta segunda parte de la entrevista con diario EL TELÉGRAFO.
¿Se puede hablar de que hay una ‘Colombia urbana’ que piensa el conflicto en términos microburgueses y, por tanto, pretende reducir su encrucijada histórica; y otra ‘Colombia rural agraria’ que obliga a concebir ese mismo conflicto en términos de relaciones de poder excluyentes y nada democráticas?
La manipulación ideológica a través de todos los medios utilizados para ello cumple su papel. El egoísmo, el sálvese quien pueda, el afán de lucro sin principios ni valores marcan a la sociedad y genera las diferentes formas de apreciar el conflicto armado, social, político y cultural que vivimos. A eso debemos sumar los efectos de décadas de terrorismo de Estado. Por ejemplo, tenemos seis millones de desplazados por el despojo de tierras y, siendo campesinos, por la fuerza se han urbanizado, pero no tienen reales expectativas en el actual sistema de superar la miseria impuesta por el neoliberalismo, al igual que los millones de citadinos de origen.
Si el resultado electoral aclara -por un momento- el panorama político en Colombia, es decir, la situación actual de la correlación de fuerzas (en torno a una institucionalidad que ustedes consideran ilegítima), ¿cómo asumieron la postura de algunos sectores de izquierda que apuntalaron a Santos en una coalición impensable hace pocos meses?
Hasta donde entendemos, no hubo una coalición, pues esta implica un mínimo de acuerdos. Sin embargo, el presidente Santos quedó con un inmenso compromiso porque ese apoyo fue definitivo y solo era el respaldo a la promesa de construcción de la paz con justicia social, fue un plebiscito por la continuación de la mesa en La Habana y para exigirle definiciones en ese tema, pero dirigentes de esos sectores han sido claros en su oposición al programa de gobierno.
Juan Manuel Santos deberá considerar ese sentir como una forma de avanzar hacia la paz, tener ese capital para oponerlo a los enemigos del proceso, de la paz, de la reconciliación, pero lo dudo. El carácter de clase del Presidente le impide avanzar, no importa que se llame transformador ni proclame la tercera vía.
Si tuvieran que evaluar el antes y el después de las negociaciones -con la fecha 15 de junio-, ¿qué rescatarían y qué desecharían para continuar y sustanciar los diálogos en Cuba?
Las FARC-EP hacen permanentes balances del desarrollo de los diálogos, la reelección del Presidente no marca un hito en estos como para hacer un corte. Continuamos con el trabajo normal, pues nunca permitimos que se impusiera el tema reeleccionista al interior de las discusiones.
¿A qué no están dispuestos los delegados de la guerrilla fariana en los próximos encuentros con sus pares del santismo?
Más vale decirle a qué estamos dispuestos. Continuar con la construcción de acuerdos, insistir en la participación popular. Todo como un desarrollo lógico de las conversaciones en la mesa.
¿Es posible un acuerdo final en diciembre de este año a raíz de las tendencias poselectorales?
Si nos atenemos a las encuestas, cada vez son menos los escépticos y queda claro que lo son por falta de información o porque la que tienen es manipulada por los enemigos del proceso, por los que se lucran de la guerra. Dicho sea de paso, esos nunca se van a convencer de las bondades de la paz. Ya no se trata solo de creer en nuestra reiteración de voluntad y convicción en el diálogo, ahora los avances logrados en la mesa se pueden ver en la práctica, en los acuerdos parciales alcanzados.
Insistimos en lo riesgoso de colocar plazos, pues al final se convierten en fatales y en herramientas usadas contra el anhelo de las mayorías. Claro que el avance puede acelerarse, pero no depende de la insurgencia. Y en eso es importante el aporte de las organizaciones populares en el país en permanente demanda a la mesa, a las partes, por el cumplimiento de lo prometido y, sobre todo, para lograr del Gobierno definiciones positivas en torno al proceso, que eso no se quede en el plano electoral.
Al parecer, todos piensan en un acuerdo final como un mero trámite, ¿es así?, ¿es optimismo, oportunismo o ceguera política de quienes no han comprendido la complejidad de la injusticia en Colombia? ¿La Asamblea Nacional Constituyente es una apuesta innegociable? ¿Por qué?
No todos, pero sí un sector importante considera la confrontación armada, social, política, económica y cultural como un enfrentamiento de aparatos militares y por eso cree en la solución militar; y en el caso del diálogo, el simple desarme y ya. Pero en verdad la confrontación es de naturaleza política, por eso la salida debe ser política y se dirige a solucionar las causas del enfrentamiento. La insurgencia colombiana es respuesta, es consecuencia de la violencia oficial, nunca para nosotros las armas han sido el fin, lo que hacemos es ejercer nuestro derecho a la rebelión. Consideramos la Asamblea Nacional Constituyente por la paz como una forma válida e inmejorable para refrendar los acuerdos, brinda todo lo necesario: participación y decisión del pueblo como soberano, refrendación de los acuerdos, posibilidad de resolver los pendientes de la mesa, aquellos puntos o temas en lo que no se logró acuerdo. La mesa de diálogos muestra unas FARC-EP propositivas, con capacidad de discusión, de acuerdo a la realidad y en completa sintonía con el resto de organizaciones del país.