Estado de salud de Fujimori reabre el debate en Perú
La última aparición del expresidente Alberto Fujimori ante las cámaras fue desastrosa: despeinado y con un rostro compungido, desorientado ante la audiencia, se mostró como un reo afectado en su salud. La prueba más ferviente no estaba sostenida solamente en ese aspecto físico sino en elementos adicionales como un tensiómetro, colocado por el propio Fujimori frente a las cámaras de televisión.
En ese contexto lo inevitable era cuestión de tiempo: la audiencia programada para el 22 de octubre, en la que el expresidente sería juzgado, nuevamente, por el caso de compra de la línea editorial de los “diarios chicha”, fue suspendida.
Pero no termina ahí: el sábado siguiente, y como consecuencia del mal estado de salud presentado en la audiencia fallida, Fujimori será conducido a un hospital de la capital peruana. Ahí lo sorprendente se hará realidad: en un video grabado y filtrado a la prensa, se puede ver a un Fujimori totalmente recuperado, dando gritos, órdenes, recibiendo visitas de sus partidarios, gozando de una salud impecable.
Pero: ¿Qué pasó? Para el peruano promedio ya no es una novedad el hecho de que el expresidente, condenado a 25 años de prisión por delitos de lesa humanidad, aparezca de repente mostrando un estado físico maltrecho. No es la primera vez que lo hace, razón por la que sus intervenciones son vistas como un acto teatral, armado a propósito de suscitar debate sobre su salud y vincular el mismo con la posibilidad de un indulto o de un arresto domiciliario.
Pero la estrategia, por más que se repita, no está gastada. Por el contrario, sigue dando resultado favorable a Fujimori y a los suyos. Un reciente sondeo realizado posterior a estos eventos muestra que un 51% de los peruanos se muestra a favor de que el exprimer mandatario pueda expresarse ante la prensa y ser objeto del derecho a indulto. Eso empata con el 41% de aprobación que tiene su hija Keiko Fujimori, potencial candidata a la presidencia de la república en 2016.
Esos números, aunque resulte paradójico, superan el nivel de aceptación que en la actualidad tiene Ollanta Humala, presidente en funciones del vecino del sur: un 21% de los peruanos aprueba su gestión. Quizá por eso Humala, quien suele responder con el silencio ante todo este tipo de eventos, decidió sorprender a la prensa tildando de tontería la acusación de hostigamiento sobre Fujimori, realizada por su familia. “Entiendo la situación que pueden estar viviendo (la familia de Fujimori), nadie quiere tener a un familiar preso, pero nosotros no tenemos ni voluntad ni tiempo para meternos en ese tipo de tonterías”, refiero el primer mandatario.
