¿Con o sin mascarilla?
Los politólogos estadounidenses afirman que las elecciones del martes 3 de noviembre en los Estados Unidos constituyen las más importantes de los últimos 100 años. Podría ser. Es, sin duda, la más reñida. Los ánimos están caldeados al punto que en el último fin de semana de la campaña un acto repudiable ocurrió en Texas cuando una caravana de camiones y SUV enarbolando banderas de Trump convergieron para acosar peligrosamente a un autobús de la campaña de Joe Biden.
Una seria recesión económica inducida por la pandemia, un debilitamiento de las instituciones democráticas, una polarización de los partidos, una creciente desconexión entre el voto popular y el voto del colegio electoral y el fantasma de una intervención rusa en las elecciones, son parte del telón de fondo de esta contienda. Pero hay asuntos cruciales sobre los que los estadounidenses tendrán que decidir tales como la institucionalidad de su régimen democrático, sus políticas tributarias, el rol del Estado, el liderazgo internacional, la inmigración, la inclusión, la igualdad para las mujeres, la lucha para enfrentar el cambio climático, pero sobre todo la política sanitaria contra la pandemia.
Además de elegir presidente también está en juego la mayoría de demócratas o republicanos en el Senado. Los demócratas están haciendo lo imposible en su campaña para arrancar esa mayoría a los republicanos. En la Cámara de Representantes es muy probable que los demócratas sigan manteniendo el control.
Los mismos estadounidenses han reconocido la trascendencia histórica de esta elección: 91 millones han votado ya, lo que significa el 66 % de los votos de los electores que intervinieron en el 2016.
Electorado, estilo y temas críticos de la campaña
La campaña ha demostrado cuán polarizados están los Estados Unidos. La base del electorado que apoya a Trump proviene de votantes mayoritariamente blancos con niveles de ingresos y educación bajos. Los estadounidenses más educados, en particular las mujeres y los votantes de afroamericanos, están dispuestos a dar su voto por Biden.
Frente a un Presidente en funciones que se presenta en campaña normalmente solo el candidato Biden demuestra tener un equipo que lo representa. Sus colaboradores más eficaces en la consecución de votos son el ex presidente Obama y la candidata a vicepresidenta, Kamala Harris. Frente a la bravuconería de Trump, Biden aparece más moderado y programático.
El asunto racial se ha vuelto especialmente conflictivo. Trump ha enfrentado feroces protestas de los afroestadounidenses, liderados por el grupo “Black Lives Matter” -que estallaron por todo el país este verano—debido a la injusticia racial por parte de la policía; Trump los tacha de delincuentes. Biden ha creado una plataforma programática que ofrece enfrentar las inequidades raciales.
Los activistas de la supremacía de la raza blanca se han convertido en una piedra en el zapato para Trump. Los “Chicos Orgullosos”, un grupo de fanáticos violentos, a quienes Trump aconsejó seguir enfrentando a la izquierda en el segundo debate presidencial, se envalentonaron después de esa intervención. Paradójicamente su líder principal es un afroamericano de origen cubano con antecedentes penales, Enrique Tarrio. Ahora Trump quiere distanciarse de ellos.
El manejo de la pandemia por parte del Presidente se ha convertido en el fiel de la balanza de las elecciones. El mensaje constante de Trump a los estadounidenses ha sido que el país está "a la vuelta de la esquina" de acabar con el virus, inventándose medicamentos, presionado para la producción de una vacuna, contradiciendo a sus propios expertos en la materia y exhibiéndose en público sin mascarilla, a pesar de haber estado contagiado. La respuesta del mandatario a la crisis del coronavirus ha sido su reiterado intento de relativizar la gravedad de la pandemia, o sugerir soluciones sin base científica.
El coronavirus a estas alturas se ha apoderado de la nación, causando 230.000 muertes e infectando a 9 millones de estadounidenses. Los casos siguen aumentando en la mayoría de estados y se establecen récords diarios de casos confirmados.
El uso de la mascarilla, mientras tanto, se volvió un símbolo en el caso de la campaña de Joe Biden, quien exigió que sus audiencias también la usaran. Esto le valió las burlas continuas de Trump. El ex vicepresidente explicó pacientemente a sus seguidores el uso de la misma y fue tan lejos que inclusive su bureau de campaña las distribuyó para la venta. El uso de la mascarilla se volvió un símbolo de su adhesión a obedecer los mandatos de la ciencia para salvar las vidas de los estadounidenses.
La pandemia, que ha trastornado casi todos los aspectos de la vida estadounidense, ha provocado críticas abrumadoramente negativas de los votantes sobre el manejo que ha dado el presidente a la crisis.
El rol de la prensa
La situación se ha vuelto crítica en cuanto a la polarización. Tanto, que icónicas publicaciones como The New York Times y The Atlantic han decidido descalificar oficialmente al presidente y lo hacen en muy duros términos. Este último lo dice abiertamente: “sus innumerables pecados y defectos tienen sus raíces en su inestabilidad mental, su narcisismo patológico y un profundo deterioro moral y cognitivo”. La revista The Economist se adhiere a las posiciones de las publicaciones anteriormente citadas y titula su última portada “Por qué tiene que ser presidente Joe Biden”.
¿El fin de la democracia electoral?
Trump amenaza con no aceptar el resultado de las elecciones, inclusive se anticipa a la posibilidad de demandar frente a la Corte Suprema en el caso de no ser reelegido. Muchos temen que el Presidente -quien ha nombrado durante su mandato a tres jueces de esa corte- utilice esa nueva mayoría conservadora.
El rechazo del mandatario está estratégicamente dirigido a los votos enviados por correo. Este ataque, grave y antidemocrático de Trump, lo hace sin asumir que en pandemia, el voto postal es la forma más segura de ejercer el sufragio y hace creer a sus seguidores que va a haber un fraude electoral, intimidando a los votantes. Por su lado, la policía se prepara para la posibilidad de disturbios civiles. La idea de Trump de poner las instituciones a prueba causa escalofríos a los que esperan la proverbial continuidad democrática.
Los estadounidenses desconfían de las encuestas que consistentemente favorecen a Biden, pues ya erraron en las predicciones de la votación anterior cuando Clinton era la candidata. La revista The Economist, por ejemplo, da el triunfo con un 90 o/o de certeza a Biden. Pero existen predicciones científicas como la del Modelo Primario -basado en el voto de los colegios electorales- que asegura el triunfo de Trump.
La elección se lleva a cabo en un momento de amargo encono entre maneras de pensar en los Estados Unidos y el candidato que gane la Casa Blanca enfrentará el desafío de gobernar un pueblo profundamente dividido. (I)